Capítulo 19.

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Capítulo 19.


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Magissa golpeó con fuerza al can de pelaje negro y que desprendía una gruesa nube de humo, justo cuando este se lanzó sobre ella. Sonrió al verlo desvanecerse y aseguró su agarre sobre la vara que sostenía entre sus manos. Tan ocupada estaba mirando al frente que no advirtió que había otro atrás, enseñando los caninos ensangrentados y agazapado, listo para saltar sobre su espalda y morderle. Y saltó sobre ella.

No obstante, el devorador no logró llegar a su objetivo. Otro can, de gris pelaje y un collar con pedrería cuidadosamente colocada en su cara externa, se lanzó sobre el devorador que se arrojó sobre la gitana. Magissa retrocedió a trompicones al escuchar un aullido seguido de gruñidos, jurando ya sentir la mordida de aquel ser. Juno no lo permitió, mordió la yugular del animal y utilizó el peso de su gran cuerpo para inmovilizarlo mientras sacudía la cabeza en un rápido y mortífero movimiento, rompiéndole el cuello. Más no paró hasta haber cercenado su cabeza, que fue cuando el devorador se extinguió en una nube de espeso humo que parecía dejarlos imposibilitados para respirar durante largos segundos.

—Gracias, chucho —agradeció la mujer con una sonrisa divertida. El can se lamió la pata y la miró de soslayo antes de gruñir. ¿Cómo esa mujer creía que con sólo un garrote iba a defenderse? Estaba loca.

—Abre los ojos, mujer. Esto no es un juego y si hubiera llegado a ti, ya no existirías.

—Me tomó con la guardia baja —replicó, apoyando la vara en su hombro.

—Cualquiera —volvió a gruñir en respuesta, haciéndola enojar y señalarle con la improvisada arma que terminó de arrancar de una de las mesas que Deimos y Tori habían roto en su última pelea dentro del local.

—Eres un presuntuoso y...

La mujer no pudo seguir con su respuesta cuando un gritó femenino interrumpió el silencio que había caído luego del exterminio de los demonios.

—¡Juno, Magissa! —En apenas unos segundos, Mitzuki descendió desde la oscuridad del cielo hasta ellos. Ambos se giraron de golpe al verla y corrieron a su encuentro incluso antes de que sus pies descalzos tocasen el suelo—. ¿Están bien?

—¿Tú estás bien? —Juno saltó desde donde se hallaba, descendiendo los escalones de un salto.

No obstante, cuando llegó al suelo no lo hizo a cuatro patas, sino en dos piernas y cubierto tan sólo con unos pantalones desgastados y algo flojos que se sujetaban por dos gruesos tirantes a sus hombros; dejando al descubierto la figura tonificada conformaban su cuerpo y mostrando a un hombre de ojos grises y cabello casi negro que llegaba a su espalda, sujeto por una tira en una firme coleta.

—Vaya. Mitzuki, querida, deberías poner a prueba los nervios de Juno más seguido, quizás así le veamos hacia arriba en lugar de arrojarle un palo para llamar su atención. —Magissa llegó a la recién llegada e hizo una inspección visual con rapidez, no encontrando más que suciedad y sangre, pero no halló ninguna herida. Y eso la hizo suspirar internamente con alivio.

—Cállate Mag, esto es serio.

Juno tomó el rostro del ángel y la miró unos instantes antes de dirigir su atención a su muslo, donde había un rastro de sangre seca. La herida de dónde surgió ya no estaba. Apretó la mandíbula y evitó gruñir por ello. Sintió el momento exacto en que un objeto punzante se clavó en la piel de Mitzuki, pues su secreta conexión con ella le permitió sentirlo en carne propia.

Warrior Angels. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora