La mañana siguiente de la visita de Jumin hizo florecer sentimientos cercanos con él en mi interior, sin embargo, no recuerdos. Pero al menos era un gran paso.
Al despertar, pude ver junto a mí el ramo de tulipanes blancos que encargó, pero junto a este en la mesita de noche también me percaté de algo que no había visto antes, algo tan pequeño que había pasado desapercibido en los días que llevaba allí. Estiré el brazo, logrando que mi mano lo rozara hasta alcanzarlo y poder verlo de cerca, tratándose de una sortija simple plateada con un brillante diamante que no era ni muy pequeño ni excesivamente grande.
Entonces, como si de un cubo de agua helada se tratara, un pensamiento recayó sobre mis hombros; no era un simple anillo, era una alianza de promesa.
A partir de ese momento y en adelante, estuve buscando entre la montaña de pensamientos y recuerdos que se habían instalado en mi cabeza tras la visita de Jumin, o eso intentaba pero un muro gigante me impedía el paso más allá de lo que me había dicho él. Estaba prometida con alguien, y no tenía ni idea de quién se podría tratar pues Jumin no mencionó nada pues, supongo, que pensó que eso no era un asunto en el que debía meterse. Sin embargo, pronto me di cuenta de que cada vez que trataba de descifrar la identidad de esa persona mi piel se erizaba pues, al parecer, pese a que mi mente no lograba recordar, mi cuerpo sí.
En mi labor de encontrar una respuesta a mis preguntas, pude escuchar por segunda vez en dos días la voz del doctor Jang a través de la puerta, mas no me molesté en prestarle mucha atención a la conversación hasta que la persona con la que parecía estar habló y un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral hasta la yema de mis dedos.
—El equipo médico está completamente de acuerdo con darle el alta a la señorita Venus y, como ya le expliqué a su familiar, no ha presentado ningún tipo de lesión salvo las craneoencefálicas, pero espero que de esto ya esté usted informado, señor Choi.
—¿Podría verla ahora? —respondió, con desesperación en su voz, como si esa fuera su prioridad antes de escuchar toda esa terminología de la sanidad.
—Por supuesto, ayúdele a recoger sus cosas y por favor, antes de que se vayan, firme la confirmación del alta médica en recepción. Les deseo suerte, esto es difícil, pero bien se dice que el amor es una fuerza que puede con todo, ¿no cree?
Apenas me dio tiempo a quejarme de que las paredes se hubieran solidificado de repente impidiéndome escuchar la conversación cuando la puerta comenzó a moverse, abriéndose poco a poco y dejándome oír un suspiro de aquel que la sostenía del pomo.
Se mostró vacilante pero, una vez que se hubo decidido, pude verlo y mi respiración se detuvo, y casi podría decir a ciencia cierta que mi corazón lo hizo al mismo tiempo. Era un joven alto, de cabello rojo brillante desaliñado y con ojos dorados que se podían ver a través de unas gafas de pasta color de color amarillo con detalles en negro. Vestía una chaqueta negra con acentos amarillos, como sus lentes, un jersey rojo y vaqueros. Además, pude ver que, aparte de unos auriculares gruesos naranjas, otra cosa colgaba de su cuello tratándose de un colgante acabado en una cruz plateada.
—Vee... —murmuró, siendo esto lo único que logró salir de sus finos labios.
Reaccioné sola, levantándome de un salto de la cama con mi mirada fija en la suya, y en un visto y no visto fui envuelta por sus brazos fuertes, sintiendo su mandíbula apoyada en mi cabeza.
—Estoy tan feliz de volver a verte... —dijo—, me sentí fatal cuando me llamaron diciendo que habías despertado y yo no estaba aquí contigo. No debía haberme ido de Seúl.
Me separó un poco de él, pero mantuvo sus manos en mi rostro con delicadeza produciéndome un nudo en mi garganta mientras apartaba la mirada con una sensación amarga en el pecho, antes de fruncir los labios y preguntar con miedo:
—Lo siento... es obvio que nos conocemos, ¿pero podrías decirme quién eres?
Mi frase pareció sentarle como una bofetada, pestañeó repetidas veces, incrédulo, y luego comenzó a reírse nerviosamente, pero paró cuando se percató de que de verdad no era una broma.
—¿Me estás tomando el pelo, no?
—Yo... —musité, intentando encontrar mi voz—. Lo siento de veras... pensé que sabías sobre esto, me siento fatal al ser yo quien te lo tenga que decir.
—N-No hay problema —respondió con desilusión, dando un paso atrás y perdiendo el contacto conmigo—. Quién mejor para decirme esto que tú misma, claro, a esto se referían con daños colaterales...
Me senté al borde de la cama, un poco aturdida.
—¿Cómo te sientes? —dije, con miedo.
—Todo irá bien... —contestó, como si hablara consigo mismo, y forzó una sonrisa totalmente falsa y dolorida—. Terminarás por recordar.
—Me ayudarás, ¿verdad?
—Yo... —Bajó un poco la mirada, esto parecía superarlo—. ¿Cómo voy a ayudarte, si tú... no sabes ni siquiera quién soy?
Aquella respuesta no es algo que yo esperaba, pero claro, era comprensible.
Deslicé mi mano izquierda bajo la almohada de la camilla, buscando a tientas el anillo que encontré por la mañana, y cuando lo hube encontrado se lo enseñé, tomándolo entre dos dedos con delicadeza.
—Esta alianza... es tuya ¿verdad? —murmuré, sin apartar la mirada de la sortija, y vi por el rabillo del ojo como asintió en respuesta—. En el primer momento que te vi lo supe, por la sensación que sentí y siento ahora mismo... Tal vez no recuerde ahora mismo todos nuestros momentos, pero es un hecho que de alguna forma sigo enamorada de ti y estoy segura que si lo estoy, esta fuerza que me transmites, no es algo sin importancia y volveré a enamorarme de ti.
Tras esto, lo miré, y pude ver como una lágrima amenazaba por salir de los ojos del chico, pero antes de que esto sucediera llevó su brazo derecho hacia su rostro para frotarse los ojos con la manga de la chaqueta, consiguiendo levantar levemente las gafas durante el proceso pues no se las había quitado antes. Después de esto sonrió, pero de verdad, no como las anteriores veces donde lo forzaba.
—Mi nickname es 707 —se presentó, más seguro que antes—. Mi nombre real es un secreto.
Extendió su mano hacia mí, con intención de que la estrechase, aunque antes de hacerlo pude darme cuenta que él llevaba su propia alianza en el dedo anular de la mano izquierda, ante esto calqué su sonrisa en mi propio rostro y finalmente cogí su mano.
—Un placer, yo no tengo nickname pero mi nombre real no es un secreto.
—Para ti tampoco en cuanto lleguemos a casa —contestó, guiñándome un ojo.
ESTÁS LEYENDO
Take me to the space [707xMC]
FanfictionVee despierta una noche confusa en un centro médico, sin saber siquiera cómo ha llegado allí o, lo que es peor, quién es. A las tres de la mañana, consumida por el insomnio, ve como la pantalla de lo que parece ser su dispositivo móvil se ilumina ha...