Capítulo 5: ¡Encuéntrala!

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Derek entró sigilosamente por la ventana de la habitación de Stiles e inmediatamente el olor a quemado le llegó, aún después de días el olor era horriblemente abrumador.

- Chico listo. - Derek sabía lo que Stiles había hecho, quemar algo para que Scott no se pudiera concentrar en otra cosa que no fuera ese olor embargante y saliera inmediatamente de la habitación, abrumado. - Por suerte tengo más paciencia.

Derek recorrió lentamente el cuarto, ignorando el olor que a cualquier otro ya lo hubiera hecho desmayarse. Abrió cajones, movió muebles, revisó debajo de la cama, entre las sábanas, detrás del escritorio entre los cables de la computadora y la impresora, todo sin hacer demasiado ruido, podía oír un corazón latiendo al ritmo de una persona dormida, John estaba en casa, y si se despertaba y lo encontraba merodeando ahí lo arrestaría. Se sorprendió cuando llegó a la pared donde Stiles normalmente tenía todos sus papeles e hilos conectando cualquier cosa que estuviera investigando, y lo encontró vacío, supuso que lo que había quemado era eso. Los muebles estaban vacíos, debajo de la cama no había ni una pelusa, la computadora estaba muerta por alguna razón y las sábanas olían a nuevo, no de ninguna manera especial. Siguió revisando y cuando se acercó al espejo de cuerpo completo le llegó un olor diferente, era muy débil, pero él lo reconocería entre miles de millones de otros. Apartó el espejo y, en la esquina del cuarto estaba arrinconada la chaqueta de Stiles del equipo de lacrosse. Estaba tan arrugada y mal doblada que Derek solo veía líneas irregulares blancas donde se debería entender "Stilinski". Con tristeza, levantó la chaqueta y el olor se intensificó ligeramente, la apretó contra su pecho y la llevó a su nariz, imaginando cómo sería tener a su pequeño hiperactivo entre sus brazos.

- ¿Quién anda ahí? - la luz del pasillo se encendió, John había despertado. Derek enrolló en su brazo izquierdo la chaqueta y salió ágilmente por la ventana.

Derek alcanzó a saltar del alféizar y aterrizar tambaleándose en el suelo justo cuando la puerta de la habitación de Stiles se habría. Corrió lo más rápido que pudo y se subió a su auto. Regresó la mirada a la ventana y se dio cuenta de que John se había asomado y lo había visto porque tenía el celular en la mano.

- Mierda. - Derek arrancó el Camaro y salió disparado. Cuando ya estaba bastantes calles alejado, paró y desenredó de su brazo la chaqueta, la dejó en el asiento del copiloto y se dispuso a ir al motel al que había llegado a hospedarse dos días atrás.

No había podido ir a la casa de los Stilinski antes porque estaba vigilada por Parrish y otro policía, suponía que para proteger a Stiles si regresaba y había pasado algo que tuviera que ver con lo sobrenatural, ya que probablemente no confiaba en la capacidad de Scott. Ese día por alguna razón Parrish no había regresado a su guardia ni su compañero, así que aprovechó el momento.

Se estacionó, y por primera vez desde que había dejado el loft, se permitió llorar. Lloraba porque sabía que eso, todo había sido su culpa. Creía que lo mejor para Stiles era que se alejara de él, pero que equivocado estaba. La culpa lo carcomía, lo hacía querer gritar, lo hacía querer arrancarse él mismo la garganta con sus garras. Sus pensamientos se tornaron en su contra más fuertemente, su voz no abandonaba sus labios, pero él se escuchaba.

Eres tú, es tu culpa. Le arrebataste a Stiles su felicidad, maldito egoísta. ¿No pensaste las posibilidades? ¿No creíste que tal vez podrías hacerle más daño si te alejabas? No, porque eres terco, crees que lo primero que piensas es lo correcto y te aferras a ello como una ley que hay que seguir. Terco, egoísta, idiota...

- ¡Cállate! - golpeó con furia el volante, pero su voz autodestructiva no paraba con los insultos, con las verdades. - ¡Cállate, cállate, cállate!

Sus lágrimas le nublaban la vista, se jalaba del cabello mientras sus garras se le clavaban ligeramente en el cuero cabelludo, se mordió con fuerza el labio e instantáneamente un sabor metálico le inundó la boca.

- Por favor, para ya... - apoyó la cabeza en el vidrio, dejando una mancha de sudor frío y con las lágrimas corriendo aún rápido pero en silencio. La voz decidió tener piedad e hizo lo que le suplicaban.

Pero en segundos volvió a escuchar su propia voz, esta vez tenía un tono entre triste y de reclamo.

¿Qué piensas hacer, Derek? ¿Dejarás esto así? ¿Te sentarás a lloriquear mientras Stiles sufre probablemente mucho más que tú? ¿Eh?

- No... - Derek susurró con dolor. Casi se podía ver, a otra imagen de él: la valiente, la amenazadora, la que infundía miedo y nerviosismo, o seguridad y calma según él decidiera. La que tenía el control, la que siempre sabía qué hacer y cómo hacerlo. Esa imagen le hablaba desde el asiento trasero del auto, señalándolo con un dedo acusador.

¡Entonces muévete! ¡Busca la solución! ¡Arreglo esto, Derek Hale!

- No sé cómo, no lo sé, no sé, no sé... - su voz volvió a quebrarse y más lágrimas amenazaron con salir, sus manos temblaban en su regazo.

Sabes que tienes que encontrar una forma, y eso es suficiente. Siempre encuentras la forma, porque siempre la hay. ¡Dilo, Derek! ¿¡Qué quieres hacer!?

- Encontrar a Stiles, amarlo, salvarlo... - una furia decisiva lo invadió, y se olvidó de lo rojos que estaban sus ojos y su nariz, y de la herida que aún sangraba ligeramente en su labio.

Entonces mueve tu estúpido y necio trasero, y haz algo, encuentra la manera. Encuéntrala.

Basta.

Derek arrancó de nuevo y salió del motel. Buscaría en cada lugar que se le ocurriera, preguntaría hasta a la última persona, y recorrería cada maldito trozo de ese maldito pueblo hasta encontrar a Stiles.

Y gracias a la parte de él que de alguna manera siempre se mantenía fuerte, pudo saber que iba a hacer: Iba a buscar a Stiles en el pueblo. Porque lo sabía, Stiles no sabia ido, no dejaría Beacon Hills, y Derek de alguna extraña manera lo sabía.

Aceleró hacia la mansión Hale y sonrío, orgulloso por primera vez de saber qué hacer.

Mancha De Tinta [sterek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora