Cap 1

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"Mi madre me sonrió con valentía cuando partimos, escondiendo el insoportable dolor del adiós a su hijo que partía en un viaje hacia la muerte. "

He pasado la noche con tres compañeros de la universidad en algún centro nocturno de Tokio. Gastamos todo el dinero que teníamos, pero ha valido la pena, cada Yen gastado; incluso no nos dolió empeñar esa laptop para completar los tres boletos de tren de regreso a casa, a Nigata. Ha sido una locura.

Son las 4 de la mañana, aún se ve oscuro, camino por la calle que conduce a mi casa, sólo iluminada por faroles que irradian poca luz. Los vecinos duermen pero a unos pasos de mi casa puedo ver que dentro, están las luces encendidas. .

Rayos, lo olvidé, es fin de mes y mi papá ha vuelto del trabajo como de costumbre.

Estoy consciente de que me merezco un regaño. Sin duda he hecho preocupar a mamá, el último mensaje de voz que le mandé ayer, justo antes de que se me acabara la pila, seguro estoy de que, no la tranquilizó mucho, por más que me haya esforzado en hablar como si no estuviera borracho. De seguro ha llamado después de eso... mientras yo estaba en aquel lugar... eso me avergüenza y me apena, pero ya está hecho. Debo afrontar la responsabilidad, me espera un gran sermón de 2 horas, y sé que merezco más que eso, pero es lo que menos quiero ahora... me duele la cabeza. Si tengo suerte, quizá estarán durmiendo y pueda escabullirme hasta mi cuarto si no hago mucho ruido. Cuando despierte, tal vez ya se me haya quitado la resaca y pueda tolerar esa verborrea sin que la cabeza me estalle o que vomite a medio sermón.

Abro la puerta, y sin hacer tanto ruido cruzo la sala, genial. Parece que están durmiendo. Subo las escaleras que me conducen a mi habitación, y justo cuando parece que lo he logrado, me tropiezo en el último peldaño de la escalera y pierdo el equilibrio, haciendo que entre mi estado de ebriedad me caiga y tire el florero de mi mamá, el cual rueda por toda la escalera y, como si fueran mis redobles de tambores, me hace el favor de avisarles a todos que ya llegué.

Ni modo, ya no puedo huir, la verborrea tendrá que tomar lugar ahora, me siento en esa escalera y espero mi muerte, estoy perdido.... pero...pasan 5 minutos y nadie aparece. No sé si alegrarme o preocuparme. La casa está muy silenciosa. Mejor para mí. Han de tener el sueño muy pesado por estarme esperando y ahora duermen profundamente.

Me dirijo a mi habitación y cuando paso por el cuarto de mi hermana, descubro que la puerta está entreabierta. Dentro del cuarto, parece estar la tv encendida. De acuerdo..., esto ya me empieza a oler mal... me asomo por la puerta entreabierta y descubro que mi hermana yace en el suelo en un gran charco de sangre. La resaca se me quita de golpe, recupero el sentido. Mi corazón late con fuerza. ¿Qué ha pasado?, Salgo de la habitación y me dirijo a la sala. Veo que también el televisor de la cocina está encendido, no pude oírlo antes por mi estado etílico. Entro a la cocina y veo que mi padre y madre están en las mismas condiciones que mi hermana. Un grito rasga mis cuerdas vocales mientras me dejo caer de rodillas ante mis padres muertos.

Son las 6 de la mañana, la policía ya se encuentra aquí, el perito se encuentra haciendo lo suyo mientras un detective me hace algunas preguntas. Le cuento lo que vi, pero al parecer no puede creerle a un chico de 20 años hediendo a alcohol.

Estoy en shock. Aún no lo creo. Esto no puede estar pasando.

Alrededor de las 10 am llegan algunos vecinos, las malas noticias corren rápido. Me hacen unas cuantas preguntas y les cuento lo mismo; tras unas palabras huecas de consuelo, ellos me dicen que no me preocupe. Se hacen cargo de los preparativos para los funerales. Para las 6 de la tarde. Estamos en el cementerio.

El servicio fúnebre comienza, al menos 100 personas se han dado cita aquí, algunos amigos de mi papá, las amigas vecinas de mamá y compañeras de escuela de mi hermana, todos lloran. La ausencia de los familiares en el funeral me distrae un poco, papá y mamá nunca habían hablado de sus familias, no hay abuelos, tíos, o primos. Me pregunto por qué, y al preguntarme sobre la familia, caigo en la cuenta de que ahora yo estoy en las mismas condiciones (sin familia), nadie asistirá a mi funeral. Aún no lo creo. No creo que estén muertos. No puedo llorar, estoy en shock.

A las 8 pm, el funeral se ha realizado. Los amigos y vecinos se han ido. Me han dicho que me esperan en la casa, ellos se adelantan, parecen entender mi dolor, necesito llorar y pasar ese tiempo.

Una vez que estoy solo, inmerso en mi soledad, me hinco delante de las tumbas, empiezo a llorar amargamente. Les pido perdón a mis padres, por todo lo indisciplinado que he sido, por ser desobediente y rebelde, el mal hermano que siempre se la pasaba discutiendo con la hermana menor. Lo he perdido todo y no me queda nada. Lloro a lágrima viva. Deseo ser yo quien esté muerto y no ellos. Me he quedado solo.

Entre tantas lágrimas, mocos y sollozos, saco de mi cintura el arma que sabía, dónde escondía papá y que he traído al funeral; le pido perdón por eso y le prometo que será la última vez que desobedezco y deshonro de esa manera. Ofrezco mi vida, es lo menos que puedo hacer: darme muerte y limpiar mi honor delante de mi padre. Meto el cañón de la Glock en la boca y aprieto los ojos para jalar del gatillo. Una voz me sorprende.

--- Si quieres disparar, primero debes quitar el seguro.

Guardo el arma asustado y me pongo de pie rápidamente. Me limpio los ojos y veo que, quien está delante de mí, es una persona que estuvo en el funeral. Viste un traje negro y usa gafas oscuras. Un señor muy formal de algunos 50 años

--- ¿Qué hace aquí? --- pregunto enojado.--- El funeral ha terminado

---Al parecer habrá uno más.--- dice, aludiendo a mi reciente escena--- no creo que a tu padre le hubiese gustado que tomaras esta decisión tan cobarde. --- dice dirigiendo su mirada a mí, para luego alternarla a la tumba de mi padre como compadeciéndolo por tener un hijo cobarde.

Eso me hace enfurecer.

--- ¡No vuelva a mencionar a mi padre!--- le advierto seriamente.

--- ¿O qué?, ¿vas a dispararme?--- cuestiona mientras se ríe y se acerca.

Le apunto con el arma.

--- ¡Aléjate! --- le vuelvo a advertir.

El tipo pasa mis advertencias por alto y se acerca lo suficiente para estar a un paso de distancia de mí. Dirige su propia cabeza hacia el arma para tenerla justo en la frente. Agarra el cañón de la pistola y dice:

--- Anda. Dispara.

Se sorprende cuando quito el seguro del arma y me mira con los ojos abiertos como platos, pero sin dejar de sostener el arma contra su frente. Después unos breves segundos... al ver mi indecisión, vuelve a reírse, y repite, esta vez con más energía.

--- ¡Vamos!, ¡dispara!

Voy a jalar el gatillo, pero en un rápido movimiento, el sujeto me desarma y me tira al suelo, recoge el arma que ha caído a un paso de mí. Ahora él me apunta y dice:

--- Pobre muchacho, no eres más que un cobarde. Debería hacerle un favor a tu padre y matarte aquí mismo... pero no, aún lo estimo y no dejaré que ensucies su tumba con tu asquerosa sangre.

Parece que me ahorrará la fatiga de suicidarme, pero me sobresalto cuando dispara, tan cerca de mí, que, tras 8 tiros parece haberme dejado sordo.

Me arroja el arma descargada al pecho. Deja una flor de loto en la tumba de mi padre, da media vuelta y se dispone a irse.

--- ¡Espere!--- le digo reponiéndome.


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