Capítulo 1

1.4K 37 7
                                    

...

Simplemente no sabía qué pensar. Ya estaba cansada de luchar en vano. Estaba destrozada pensando que mi novio y mi amigo estaban muertos. Lo único en lo que pensaba era en que quería acabar con esto. Y, no por primera vez, quería estar muerta. Deseé con la poca fuerza que me quedaba morir en este instante, antes de que este inhumano hombre ciego me tocara. Antes de que esa inyección llena de espermas tocara mi vagina.

No quería esto. Jamás quise esto. Pero, tal vez lo merecía. Tal vez Dios me esté diciendo "¿Por qué entraste a robar, aun sabiendo que estaba mal lo que hacías?". Y, justo en ese mismo instante, cuando me rendí, y tiré mi cabeza hacia atrás, colgada de las sogas que sostenían mi cuerpo en el aire, sentí que algo húmedo caía en mi rostro, y cerré los ojos al escuchar un gran estruendo. Su cuerpo cayendo al duro piso de madera.

Inmediatamente mi cuerpo se llenó de esperanza, cuando vi a Alex golpeando el rostro del señor con un martillo. Las gotas en mi rostro era sangre. Me asqueé y empecé a desesperarme otra vez. Quería soltarme y escapar de este horrendo sitio. Y Alex captó mi mirada. Hizo a un lado el martillo y desató las sogas que me mantenían en el aire, cayendo con fuerza hacia las colchonetas debajo.

Y lo primero que hice fue ver la inyección. No había logrado tocarme.

Alex me quitó las esposas con la llave que habíamos sacado de la caja fuerte y observé cómo se las ponía al hombre. Pero, no podía moverme. Y no porque algo me mantuviera atada. Estaba en shock. No podía reaccionar.

-¡Rocky!, ¡Rocky, ¿estás bien?! –Oía decir a Alex, mientras miraba como lo encadenaba de la misma manera en la que yo estaba. Estaba totalmente indefenso. Y lo único que hice fue pararme, con toda la furia que me recorrió por el cuerpo en solamente segundos, con todo el odio que sentí hacia este desalmado hombre, empecé a golpearlo, con fuerza que ni siquiera yo sabía que aún tenía. Mientras gritaba y me desquitaba de todo lo que sentía; miedo y furia, pero también felicidad al saber cómo iba a terminar.

Y, apartando mi vista hacia la asquerosa inyección, me inclino para agarrarla y con una fuerza bruta se la meto en la boca, atragantándolo con su propio semen.

-¡Ey, ey, ey!, ¡Rocky, detente! –Dijo Alex –Se acabó. –Susurró. Y así era. Ya no podía siquiera moverse. Giré mi vista y lo miré, con mi corazón latiendo a mil por segundo, con mis ojos acuosos y un terrible nudo en la garganta, que casi ni me dejaba respirar por todavía sentir las manos del señor ahorcándome, lo abracé. Agradeciendo a Dios que lo mantuvo con vida.

-Se pudrirá en la cárcel, por secuestrar y matar a la pobre chica –Dije, con una ira que jamás había sentido antes.

-No podemos involucrar a la policía. –Solo dijo Alex, como si fuera algo obvio. Y recuerdo que yo misma había decidido eso. –Si robamos el millón y viene la policía, nos delatará. Hay sangre nuestra por todos lados. Nos atraparán enseguida. –Yo lo miré. Por Dios. Sí que deseaba que se pudriera en la cárcel. Pero también deseaba el dinero. Deseaba irme con Diddy a California, alejarme de esta vida miserable que llevaba. Basta de esto. Basta de todo.

-Ya tienen lo que querían –Escuché la gruesa voz del hombre a nuestras espaldas. Estaba acurrucado, lleno de su sangre por toda su cabeza, y en su remera llevaba la nuestra. –Ahora llévenselo. ¡Lárguense de mi casa! –Gritó y lloró, sobresaltándome. Como si fuera que estaba sufriendo de verdad. Un hombre como él, que mantenía secuestrada a una adolescente embarazada de él, para vengarse de que accidentalmente haya matado a su hija, no tenía sentimientos. Ni un poco.

-Está comprando nuestro silencio. Tenemos que llevarnos el dinero. –Me dice Alex, apoyando su mano en mi hombro. –Lo que tú decidas yo te apoyo, Rocky. –Lo miré. Y me lamenté tanto haberlo metido en esto por un capricho mío y de Money. Él era especial. Todo esto era para ayudar a su padre. Jamás quiso en verdad hacerlo como Money y yo. Estaba totalmente arrepentida. Él no se merecía nada de esto.

-Vámonos –Le contesté, echándole una última mirada al repugnante señor, y casi corriendo hacia el piso de arriba, llena de anhelo por empezar un día nuevo. Una vida nueva.

Y por fin, después de tantas horas de sufrimiento, supe que este era el fin. Pero, aunque el ciego esté muriendo en este mismo instante, seguía con mi corazón en la boca. Y sabía que era normal, después de todo lo que habíamos pasado, sentía que no podría volver a dormir nunca más, pero también sabía que podríamos superarlo.

-Tengo que hallar la llave –Me dijo Alex llegando a la puerta, y miré como sus manos temblaban buscando la llave indicada entre tantas otras. Entonces me di cuenta, por primera vez en toda la noche, pensando en otra persona que no sea yo, que estaba igual de asustado o incluso peor. Siempre me sentí valiente. Siempre sentí que era diferente a las demás chicas, a veces hasta incluso me sentía "marimacho". Las situaciones que había vivido a lo largo de toda mi vida me hicieron así. Los golpes de mi madre borracha. El abandono de mi padre. Los insultos de los miles de "novios" de una noche de mi mamá. Lo único que me hacía feliz era Diddy. Y me di cuenta que, a comparación de Alex, que lo notaba tan indefenso, sensible y con tanto miedo, yo estaba tranquila. Obviamente que así no era, pero a comparación de Alex, sí. Es más, me sentía enojada. Frustrada. Pero no con miedo.

Entonces, para calmarlo, y también para calmarme a mí, le di un suave beso en su hombro, con mi mano apoyada en su espalda, y la otra mano quitándole las llaves. Con más tranquilidad, aunque no puedo negar que tal vez mis manos temblaban un poco, busqué la llave correcta. Y en unos pocos segundos la hallé.

-Ya está. –Sonrío. –Ya está. –Por Dios. Sí que me sentí al fin liberada, como una paloma encerrada por años, como un ciego que después de tanto ve la luz. [Y vaya comparación, justa para la situación].

Pero, como si fuera que la vida nos odiara, un ruido se escuchó detrás de nosotros cuando estábamos cruzando la puerta. Y sabía exactamente que era ese ruido.

No respiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora