8. Lo que anhela el corazón

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Para finales de año Jess parecía estar en su peor momento, la tensión constante de no tener noticias de Los Diamantes la hacía sentir ansiosa. Según le había contado Hector, la actitud de Ephraim era peculiar, ya que no era el tipo de hombre que daba marcha atrás cuando consideraba que alguien merecía ser aplastado por su puño de hierro. Constantemente se preguntaba que sería lo que ese hombre estaba tramando y por la incertidumbre se volvió mucho más paranoica al salir de casa. A causa de eso, había tenido una discusión con Montserrat cuando la encontró echando a su mochila un arma de fuego. Al final, la morena la había convencido de que no era buena idea, pero Jess no dejaba de sentirse un blanco fácil.

Si la tensión de la ausencia de Los Diamantes no fuera poca, el tipo de ojos azules le daba un aditivo a su irritabilidad. Lo había encontrado observándola en varias ocasiones, con todo ese aire arrogante y seductor que desprendía. Sabía que el tipo escondía algo, pero cuando compartió su sospecha con Montserrat, su amiga le aseguro que eran imaginaciones suyas. Jess necesitaba que todo eso terminara pronto, si el tipo seguía provocándola conseguiría conocer a la Jess Black que estaba lista para sobrevivir y no iba a gustarle nada.

***

Aunque la leyenda en la pantalla del teléfono era 'Número desconocido', Derek sabía de quien se trataba. Ephraim. Pensó por un momento en dejarlo pasar, pero luego de recordar lo que le habían hecho a Marcos tras no responder cuando fue solicitado no quiso arriesgarse.

—Señor.

—¿Alguna novedad?

—No, Señor. Siguen en la ciudad, yendo de la casa a la escuela y viceversa. Tienen gente que les proporciona los víveres y demás necesidades. Prácticamente parecen estar en cuarentena.

—¿Lograste ver si ha aparecido otra persona en la casa? Aparte de las cuatro que ya me habías indicado.

—No, Señor.

—Bien, me comunicaré de vuelta cuando necesite que des un primer golpe. Por ahora solo vigila. —Sin esperar una respuesta La Víbora colgó. No servía de nada tener a Jess solamente, su venganza no estaría completa si no sabía dónde estaba su queridísima esposa.

***

Montserrat parecía tomarse bien la estadía en el país, cuando las vacaciones las alcanzaron aprovechó para conocer la ciudad alternando los entrenamientos y simulaciones con Jess. Sin embargo, le preocupaba que su amiga únicamente se enfocara en mejorar sus habilidades que ya eran bastante buenas. No había accedido a hacer nada más que entrenar. Cuando Kate la obligó a abandonar el entrenamiento físico y no acató su orden fue su tío quien le puso un ultimátum.

—Jess, es suficiente —dijo con voz grave.

—Para mí el suficiente no existe.

—Te lo estas tomando demasiado enserio.

Jess dejó caer al suelo los dos bastones con los que estaba maniobrando y se cruzó de brazos.

—Me has sermoneado porque nunca hablo en serio, nunca hago nada en serio y cuando lo hago, te molestas.

—Sabes a lo que me refiero.

—Así que prefieres que no recupere el tiempo perdido para que sea más fácil para Ephraim asesinarme.

Hector soltó un suspiro frustrado. La forma en que su sobrina tergiversaba las cosas para su conveniencia lo saca de sus casillas.

—No digas esas cosas.

—Que deje de decirlas no las hará desaparecer —aseguró antes de arremeter contra el maniquí de entrenamiento con sus propios puños.

—Estas abusando de tu cuerpo. No es sano que solo pases tiempo aquí, vive como lo haría cualquier chica de tu edad.

Sin corazón | Legado de sangre IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora