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Al fin la enfermera se ha aparecido en su dormitorio, con esa bata blanca y sonrisa de comercial totalmente fingida. Había llevado unos sandwiches de queso y jugo de naranja en un vaso de plástico, por las precauciones. Los episodios anteriores habían acabado hasta con cortes monstruosos. El 0084 (como le llamaban) no podía recibir nada que pudiera utilizarse como arma mortal.

—¿Está rico?—pregunta la enfermera con ése inquietante tono meloso.

—Uhm, si. Ya puedes irte y dejar de fingir que te intereso. Sé que tienes un hijo y estás aquí por él y por tu madre que necesita medicamentos ahora que intenta recuperarse de la severa enfermedad, causada por los cigarrillos. Antes yo fumaba, ¿sabes? Te prometo que puedes irte, Krystal. No quiero ni intento, es más, ni pienso, hacerle daño a nadie. Solo quiero que dejen de fingir y de huir.

—¿Cómo sabes...?

La frase se queda en el aire porque Marte se ha levantado a entregarle el plato y el vaso a Krystal con suma delicadeza. Formulando con sus labios «puedes irte», que no fue mucha sugerencia.

—¿Qué ha sido eso?—pregunta Theo que acababa de aparecerse en la habitación.

—Quería hablar contigo y sí lo hago con alguien aquí me van a matar más rápido.

—No sé si estás más obsesionada con la vida o con la muerte, Supernova.

—Cierra la boca, Meteorito.

De supernovas y meteoritos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora