CAPITULO 5

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Cuando mis pies tocaron el suelo, me tambaleé un poco, si no hubiera sido por la mano del Sr. Malfoy me habría ido al suelo. Había leído sobre los trasladadores, pero la sensación era mucho peor de la que imaginaba, me dije a mi mismo que solo los usaría si no había otro transporte disponible.

-Bienvenido a la mansión Malfoy- sonrió el Sr. Malfoy.

Mire alrededor, nos encontrábamos en el hall de entrada. Mantuve mi rostro inexpresivo, pero por dentro estaba maravillado. Se notaba que tenían dinero, prácticamente lo gritaban. El suelo era de mármol negro y las paredes de un color perla, el pasillo tenía muchos cuadros de hombres y mujeres con cabello rubio, ojos grises y mirada fría, había una inmensa chimenea en una pared y dos grandes ventanales a cada lado, por donde se podía ver unos hermosos jardines y para su sorpresa ¡había un pavo real albino!

-Bueno, vamos al salón para hablar mientras tomamos té - dijo tía Cissa mientras enseñaba el camino. La sala era grande, un diván de tres plazas y varios sofás más pequeños decoraban el lugar, había otra chimenea con una mesita en el centro y varias estanterías llenas de libros. Uno de los sofás estaba ocupado por un niño rubio con exceso de gomina y ojos grises leyendo un libro que a primera vista parecía de cuentos infantiles.

Al ellos entrar se levantó, dejo el libro en la mesita y se acercó, su porte era aristocrático, se notaba que le habían enseñado desde muy pequeño a comportarse como un perfecto sangre pura.

-Buenas tardes, soy Draco Malfoy, encantado de conocerte - me ofreció su mano, la estreche por unos segundos, sus manos eran suaves, estaba claro que nunca había tenido que hacer las cosas por sí mismo.

-Igualmente, soy Harry Potter- no hubo reacción, era obvio que sabría que vendría.

-Bien, tomemos asiento- dijo tía Cissa, cuando todos nos hubimos sentado volvió a hablar.

-Dobby –llamó.

Con un pequeño ¡pop!, apareció un elfo doméstico, la pequeña criatura tenía unas grandes orejas, parecidas a las de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones del tamaño de pelotas de tenis, iba vestido con lo que parecía un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas.

-Tráenos té y bocadillos- ordeno tía Cissa.

- Si ama-dijo la criatura con una voz aguda e hizo una reverencia tan profunda que tocó el suelo con la punta de su larga y afilada nariz, con otro ¡pop! desapareció.

Unos segundos después volvió a aparecer con una bandeja llena de té y bocadillos, los dejo en la mesa e hizo otra reverencia, al levantarse su mirada cruzo con la mía, abrió los ojos como platos y lanzo un pequeño chillido- ¡Harry Potter!, es un honor poder servirle señor- chillo e hizo una reverencia igual de exagerada que la anterior. - ¿Necesita algo más amo Harry?

No oculte mi sorpresa, me convenía que creyeran que era un dulce niño, según lo que leí, los elfos domésticos eran devotos a una familia y solo a sus amos los llamaban así. Mire a tía Cissa pidiendo permiso para responder, ella también estaba sorprendida, asintió y respondí.

-No, eso es todo.- dije y desapareció.

-Vaya, esa sí que fue una sorpresa- dijo tía Cissa recuperándose de la sorpresa- no suele hacer eso, espero disculpes el arrebato de mi elfo.

-No te preocupes tía Cissa- Empezamos a tomar el té y a hablar de temas sin importancia sobre el mundo mágico, había cosas que no entendía y le pedía que me lo explicara, no titubeaba a la hora de preguntar, me encantaba aprender cosas nuevas y tía Cissa estaba encantada de explicarme cada una de ellas. Una hora después decidí que sería mejor centrarnos en el tema por el cual había venido a su casa.

Magia PuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora