Prólogo

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Alguna vez escuché a alguien decir que puedes tener todo el dinero del mundo; puedes comprar mansiones hermosas, autos lujosos, mascotas exóticas; viajar por el mundo y tener ropa de diseñador. ¿Quieres a Justin Bieber cantándote en tu fiesta de 15? ¡Conseguido! Pero el dinero no te comprará felicidad o salud. Muchos de ustedes estarán de acuerdo con esto, pero yo no. Yo nací en una cuna de oro, hija del CEO de una de las empresas informáticas más grandes y exitosas del mundo y de una médica cirujana de famosos, dueña de varias clínicas privadas en todo el país. Desde que soy niña que mis padres se han asegurado de que nada me falte. Cada capricho, cada juguete, cada viaje, todo asegurado por la American Express negra de papi. ¿Amigos? Pues, a donde van los beneficios van también las amistades. Y todo eso señores, es felicidad, eso es vida. Ahora, ustedes se estarán preguntando, ¿qué pasa si te enfermas? Y estoy hablando de algo serio, no de una gripe. Bueno el dinero también puede comprarte un corazón, si, un trasplante de corazón. Cuando tenía diez años los médicos detectaron una anomalía en mi corazón. Nos dijeron que necesitaba un trasplante o tendría un 70 % de probabilidad de que mi corazón fallara y de que muriese en ese mismo año. Me pusieron en el número 20 de una lista de espera pero pasaron meses y meses y no aparecían donantes. Si bien yo no sabía mucho lo que estaba sucediendo, podía notar el cambio en mis padres. Se la pasaban discutiendo, mi madre lloraba y mi padre nunca estaba en la casa. Hasta que una mañana cuando mi mamá me estaba peinando, mi padre entró a la habitación con una sonrisa en la cara y dijo: -señoritas empaquen sus cosas que nos vamos de paseo a Suiza!

 —¿Pero de que estás hablando José?, que no estamos para...

 — Tenemos un corazón!— gritó mi papá.
—¿¡Que!?¿Pero cómo? ¿Nos subieron en la lista?— preguntó mi madre entre confusión y felicidad.
—No, no, negocios, Esther. Nada de lo que tengas que preocuparte
Mi madre colocó sus manos sobre mis oídos, — ¿sobornaste a alguien?— susurró.
— Lo hice.  —dijo mi padre con una sonrisa de guasón— Estamos primeros en la lista, sí. Pero como ningún donante apareció, tuve que buscar otra alternativa. Negocié un contrato con una clínica en Suiza. Tiene una paciente con una condición neuronal terminal que es donante. Si la paciente muere antes de que consigamos el trasplante con la lista de espera aquí, ese corazón es nuestro y la clínica gana unos cuantos aparatos de nueva generación. Y qué crees, cariño, la donante está a punto de ser de desconectada de un respirador artificial, así que empaquen. Tomaremos El jet privado en una hora!
¿Lo ven? Les dije, el dinero lo es todo. ¿O no?

Felicitas aprende a andar en motocicleta (Salvajes #2) #FantaAwards2017 #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora