Capítulo 12 - La caza

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Sorprendentemente caí en mis cuatro patas....sí, cuatro patas. Siempre pensé que cuando finalmente me transformara, mi yo humana desaparecería, no tendría consciencia y actuaría solo por instinto. Pero esta era yo, estaba allí y mi mente seguía despierta. Sin embargo, todo era confuso, veía como si estuviera entrando en un túnel. Podía escuchar cada sonido, el paso de las hormigas junto a la pared sonaba como los tambores de una comparsa, los autos a la distancia eran grandes monstruos que rugían hambrientos. 

Estaba en el patio de mi casa, aprisionada por los paredones y el portón que rodeaban mi hogar. Mi madre gritaba en la casa, podía escucharla pero no entendía lo que decía. Tenía que largarme de aquí, ¿qué haría mi madre si viera un lobo en el fondo de su casa? 

Gracias a Dios no teníamos gato.

Corrí hasta el portón, pero estaba cerrado, como todas las noches.

Tenía que haber alguna manera de llegar hasta el paredón. Volví hasta el fondo de mi casa y encontré la salida. Primero salté sobre un limonero, trepé hasta donde pude y desde allí junté mis patas y me lancé hacia el paredón. Caí sobre él con dificultad, mis patas traseras quedaron colgando, pero hice fuerza con mis garras y pude pararme sobre el paredón. Corrí con cuidado hasta el frente de la casa y desde allí salté sobre el portón. Otra vez caí desde una gran altura sin lastimarme, ¿una nueva habilidad, tal vez?

Un resoplido me llamó la atención y miré hacia la derecha. Juana, la empleada doméstica de mi vecina, estaba en la vereda y me observaba con horror. Antes de que gritara, corrí por la calle. Mis patas se movían a una velocidad inusitada, por momentos ni siquiera tocaba el piso, estaba volando, o así se sentía. Mi corazón latía con cierta libertad, enviaba endorfinas a todo mi cuerpo. Me sentía invencible, me sentía como el viento.

No sé cuánto corrí y me oculté, algo preocupada de que me vean. Mi mente me decía que si sabía ocultarme, podría pasar como un perro cualquiera. No quería pensar en las posibilidades.

Un aullido hizo que me detenga. Inmóvil, esperé como en un trance. Otro aullido y un aroma. No era cualquier aroma, sabía a quién le pertenecía. Y de alguna manera, que mi mente humana no podía descifrar, también sabía de dónde provenía. Seguí mi olfato hasta encontrarme con un bosque y enseguida supe que ese era el lugar donde había ido con Franco, el lago.

Caminé entre los árboles, ahora más tranquila al estar fuera del alcance del ojo humano. El olor se hacía cada vez más intenso. Caminé unos metros más y lo encontré. Estaba sentado sobre una roca, apenas podía ver el contorno de su cuerpo y sus ojos amarillos que brillaban en la noche. Parecía un fantasma, el rey del bosque. Era algo escalofriante, estaba allí sin gruñir, solo me observaba. Podía sentir su poder, sabía que había grandes colmillos en esa boca, pero también sabía que era él, Franco, mi Franco. Ni bien me acerqué saltó de la roca y me olfateó. Mi instinto me dijo que me quedara quieta y lo dejara hacer lo suyo. Después de olfatearme, él se movió unos metros y ladró. Pero eso no fue lo más sorprendente, sino el hecho de que otro ladrido salió de mi garganta. Él se largó a correr entre los árboles y lo seguí. Sólo corríamos, nada más, pero se sentía como si fuera un evento importante.

En un momento nos detuvimos, Franco alzó la cabeza, su hocico en alto se movía olfateando algo. Sus patas se movieron tentativamente hasta que se detuvo detrás de unos arbustos. Me acerqué para poder ver qué era lo que estaba viendo. Había un zorro, estaba olfateando de aquí para allá, su cola peluda se movía como un pivote. Su pequeño corazón latía rápidamente, muy diferente al de un hombre. Ese pequeño animalito era como una fruta caliente y jugosa en la noche fría. Imaginaba mordiendo su carne tibia, su sangre corriendo sobre mi garganta.

Felicitas aprende a andar en motocicleta (Salvajes #2) #FantaAwards2017 #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora