CAPÍTULO 8.
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—¡Okami, mira! ¡Hay un festival en la ciudad! —exclamó un pequeño rubio, trepado sobre el marco de la ventana para poder ver lo que ocurría fuera. Desde su torre era posible divisar la polis total, y con ello el ágora que rebosaba de luces y melodías, con risas acompañando los sonidos. Sus ojos dorados miraban con un brillo alegre aquel espectáculo que se divisaba desde la ventana de su habitación—. ¡Vamos, anda!
—Olvida eso, Elliot. —La única respuesta de su guardia le hizo entender que no iría. Elliot sintió como lo tomaba de los brazos para bajarlo del marco y ponerlo en el suelo—. En estos momentos es muy peligroso salir, ve a jugar con tus cosas.
Elliot infló sus mejillas y se cruzó de brazos. Con apenas seis años no podía hacer mucho, pero era listo, y sabía que su caballero sólo quería estar encerrado. Seguía sin entender la razón, cada vez que preguntaba la razón sólo recibía gruñidos como respuestas. Y aunque su progenitor quizás podría responder aquello, no se atrevía a indagar.
—Eres un flojo, por eso no quieres ir.
—Y tú un enano muy molesto —añadió el pelinegro mientras revolvía los rubios cabellos del infante, sin apartar la vista de su lectura.
•••
Okami dejó de ver el dibujo que tenía en sus manos: un joven chico jugando en un festival, lleno de colores y luces. Un lugar muy animado que Elliot no había podido ver con sus propios ojos. Había hecho ese dibujo cuando el príncipe había llorado por querer salir, sólo para tranquilizarlo un rato. Fuera de su disgusto por las fiestas, o estar en lugares abarrotados de gente, únicamente lo hacía para protegerlo. Suspiró, poniéndose a pensar en algo que le disgustaba recordar. Vaya guardia había sido para ese niño...
—Lo sigo diciendo, dibujas bien. —Okami cerró su libreta de dibujos y se inclinó hacia atrás para mirar seriamente a Mitzuki; a quien no parecía importarle estar invadiendo su espacio personal. Ella notó que la veía, y le miró directo a los ojos. La joven sonrió, mostrando toda su dentadura –extrañamente blanca, no generalizaba pero raro era el gitano que cuidaba su higiene, y lo admitía, no olía mal–, y enseñando sus hoyuelos formarse en sus mejillas. Luego con rara alegría preguntó—: ¿Qué?
—¿Podrías bajarte de mis hombros? No soy tu asiento personal. —Si le preguntaban, no sabría responder cómo había llegado ella allí, pero así era la situación. Mitzuki estaba prácticamente sobre el respaldo del sofá donde él se hallaba sentado; y por ello, casi estaba arriba suyo. Había estado vigilando a los intrusos que plácidamente Tori había dejado entrar. Si Apolo se enteraba que había gitanos en su palacio... No quería ni imaginarlo—. Tori, ¿qué se supone que hacen ellos aquí? Habrá problemas si los descubren.
—No te vas a morir, llorón. Yo sólo traje a Ryo y Kiri para que me ayudaran con esto. —Tori levantó la vista del libro que ojeaba—. No es mi problema que Deimos, Mitzuki y Hoshi vinieran de colados.
—Tú a mí no me dices qué hacer —objetó Deimos desafiante, subido sobre unas escaleras para buscar en uno de los tantos estantes que había en aquella gigantesca biblioteca dentro del palacio. Había libros que jamás en su vida había visto. Sí, él leía. Todos ellos lo hacían. Era interesante saber sobre los humanos.
—Mejor cállate —ordenó Ryo, buscando en los mapas que habían extendidos en una mesa.
Kiri permanecía a su lado, buscando en diversos libros, y mirándole de reojo cada tanto. Buscaban alguna pista que indicara qué habían ido a hacer tantas personas durante seis años en medio del extenso océano: una señal, un mapa, una pequeña pieza para empezar a armar el rompecabezas que era aquella situación. Tori confiaba en las habilidades de Kiri y Ryo; eran muy buenos en buscar cosas, por su gran inteligencia y sus grandes capacidades.
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Warrior Angels. ©
FantasyLibro 1 de la saga. →Hermosa portada por @littlefairyfly← ✿✿✿✿✿✿ Hace muchas eras, donde los recuerdos yacen en el olvido, la joven y próspera raza humana tenía un hogar en el mundo que los dioses construyeron para ellos. Aunque tenían todo lo que p...