Como de costumbre ciel se ha dado a la tarea de molestar a su mayordomo una vez más encargándole una ridículamente imposible tarea...
Enseñarle a hablar a Pluto, su gigantesco perro demonio, después de dar la orden se marcha con todos los demás a...
Ciel subió a su carruaje en compañía de todos sus sirvientes, a excepción del mayordomo demoniaco.
-Estoy harto de que me sigas a todas partes como una sombra, tú te quedarás aquí cuidando la mansión mientras nosotros nos vamos a la casa de Elizabeth en América... regresaremos en un par de meses.-Dijo el pequeño conde, por un segundo levantó su vista por encima uno de los hombros del azabache, vio a su mascota demoníaca saltando sobre las flores y sonrió maliciosamente.-Mientras no estamos tu misión será enseñarle a hablar a Pluto, es una orden.-Ordenó tajante el chico.
-Yes, my lord.-Respondió con obvio desagrado el mayordomo, por lo que el mini conde sonrió, no había cosa que más le gustara que lograr enojar al perfecto mayordomo.
-Bien, ya que todo está claro, vámonos.-Finalizó sonriente el mini conde para que luego el carruaje arrancará y se perdiera en la distancia. El malhumorado mayordomo caminó hacia el hombre-perro, y este al verlo deja de arruinar las plantas de la elegante entrada, moviendo feliz al verlo.
-Desde ahora te enseñaré a hablar, pero antes tienes que aprender a que es obligatorio que uses ropa.-Informó fríamente el azabache, algún día tendría el alma de ese mocoso y luego la devoraría con gran entusiasmo.
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A medio día en la biblioteca...
Pluto había sido vestido apropiadamente por Sebastián antes de comenzar sus lecciones.
-De acuerdo, empecemos, por lo básico, el alfabeto... repite después de mí: A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N...–El pobre peliplata no entendía nada y solo se limitaba a observar confundido.
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-Al parecer tendré que ir un poco más despacio.-El mayordomo entendió que debía ir más despacio y así lo hizo. Eso iba a ser un arduo trabajo, pero la palabra imposible no existía en el diccionario del azabache.
Despacio y con mucha paciencia le fue enseñando todo poco a poco. Tardo más de lo que esperaba, pero el resultado era, como siempre, perfecto. Ahora Pluto podía hablar, leer y escribir correctamente, incluso era capaz de razonar un poco más allá de sus instintos animales. Otra misión exitosamente realizada por parte del mayordomo demoniaco. Únicamente era cuestión de que el amo regresara y pudiera (morirse del enfado) contemplar su perfecto resultado.
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Una noche, el azabache disfrutaba de una taza de té a solas y en calma. Mirando la luna asomarse por la ventana, algo se sintió extraño en la calma de la noche. El silencio y la tranquilidad eran demasiadas. Dejo su taza de té a un lado y se encaminó para revisar a cierto perro revoltoso y molesto.
En los terrenos traseros de la mansión Phantomhive...