Capítulo final + Epílogo

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Habían pasado semanas hasta que el momento que tanto esperé, que tan eterna se me hizo, llegó.

Mis ojos, incluyendo ojeras, ya me dolían de lo que lloraba las noches. Se me había hecho más que complico de lo que pensaba estar aquí; casi no comía, y las demás presas me miraban y me trataban de mala manera. Me sentía sucia, por más que me bañara todos los días. El traje naranja que siempre usaba me daba calor y mis manos ardían por las cortaduras que llevaba en éstas: nos hacían trabajar en la pequeña huerta de verduras todas las mañanas.

Era fin de semana y me había arreglado con lo que tenía en mano para verlo. Estaba tan emocionada, ansiosa y a la vez tan asustada. Pero por sobre todas las cosas, estaba preparada. Por más que me dolía el alma hacerlo, le había pedido a Alex que esta vez viniera solo.

Cuando la hora de visita llegó y yo me encontraba sentada en la oscura sala completamente sola, golpeando con las yemas de mis dedos la grande mesa, la puerta se abrió y todas las emociones que sentía antes se esfumaron, y solo perduró el miedo. Desde las puntas de mis pies hasta la punta del último cabello, me invadió el miedo de su reacción, del qué podría pasar.

Llevaba el cabello más crecido de lo normal y su barba podía notar que era de varios días. Y lo que más me impresionó, al igual que la semana pasada, eran sus grandes ojeras. Entonces además del miedo me invadió la culpa. Estaba así por mí, y seguramente Diddy también, aunque no entendiera del todo que sucedía. "Me porté mal, hice cosas que no debería haber hecho" le había explicado la primera vez que me vino a visitar, y hacía de todo mi esfuerzo para no llorar, aunque no lo había logrado. Odiaba que me vea así.

Me levanté de la silla y lo abracé con la poca fuerza que tenía. Últimamente me sentía demasiado debilitada para todo. No permanecimos mucho tiempo así ya que el guardia que se encontraba en la puerta nos chistó para que nos alejáramos.

Se sentó en la silla y me preguntó como estaba, y luego que le contesté empezó a comentarme como estaba todo. De su bolsillo sacó un papel doblado y me lo entregó; el guardia se acercó para ver que era mientras yo lo abría.

Un colorido y hermoso dibujo hizo que una sonrisa creciera en mis labios. Estábamos los tres agarrados de la mano y en la ventana de la pieza asomaba el sol: era mi pieza. A mi lado se encontraba la cama y la mariquita en la pared.

-Mientras me lo daba me dijo que así nos encontraríamos dentro de poco. –Ambos nos miramos y una lágrima cayó de mi ojo. –Ey... -Susurró y tomó mis manos entre las suyas. No quería apartarlas, pero eso es lo que hice.

-Me vas a odiar. –Sollocé cuando lo hice, cuando separe sus manos de las mías.

-¿Qué? –Su entrecejo se arrugó, y aparté mi vista. Estaba preparada para decirlo, por más que en ese mismo instante mi corazón estaba partiéndose.

-Cuando desaparecí por meses... -Murmuré y alcé mi mirada. Sus ojos estaban muy oscuros y cada facción de su rostro se arrugaba al no entender. -¿Te acuerdas? Desaparecí sin ninguna explicación.

-Wow, si... hace años... -Su rostro de confusión cambió a tristeza, y sabía por qué. Por Dios, me había odiado tanto. Me sigo odiando. Odio todo de mí. Odio mi vida.

-Diez años atrás. –Dije, otra vez bajando mi vista. No me atrevía a mirarlo. No después de todo lo que hice. –Desaparecí un año entero.

-Luego dijiste que fue un problema familiar, lo de tu padre... -Dijo con miedo a pronunciarlo, como si fuera que me lastimaría. –Contaste que abandonó a su hija, a Diddy. Por ello tu madre la adoptó casándose con el primero que se cruzó. Sufriste mucho ese año, llorabas por todo. –Su voz lastimosa me hacía aún más daño a mí, preguntándome qué tanto sufriría él, qué tanto me odiaría a mí si tan solo eso le daba pena. Cuando mi propia gran mentira armada le da pena.

No respiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora