4. "Her own curse"

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 Las noticias corrían rápido en el Bosque Encantado.

Las mismas llegaban rápido al Palacio Radewood. Un cuervo en cuyo pergamino que traía en su pie anunciaba la falla de la Maldición Oscura que había sido lanzada por la Reina Regina. Y por consecuente, la Reina temía por su hija, por que fuesen por ella para terminar de llegar a la mujer. Y era por ello que la mujer aviso que iría allí. Estaba más que claro que lo haría para vigilar lo único que le quedaba.

Incluso El Oscuro había sido capturado por Snow White y su esposo. Todo posible aliado se estaba desvaneciendo rápidamente para la bruja. No dejaría que su hija también fuese alejada o peor..

Solo pasaron dos días desde que la Reina se instaló en Radewood con su hija.

Claro que en ningún momento dejó de planear nuevas formas de contraatacar a su hijastra y sus aliados. Todo debía ser perfecto. Una última batalla.

Aún así, temía por su Dagby. Ella no era bruja, no era sobrenatural como el resto. Era débil, frágil. Regina lo sabía. Siempre lo supo, así como siempre supo esa empatía que sentía por aquellos que la rodeaban, un solo talento y era el de sentir lo que otros sentían al tocarla.

Fue en ese momento en que la reina asumió un terrible riesgo, creyó que sería la única forma de mantenerla fuerte, protegerla.

Regina forzó a una de las criadas a poner un pequeño liquido incoloro en la bebida de su propia hija. Sin olor, sin gusto, nada. Pasaría desapercibido al beberlo.

En la cena, ambas, madre e hija se encontraban sentadas en el gran salón, comiendo, cruzando alguna que otra palabra y cuando fueron a servirle de beber a la princesa, Regina no pudo evitar esbozar una sonrisa disimulada y a la vez parecía triste. Claro que Dagby lo bebió. Sin estar consciente de lo que le aguardaría.

Al finalizar la cena, la princesa se retiró a sus aposentos no sin antes hacer una reverencia a su madre. Era la Reina, debía mostrar respeto por más temor que le tuviese. Por era así, le temía a su madre, nunca pudo superar el hecho de haber visto como ella arrancaba una corazón a uno de los caballeros y lo aplastaba por haberla desobedecido. La princesa apenas tenía 8 años en ese entonces....nunca lo pudo superar, nunca pudo olvidar aquello. Y siempre supo que esa era la causa por la que la alejó lo más lejos posible.

Dagby estaba en su cama, completamente dormida.

Metída en sus sueños, en sus recuerdos, en sus pesadillas. En donde fuese que su mente la llevase mientras sus ojos se mantenían cerrados.

Afuera, la luna llena irradiaba un precioso resplandor que ingresaba por el ventanal de los aposentos, la cuál la hacía la única luz que allí se encontraba. Aún así, no se podría ver nada.

Dagby apenas se removió entre las colchascon las que estaba tapada. No se hubiese podido percatar de lo que estaba por pasar.

En las sombras de la habitación.

Una figura se encontraba parada, esperando el momento adecuado. No podría saberse cuanto llevaba allí pero lo que si podía saberse era lo silencioso y apacigue.

Dio un par de pasos silenciosos hacía la cama donde yacía la princesa durmiendo. No hizo el menor gesto, nada. Solo tomó una almohada de las que la jovencita había dejado de lado al dormirse, con sumo cuidado la deposito sobre el rostro contrario y presionó.

Claro que al sentir la falta de aire Dagby despertó y comenzó a forcejear, quería gritar por ayuda, pero no podía. Tiraba golpes al aire desesperada asumiendo que alguno podría darle a su atacante. Consiguió agarrarle una de sus manos y rasguñarle, dejó la marca de las uñas sobre la piel contraría, sin embargo está sanaba con tanta rapidez como si nada pasase.

No supo cuanto pasó, pero de a poco, Dagby fue haciéndose más débil en sus golpes, en sus pataleos al punto de dejar de hacerlo.

Su respiración se volvió lenta casi nula. Sus manos cayeron al costado, su pecho dejaba de mostrar movimiento alguno.

Solo entonces el atacante alejó la almohada y observó el rostro pálido de su victima: sus ojos azul oscuros abiertos de par en par, su boca entreabierta....No se movía.

Arrojó la almohada a un costado sin darle importancia así como se alejó de la misma forma, desapareciendo entre las sombras nuevamente, dejando alli a la pobre victima, tendida sobre la cama.

Amaneció. El día era gris, frío. Era un extraño clima el que había amanecido.

Parecía como si una gran tormenta estuviese por venir a arrasar todo.

Los caballeros que se encontraban custodiando los alrededores y afuera de las puertas temían que aquella especie de tormenta venidera tenía que ver con lo que la Reina estaba planeando.

Asumían que ya todo estaba en marcha nuevamente. Lo que no esperaban era lo que en verdad era...

Afuera de la habitación de Dagby se encontraba aquel joven caballero que la salvó. ¿Quién mejor que él para custodiar las puertas de la princesa y mantenerla a salvo?.

Todo parecía normal, todo se oía normal. Excepto cuando aquel grito desgarrador traspasó la gran puerta de madera. No lo dudó, entró corriendo a ver que sucedía, dispuesto a todo, incluso tenía su mano sobre el mango de su espada listo para desenvainar y luchar contra lo que fuese.

Pero lo que se encontró fue algo muy diferente: la princesa se encontraba en el suelo, llorando, se podía notar como temblaba, su piel era un poco más pálida de lo normal, su cabello un poco más oscuro, incluso sus ojos parecían un tono más claros.

— ¿Alteza?

El joven caballero dio un paso cuidadoso hacía ella. Intentaba mantenerse calmo, necesitaba averiguar que era lo que había pasado.

— Alejate....por favor...

La quebradiza voz de la joven apenas se alcanzó a escuchar. No se movía de su posición, agachó su mirada hacía sus manos, hacía el suelo.

— Sabe que no haré eso, Alteza...

La voz calma y los pasos cortos que a la vez eran cuidadosos lo acercaron lo suficiente para tocar apenas el hombro de la joven frente a él.

Ella no lo tomó bien, no se supo como pero se levantó de un solo brinco, tomando del cuello con una sola mano al pobre hombre y acorralándolo contra la pared.

Los ojos de Dagby se tornaron rojo sangre y se veían claramente debajo de los mismos una especies de venas que resaltaban en la piel pálida de la joven.

— ¡Dije que te alejaras!

— Prin...princesa...por favor.

El pobre caballero no forcejeaba. No peleaba. Era inútil.

Cada vez presionaba con más fuerza. Podía verse como si fuese ira, enojo, miles de cosas mezcladas en su mirada. Y a la vez, una suma de dolor.

Conforme pasaron los segundos, podía verse como el rostro de la joven iba cambiando poco a poco, sus ojos retomaron su color natural, apartó rápidamente su mano a la vez que retrocedía. Ya podía notarse un sentimiento de culpa en su rostro.

— Lo...lo siento...yo no...

Su respiración se agitaba, estaba nerviosa. Parecía que se iba a quebrar allí. Flaqueó. Se quebró y antes de caer al suelo de rodillas, el caballero se arrojó hacía ella y la contuvo entre sus brazos. Sentía que debía cuidarla, sin importar nada.

— Shh..tranquila...

Por primera vez en mucho tiempo, la joven se permitió quebrarse delante de alguien, estaba aterrada, temerosa...lloraba como hacía tiempo no lo hacía.

❝Forgotten❞Where stories live. Discover now