Susan Black abrazó a su hija y Jess recibió el afecto en cada una de sus células, se sentía tan bien ese abrazo. La hacía muy feliz estar ahí con ella, pero la expresión en el rostro de su madre le aseguró que no debería ser así.
—Jesse, no se puedes estar aquí, necesitas volver o puedes perderte.
—¿Dónde es aquí? —Jess no entendía a lo que su madre se refería.
—Un lugar que no es para ti todavía —respondió Susan acariciando la mejilla de su hija.
—¿He muerto?
No quería morir, no a manos de Ephraim.
—No, estas en un estado de letargo, atrapada aquí por tu propia mente. ¿Qué te detiene a regresar, Jesse? ¿A qué le tienes miedo, cariño?
—Yo... no lo sé.
—Sí, lo sabes. Dilo en voz alta, escucha tus palabras —había exigencia en la voz de Susan.
Jess vaciló y dio un paso atrás, agachó la cabeza incapaz de ver a su madre cuando pronunciar su peor miedo.
—A quien soy, a lo que me he convertido —susurró Jess—. Durante toda mi vida me he preguntado quién era, pero quizá debí preguntar qué era. Soy Jess Black, soy hija de Ephraim Blackstairs, soy el Demonio Blanco y soy una asesina. —Lágrimas amargas le empaparon el rostro—. Me excusé tras el propósito de hacer justicia por lo que te había sucedido para convertirme en algo cruel.
—Quizá ese fue tu error, confundir la justicia con la venganza.
Jess levantó el rostro, en la mirada de su madre no había aversión, seguía viéndola con el mismo amor. Ella no creía que fuera un monstruo. Entonces Jess entendió que venganza y justicia eran cosas distintas. La venganza te convertía en algo peor que tu enemigo y la justicia te impulsaba a hacer algo mejor. Era una delgada línea entre lo correcto y lo necesario. Y en Jess, esa línea se había difuminado, ella la había eliminado. Recordó cómo se sintió cuando la hoja de la daga se hundió en la carne de Ephraim. ¿Qué hice? ¿En qué me convertí? Ella no quería ser como su padre y tampoco estaba segura de querer ser lo que Susan había sido. Ella quería ser... ella. Deseaba formar su propio camino con sus propias decisiones. No quería ser la hija de nadie. No quería ser el verdugo de nadie. No deseaba ningún legado de sangre que la encadenara a la muerte.
—No puedo borrar el pasado ni de dónde vengo ni tampoco lo que he hecho. Pero le temo tanto a lo que depara el futuro —dijo Jess con tristeza.
—Entonces deberías de empanzar a vivir el ahora, Jesse. ¿Por qué preocuparse por algo que no puedes cambiar? ¿Por qué preocuparse por lo que aún no ha sucedió? Tienes una familia que te quiere, una mejor amiga que te es leal y un hombre que te ama más que a su propia vida. ¿Eso no te es suficiente?
¿Lo es?
—Sí, lo es.
—Entonces vuelve a ellos.
—¿Cómo?
—Acepta quién eres y perdónate, Jesse. Perdona tus errores, perdona tu pasado, perdona a tus enemigos. Perdónate a ti y a lo que has hecho.
—Voy a extrañarte, mami —confesó Jess con la voz entrecortada.
Susan volvió a envolverla en sus brazos.
—Siempre estaré contigo, Jesse. En tu corazón. Ahora vuelve.
Tras esas palabras Susan se desvaneció como si su figura fuera solo aire condensado. Jess se limpió las lágrimas y sonrió con alegría.
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Sin corazón | Legado de sangre I
General FictionA Jess Black le arrebataron a su familia y, para cobrar su venganza, está dispuesta a perder su corazón también; a menos que encuentre a alguien que le muestre otro camino, pero... ¿quién podría amar a alguien que no tiene corazón? ****** Créditos d...