Capítulo 1 - Sangre

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Hola!! antes que nada me gustaría advertirles de este capítulo, es un poco fuerte. Sean discretos. Gracias por leer y ténganle paciencia a Felicitas!


¿Nunca se arrepintieron de haber salido? ¿Nunca pasaron una noche de mierda y llegaron a su casa, se sentaron en sus camas y dijeron: por qué no me quedé en casa durmiendo? A mí me pasó. Sólo que no fue por una tontería que me arrepentí de haber salido. No discutí con mi amiga, no encontré a mi novio engañándome con otra. Ojalá hubiese sido así.

Era sábado a la noche. Se suponía que me quedaría en casa, ó eso le prometí a mi madre. Esther se había ido a Estados Unidos hacia casi una semana en un viaje de negocios y yo tenía explícitamente prohibido salir ese día. El viernes anterior había llegado borracha a mi casa, había vomitado sobre el sillón para después quedarme desmayada sobre mi propio vómito.

Asqueroso.

Hasta yo me avergoncé de lo bajo que había caído.

Cuando desperté, la cabeza me estaba por explotar. Tiré mi ropa en el canasto del lavadero. La empleada doméstica se llevaría una pequeña sorpresa. Busque ropa limpia y me metí en la ducha. A los minutos, mi madre entró al baño como loca.

—Hija, esto es un desastre. ¡Qué vergüenza! ¿Alguien te vio entrar así a la casa?¿Pero, qué van a decir los vecinos de mí, que soy una mala madre?

—Ah, madre. Ya basta. Se me parte la cabeza—le dije mientras lavaba mi cabello. Tenía tanta resaca que ni me importaba mi privacidad.

Salí de la ducha y comencé a secarme. Mi madre todavía estaba parada allí mirándome como si hubiese prendido la casa en llamas.

—¿Qué es eso?—señaló mi cuello.

—¿Qué cosa?—me miré en el espejo

Tenía la marca de un beso en el cuello.

—Nada, debo haberme golpeado.

—Eso es un beso. A mí no vas a tomarme como tonta.

Mordí mis labios, aguantándome la dura contestación que tenía en la punta de la lengua.

—¿Y qué?

—¿Cómo que "y que"?

—Fue solo un amigo, madre.

—Ya te he pedido mil veces que me digas Esther.

—Más te vale que no haya sido en público. Falta que ahora encima de ebria piensen que eres fácil. No olvides tu apellido. Tu padre estaría avergonzado.

—Ah, ¡ya basta madre!—le grité.

—¡No! Ya me cansaste. ¡Este fin de semana no saldrás!

—¿Si?—la miré con una sonrisa—¿Y cómo lo impedirás? Ya tengo 21 años, Esther.

—¡Eres una irrespetuosa!¡No entiendo como saliste así! Te criamos y te enseñamos para ser respetuo..

—¡Tú no me criaste nada!—le grité—Nunca estuviste presente. Eres la peor madre del mundo. A ti solo te interesa lo que piensen tus amigos estirados. Tú a mí no me quieres.

Los ojos de mi madre se abrieron grandes.

—¡No saldrás! Si sales, venderé a Salomón. Sabes que el caballo está a mi nombre—me dijo con una sonrisa.

Bajé la mirada. Salomón era mi caballo, me lo había comprado mi madre cuando tenía 10 años. Amaba a ese animal más que a mi madre. Habíamos ganado varios torneos de salto ecuestre. Fuimos seleccionados para competir en el torneo nacional, pero decidí no competir cuando vi que su pata estaba algo lastimada. Podríamos haber competido y ganado. Yo sé que Salomón era mejor que esos otros caballos, pero tuve miedo de que se lastimase más su pata.

Felicitas aprende a andar en motocicleta (Salvajes #2) #FantaAwards2017 #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora