11. El precio de un error

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No faltaba mucho para que comenzara la primavera, pero al parecer, el invierno se negaba a irse sin recordarle cuan crudo podía ser en esa ciudad. Luego de tener días un poco más cálidos, ese viernes estaban a -1 grado centígrado. Aparte de la playera de la preparatoria, Jess tuvo que colocarse una blusa térmica debajo y sobre todo su chaqueta de cuero. Una vez las chicas terminaron de desayunar y de arreglarse se encaminaron a la salida.

—Señoritas, buenos días —las saludó el chofer.

—Buenos días, X —respondió Montserrat y le dirigió una mirada de reproche a su amiga por no contestar el saludo. Jess la ignoró y arrojó su mochila al interior del auto, pero no se subió—. ¿No vendrás conmigo?

—Hoy cogeré la moto.

—¿Con este frío?

—Es el clima perfecto, ¿por qué no?

—Estás loca, todos ustedes raritos que prefieren congelarse que sudar un poco.

Jess rio y le dijo adiós con la mano antes de ir hacia su moto.

—Señorita, pero las ordenes... —comenzó a protestar el agente que la hacía de chofer, pero al ver la mirada desafiante de la chica Black se lo pensó mejor y agregó—. Tenga cuidado.

***

El micrófono que había logrado poner en la mochila de Jess había dado sus frutos. Ahora sabía con exactitud cuál sería su próximo movimiento. Menos mal que Los Diamantes le habían incluido una motocicleta BMW roja. Una vez llegó a la preparatoria, los elogios no se hicieron esperar. Por supuesto, los únicos comentarios que le interesaban a Derek eran los de Jess. Ese día iba a matar dos pájaros con un tiro, conseguiría que Jess le agradeciera y podría enviarle pruebas a Ephraim de que estaba en contacto con la chica.

Desde la distancia, Montserrat le indicó a Jess que la esperaba dentro mientras que ella intentaba encontrar un lugar para aparcar su Ducati. Tras dar una vuelta al campus, divisó un lugar, si tan solo la multitud que se aglomeraba se hicieran a un lado. Avanzó despacio y poco a poco los alumnos le dieron amplitud. Entonces entendió por qué se encontraban ahí. Derek también había llegado en un vehículo similar al suyo.

—Tienes una buena máquina, Black, por favor no vayas a estropearla. ¿Sabes conducirla realmente? —le dijo Derek con burla. La multitud lo acompañó con exclamaciones.

—Y lo preguntas porque quieres que te enseñe como hacerlo, ¿no? —respondió ella arqueando una ceja. La multitud la apoyó a ella en esa ocasión.

Derek sonrió ante la mirada triunfal de Jess.

—Aún sigo esperando mis gracias, princesa.

—¿Te gusta mi anillo, Belcourt? —preguntó. En el dedo anular llevaba un gran anillo en forma de calavera—. Podrías tomar como gratitud este gesto si lo deseas.

La chica Black ignoró el apoyo de sus compañeros y pasó de largo para ir a la entrada. Derek la detuvo tomándola del brazo, cuando Jess puso sus ojos en el agarre él la soltó.

—Te propongo algo. Esta tarde, tú, yo y las motos. Si te gano me darás las gracias.

—Y si yo gano me quedare con tu motocicleta.

El chico sopesó la propuesta un momento, era un trato absurdo, pero sabía que ganaría. Su padre era un conocedor de esos vehículos, habían competido tantas veces en carreras que sabía cómo manejarse. Definitivamente la victoria ya era suya desde antes de la apuesta.

—No me parece justo, pero trato hecho. Me alegrará verte derrotada —le extendió la mano para sellar el trato.

—Sigue soñando —canturreó Jess luego de sellar el trato con un rápido apretón de manos.

Sin corazón | Legado de sangre IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora