Franco me llevó por un pasillo, abrió una puerta y me dejó caer sobre una cama. Cerró la puerta, se quitó su chaleco de cuero, y lo dejó sobre una silla. Al chaleco le siguió la remera, y yo estaba tan nerviosa que mis pensamientos se aglutinaban en mi cabeza como una enorme bola de estambre enmarañado. No podía creer que esto estaba pasando. Me moví sobre mi espalda hasta la almohada, usando mis manos y mis piernas. Franco me miraba como si quisiera devorarme. Se quitó las zapatillas y caminó sobre sus rodillas hasta posicionarse entre mis piernas. Su boca cayó sobre la mía, y a pesar de los nervios, el deseo se encendió. Sus labios bajaron por mi mentón hasta mi cuello. Mi cabeza volvió a dar vueltas. ¿Finalmente sucederá? ¿Cómo se sentirá? ¿Me dolerá? ¿Qué tal y si no le gusto? ¿Qué tal y si soy mala en la cama? Dios, Dios. ¿Qué tal y me arrepiento?
—Hey—murmuró Franco y levantó la cabeza para mirarme a los ojos—¿no estás aquí, verdad?
Sonreí nerviosamente y moví mi cabeza de lado a lado.
—Solo necesitas decírmelo—dijo, su mano comenzó a acariciar mi rostro—estaba algo excitado por tus palabras allí abajo que olvidé mis modales. ¿En qué estabas pensando?
No podía decirle lo que estaba pensando y arruinar el momento.
—Sólo necesito algo de tiempo—respondí.
Franco se recostó a mi lado y resopló. No pude evitar ver el bulto de sus pantalones. Mierda, ahora estoy más nerviosa.
—¿Pensé que eras un carpintero?—pregunté para cambiar el tema.
—Ajam, lo soy, pero solo es un pasatiempo—respondió, su brazo cubría sus ojos.
—Pero eres el presidente del club...¿qué hacen?
—Tenemos algunos negocios—respondió luego de un silencio largo.
—Negocios, ¿de qué tipo?
—Del tipo de los que no puedo hablar—respondió.
—¿Ilegal?—pregunté en un susurro.
—No quiero mentirte.
—Pues dime la verdad.
—Nope.
—¿Por qué no?—insistí.
—Porque tienes que ser miembro del club para saberlo.
—¿Y si quiero ser miembro?
—No puedes—respondió con una sonrisa.
—¿Y por qué no?—pregunté enojada.
—Porque eres mujer.
—¿Y?—pregunté y me senté en la cama.
Franco encogió sus hombros.
—¡Que machistas!—exclamé.
—Oye, no es mi culpa, es tradición. ¿Y por qué querrías tu ser miembro?
—Porque...—resoplé—me gustaría ser parte de algo, hacer algo. Tener amigos, una familia—dije y me sorprendí a mí misma. Voltié hacia la pared porque no quería ver la lástima en sus ojos.
—Puedes venir cuando quieras, aquí o a mi casa, no estás sola, bebé—dijo acariciando mis brazos.
No quería ponerme a llorar como una tonta así que busqué algo para cambiar el tema nuevamente.
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Felicitas aprende a andar en motocicleta (Salvajes #2) #FantaAwards2017 #WGA2017
Hombres LoboVivía la vida perfecta; dinero, joyas, ropa y diversión. Pero entonces vi las rasgaduras en mi perfecto castillo de cristal y supe que no era la princesa. ¿Qué haces cuando las mentiras son demasiado grandes para ignorarlas y caen como rascacielos...