Capítulo 4 - Confesiones bajo la luna

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Talking in your sleep, de The romantics:
(...)
And I know that I'm right
Cuz I hear it in the night
I hear the secrets that you keep
When you're talking in your sleep (...)

Cuando abrí mis ojos, la motocicleta estaba bajando por una colina, los árboles junto a la carretera, nos daban la bienvenida, la luz de la luna se derramaba entre los árboles como una manta de seda blanquecina. Un giro a la derecha y seguíamos el descenso por un camino rocoso hasta llegar a un lago. Él detuvo la máquina y bajé a los tropezones. Su mano se eyectó y me sostuvo del brazo para que no cayera. Cuando me estabilicé, me soltó y se quitó el casco. Wow, había olvidado lo apuesto que era. Una mezcla entre Mark Wahlberg con la rudeza de Tom Hardy, con barba y todo. Su cabello estaba más largo en la parte superior de su cabeza que en los costados y su cuerpo, Magic Mike, Magic Mike...

-¿Qué es Magic Mike?- me preguntó con sonrisa pícara.

¡Mierda!

-Mmm...una canción que estaba tarareando.

Magic Mike miró mi atuendo y sonrió ampliamente.

-Me encantan esos piyamas- dijo con risas.

- Gracias, son mis preferidos.

-Aunque, más me gustaría quitártelos - dijo y levantó una ceja.

Reí incómoda. ¿Qué podía responderle a eso? Pues quítamelo todo. No, no soy tan fácil.

Se bajó de la motocicleta, tomó mi mano y nos sentamos en un tronco frente al lago. Era un lago pequeño rodeado de bosque con colinas en el horizonte.

-Wow, este lugar es hermoso. ¿Vienes seguido por aquí?

- Ya sé lo que estás haciendo, intentas distraerme, pero no voy a preguntarte qué pasó esa noche. Estoy aquí si quieres contarme, pero no tienes la obligación de hacerlo. Aun así créeme cuando te digo que es mejor que le cuentes a alguien.

-No, no puedo- dije mientras frotaba mis brazos por el frío. No podía contarle nada, había matado a una persona.

-¿Tienes frío?

-No, estoy bien- respondí.

-Bien- se sentó en el suelo con las piernas semi abiertas y me jaló hacia abajo. Terminé sentada entre sus piernas, mi espalda contra su pecho. Sus brazos me rodearon y me acercaron más a su cuerpo cálido.

-¿Mejor?

-De veras estoy bien- intenté alejarme de él un poco, odiaba ser una de esas niñas lloronas necesitadas, pero sus brazos me apretaron y quedé casi inmóvil.

Estuvimos sentados allí por un buen rato en un silencio pacífico y cómodo, observando el paisaje. Ya me había dado por vencida en intentar alejarme de él. Me acurrucaba entre sus músculos cuando comenzó a hablar.

-Tenía 20 años cuando me di cuenta que era diferente. Recientemente había muerto mi madre y nos había dejado a mí y a mi hermanita de cinco años solos. Fueron años difíciles, tenía que trabajar y nadie me daba empleo por falta de experiencia y encima no podía dejar sola a Violeta en la casa.

-Un día, volvíamos del almacén en el viejo Peugeot de mamá. Era un día lluvioso y la carretera estaba mojada, un auto que iba en frente nuestro se movía zigzagueante. Intenté sobrepasarlo pero no me lo permitía. Me mantuve alejado pero de un momento a otro perdió el control y volcó en medio de la carretera. Justo en ese momento se acercaba a alta velocidad un camión desde la otra dirección. Lo esquivé y terminé junto a la carretera en una zanja. Hubo unos segundos en que me paralicé, pero luego me di la vuelta para ver cómo estaba Violeta. Ella estaba en shock, todavía atada con el cinturón de seguridad, pero asustada. Bajé de inmediato y abrí la puerta trasera del coche, desabroché el cinturón de seguridad de mi hermana y comencé a hablarle. Una gota de sangre comenzó a bajar de su nariz, tomé un pañuelo de su mochila y lo detuve allí para detener la sangre. Entonces Violeta reaccionó y me aseguró que estaba bien. Ya más tranquilo, me acerqué al auto volcado, el conductor todavía estaba adentro, balbuceante. Cuando lo ayudé a salir del vehículo y noté que estaba ebrio perdí la cordura. Comenzamos a discutir, no podía creer cómo semejante estúpido tuviera permiso de conducir. Mi pulso se volvió loco, veía rojo. Momentos después, Violeta estaba jalando mi camiseta, llamando mi nombre. Estaba llorando, aterrada. El tipo estaba en el suelo, su rostro estaba tan lleno de sangre que era indistinguible y una de sus manos estaba destrozada. Había sangre por todas partes; en el suelo, en mi ropa, en mis manos, dentro de mi boca. Y lo peor de todo es que me gustó, el sabor de la sangre no me asqueó, sino que me excitó. Pero entonces supe que estaba en problemas. Tomé a mi hermana, la até en el asiento posterior de mi coche y fuimos a casa. Nunca escuché ninguna noticia acerca de lo sucedido, ningún rumor, nada. Tiempo después vi al hombre en la calle, su rostro era normal pero le faltaba una mano. Pasó junto a mí por la misma acera y no me reconoció. El tipo estaba tan ebrio el día del choque que no me recordaba.

Felicitas aprende a andar en motocicleta (Salvajes #2) #FantaAwards2017 #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora