Capítulo 9.

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CAPÍTULO 9.


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—¡No soy lo que ustedes dicen! —Okami alzó su voz, sintiéndose amenazado ahora sí. ¿Qué sabían ellos de la extraña marca en su piel? ¿Por qué les interesaba tanto? Empezó a recordar todo lo que ese maldito tatuaje le trajo. Absolutamente nada bueno. Se levantó, pues parecía que cada vez ellos estaban más cerca, a pesar de estar como dos metros lejos, sin haberse acercado más desde entonces.

¿Cuándo fue la última vez que se sintió así de agitado? No encontró respuesta; no porque no la hubiera, sino porque una mano se posó justo tras su hombro, y veloz se sacudió, dándose la vuelta y viendo amenazante a la chica que lo metió en todo ese embrollo en primer lugar. Mitzuki dio rápido un paso atrás, abriendo los ojos de par en par al ver el veneno qué él despedía con sus ojos. Eso les recordó a ambos el momento en que ella se enteró de su condición.

Mitzuki sólo quería saber si estaba bien. Al parecer no. Debió haber cerrado la boca y hablar con él en privado antes de decir lo que dijo. Pero nada le aseguraba de que Hoshi no hubiera hablado, intentó consolarse. Quería explicarle sus motivos, egoístas en cierta parte, del porqué lo había delatado. Decidió que eso debía esperar.

—No es necesario que te pongas agresivo —murmuró Deimos viéndolo fijamente, luego de notar a la rubia retroceder con pena en sus ojos—. Sólo tenemos curiosidad. Verás...

—¿De qué sirve ese tatuaje? ¿Por qué dicen que soy portador? —Jamás había sabido para qué servía esa basura. En esa zona donde el tatuaje se localizaba, justo al costado de su hombro izquierdo, tenía una sensibilidad alarmante en la piel. Si llegaba a recibir un golpe allí, así fuera un maldito raspón, era un dolor infernal lo que tenía que sufrir. Y simplemente no entendía la razón de ello.

—Bueno... —Deimos trató de decir una vez más. Guardó silencio y vio seriamente a Tori. La mujer le devolvió el gesto, y ambos, sin que nadie lo notase, intercambiaron sencillas palabras mentales.

Un anillo plateado, con una única gema de color escarlata, quedó a la vista luego de que la Comandante se quitase el guante derecho que cubría su mano. Acto seguido lo hizo girar en su dedo, retirándolo sin preámbulos, y ocasionando que él casi soltase una maldición por el asombro. El cabello rojo de la Comandante cambió por completo, volviéndose oscuro y cambiando finalmente al negro. La mujer lo peinó un poco con sus dedos, dirigiéndole una mirada risueña ante el desconcierto del hombre. Ryo se apretó el puente de la nariz, sin ocultar su total desaprobación ante lo que hizo Tori.

—Genial, ya nos vas a delatar... —se quejó para que todos fuesen capaces de oírlo.

Hoshi avanzó a las grandes puertas de la biblioteca, cerrándolas atrás suyo y apoyándose en ellas para ver a Ryo con contrariedad.

—Es portador, Ryo. Debe saberlo.

—¿Saber qué? —Dirigió sus ojos desconcertados a Mitzuki, pero ella en ningún momento lo vio. No tenía miedo de que cerrasen las puertas. Su problema era que, más allá de un truco, lo que Tori hizo fue emplear magia, no tenía duda alguna. No obstante, decidió jugar a la vehemencia—. ¿Q-qué? ¿Qué le pasó a tu cabello?

—Volvió a su tono natural. —Ella respondió con simpleza, jugando con el anillo entre sus dedos—. No íbamos a decirte nada, pero lamentablemente nos vemos en la obligación de reclutar a más guerreros para ésta causa. General Fierce, ¿qué tanto crees en la magia?

Warrior Angels. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora