Magia Pura

CAPITULO 4

Nos sentamos en la mesa más alejada del pub, había dos menús en la mesa, lo ojee un poco, sentía la mirada de Petunia en mí, intente ignorarla, pero parecía como si me estuviera taladrando con la mirada. Suspire y alce mi vista hacia ella. Tenía la mandíbula apretada y me miraba fijamente, deje el menú y levante una ceja, dándole la oportunidad para que hablara.

-Pues...-vacilo, como buscando las palabras adecuadas, tomo una bocanada de aire y se armó de valor, la mire divertido- ¿Porque despilfarraste el dinero de esa manera? ¿ En vez de usarlo para ayudarnos a nosotros?-la mire incrédulo, sentía como mi furia incrementaba- Siempre te hemos dado todo... no estamos pasando por una buena situación económica y tú tienes una pequeña fortuna, ¿no podr- se calló abruptamente y me miro con terror, todas las cosas estaban temblando en el lugar, los vasos explotaron y parecía que las ventanas iban por el mismo camino.

El pub se encontraba en un silencio sepulcral y los magos miraban alrededor buscando quien originaba tal cantidad de magia con terror en sus ojos, lo cual era obvio pues no habían sentido ese tipo de magia, tan pura y a la vez llena de ira desde los días oscuros. Respire profundo controlándome, maldije por dentro, era bueno ocultando emociones pero ese día me había llevado varios disgustos y estaba en mi límite cuando esa incompetente hablo. Tan rápido como la onda de magia había llegado se había ido, poco a poco los murmullos empezaron de nuevo y en unos segundos había vuelto el barullo de siempre, sin embargo aún había tensión en el ambiente. Mire fríamente a la mujer que se encontraba frente a mí, la cual estaba tan pálida que pareciera que se iba a desmayar e intentaba fundirse en la silla con miedo en sus ojos.

Con la voz más fría que tenía le deje las cosas en claro.

-Escúchame bien asquerosa muggle, por que no lo voy a repetir- susurre, no quería llamar más la atención, pero quería que se grabara lo que le iba a decir- Tú no eres nada para mí, puedo desecharte fácilmente y hacerlo parecer un accidente- abrió los ojos y empezó a temblar- lo que yo haga con MI dinero no es de tu incumbencia y por favor no seas hipócrita ¿qué me han dado todo?,  ¿educación? ¿comida?, eso es vuestra obligación y solo me dais de comer las sobras cuando os acordáis, .- dije con un brillo en los ojos - así que, no vuelvas a decir una estupidez así o practicare todo tipo de torturas con tu cuerpo - asintió frenéticamente, me senté bien y vi como Tom se dirigía hacia acá- actúa normal, viene alguien y como lo arruines...- deje la frase al aire, la amenaza estaba allí, lo comprendió y se recompuso rápidamente.

Sonreí, por lo menos era inteligente, cogí de nuevo el menú.

-Buenas tardes, ¿tienen su orden?- tenía un pergamino y una pluma.

-Sí, quisiera una sopa de cebolla y una tarta de melaza, por favor- asintió y lo anoto luego se dirigió hacia Petunia.

-¿Y usted?- pego un saltito en su silla, la fulmine con la mirada y palideció.

-L-lo mis-mismo.

-De acuerdo, en un rato se los traigo- dijo, si noto algo raro en su comportamiento no lo comento y se fué.

Saque el libro de leyes que compre para leer mientras almorzaba, al terminar nos dirigimos al mundo muggle.

-Ahora iremos a un centro comercial- fue una orden y ella se limitó a asentir.

Ahí solo compre un poco de ropa muggle de marca, productos de aseo, alimentos para mi departamento y de belleza, porque si, aunque sea un hombre necesitaba cremas y colonias, quería cuidar mi piel, desde ya. No es que fuera vanidoso... nah a quien engaño si lo soy.

Cuando terminamos con las compras, volvimos a casa, no me di cuenta de cuánto tiempo estuvimos fuera de casa, pero al llegar a Privet Drive ya era de noche. Estaba muy cansado, subí a mi cuarto el baúl y las compras, me dormiría sin cenar, puse todas las cosas en el baúl, ya mañana guardaría todo, menos mal que solo compre barritas, fruta y bebidas, me senté en la cama y fruncí el ceño. Apophis no había dicho nada en todo el día, no la conocía de mucho tiempo, pero sabía que era algo parlanchina y el que se hubiera quedado callada era un milagro.