09 » Consternación

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Salí de la ducha a eso de las diez de la mañana, me había despertado hacía no más de media hora, pero prefería comenzar a prepararme y desayunar con tiempo, antes de que Elena llegara.

Una vez ya vestido me dirigí hacia la sala, donde Rubén aún dormía a pierna suelta sobre el sofá. En la mesa de centro continuaba la caja de pizza vacía, junto con los mandos de la Xbox. La noche anterior habíamos decidido llamar a la pizzería a por lo que sería la cena, y nos arrojamos al amplio sofá para echar unas partidas de Gear of War 3. Al chico se le daban bastante bien los shooters.

Con sigilo tomé la caja de pizza, y antes de voltear hacia la cocina aproveché de dar una última mirada hacia Rubén. Bueno, al menos sabía que había dormido cómodo en el mueble; se encontraba prácticamente enredado con la colcha de polar que le entregué, únicamente asomaba una de sus piernas fuera de la gruesa tela, y también un brazo para aferrarse a una almohada del sofá.

Iba a dar el primer paso cuando el timbre del departamento sonó repentinamente. Rubén se despertó en medio de un salto, arrojando la almohada al suelo y por fin asomándose con los cabellos desordenados de entre la colcha, mientras volteaba a todas partes como un ciervo encandilado.

Intenté contener la risa con un breve carraspeo, pero volví a dejar la caja de pizza en la mesa, acercándome hacia la puerta principal con la intención de saber quién sería a estas horas.

Al abrirla me encontré con una Elena sonriente, que cargaba entre sus manos una caja con el nombre de Vait Pastelería escrito.

— Buenos díassss. —Canturreó alegremente, sin esperar alguna reacción de mi parte antes de abrirse paso en el lugar.

— Pensé que llegarías a eso de las doce. —Comenté con cierta sorpresa, terminando por cerrar la puerta.

— Mario vendrá a buscarnos más o menos a esa hora, quise adelantarme un poco y pasar a comprar el desayuno. —Sonrió como alguien que comete una travesura, y elevó ligeramente la caja entre sus manos para agregar— ¡Traje rosquillas rellenas!

— ¿Qué hora es?

La adormilada voz de Rubén se hizo presente en la conversación, se había incorporado sentado en el sofá, acomodando el nido de pájaros sobre su cabeza, y la colcha hecha un desorden en su regazo. Elena se sentó a su lado mientras reía jocosa, situando una de sus manos en el hombro del menor.

— Casi las diez y media, lamento si te desperté. —La sonrisa en su rostro delataba que no, no lo lamentaba realmente.

Rubén únicamente gruñó en respuesta, recostándose contra el respaldo mientras volvía a cerrar los ojos.

— Creo que haré café. —Susurré con cierto tono divertido, y volví a coger la caja de pizza, por fin llevándola conmigo hacia la cocina.

Arrugué el cartón lo más que pude y así meterlo dentro del basurero. Enseguida encendí la cafetera, y en tanto esperaba a que el café estuviera listo, aproveché de buscar entre los muebles las tazas y platos para desayunar los tres.

Elena tardó apenas unos minutos en entrar a la cocina, dejó la caja con rosquillas sobre la isla de mármol, y se sentó en una de las sillas altas, observándome con una sonrisa misteriosa.

— ¿Le has dejado durmiendo en el sofá? Qué mal anfitrión eres. —Apoyó la barbilla sobre sus delicadas manos, fingiendo una expresión incrédula y acusadora.

— ¿Qué esperabas? No tengo habitación de invitados. —Entrecerré los ojos, a la defensiva.

Esta mujer algo se tejía entre manos, la conocía perfectamente.

El Protegido (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora