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Tras tanto tiempo llevando solo sudaderas anchas que pudiesen tapar todo su cuerpo, Becca ahora se sentía incómoda al llevar una camisa y unos pantalones pegados.

Si hubiese sido por ella, hubiese usado la sudadera, pero Chris había insistido en que no era la mejor idea. De todos modos, ella sabía que aquella ropa era simplemente una tapadera para ocultarle a los demás en quien realmente se había convertido. Por fuera podría aparentar estar bien, pero por dentro se sentía todavía destrozada.

Así que ahora Becca se encontraba en una cafetería, delante del dueño de esta, mientra le hacía varias preguntas. Aunque ella no estaba demasiado segura de si hacía eso por ella misma, o porque Chris le había dicho que debía hacerlo. Sabía que él quería ayudarla, hacerla volver a ser como antes, pero Becca veía aquello demasiado difícil.

—¿Por qué quieres trabajar aquí? —le preguntó el dueño, Miller.

—Eh..., bueno. Está cerca de mi casa —contestó Becca simplemente, a lo que él elevó una ceja.

—¿Solo eso? ¿No tienes ambiciones de llegar más lejos o algo? —ella decidió no responder, a lo que él siguió con las preguntas—. ¿A qué te dedicabas antes?

Eso era una pregunta graciosa.

Ahora mismo, nadie diría que hace tiempo Becca fue una mujer respetada. Una mujer que había conseguido todo lo que había querido en la vida luchando por ello. Había llegado a lo más alto para luego hundirse como nadie nunca lo había hecho.

—Era parte de un bufete de abogados —Miller frunció el ceño.

—¿Un bufete de abogados? ¿Y por qué lo dejaste? —esa pregunta incomodó a Becca.

Si tuviese que explicarle por qué había dejado aquel trabajo, tendría que explicarle que toda su vida se desmoronó un día y que desde entonces no había conseguido recuperarse y se había convertido en una persona desconocida para todos. 

Pero nada de eso salió de su boca.

—No creo que necesites saber eso para poder contratarme —contestó ella, con un leve atisbo de molestia en su voz. No quería que nadie le preguntase sobre lo que le había pasado.

Miller se quedó unos segundos mirándola, para luego recoger los papeles que Becca le había entregado y devolvérselos.

—Bien, empezarás mañana —dijo él.

Becca al principio se quedó extrañada. Desde un primer momento había sabido que aquello no funcionaría. Que nadie querría contratar a una drogadicta como ella era.

Y que, además, sus respuestas tajantes molestarían a cualquiera y decidirían alejarla.

Sin embargo, Miller había visto algo en ella y quería darle aquella oportunidad.

Ella no supo qué decir, así que simplemente le sonrió y se levantó de la mesa, saliendo de aquel despacho.

Ando hasta su apartamento lo más rápido que pudo y, en cuanto llegó, lo primero que hizo fue deshacerse de aquella incómoda ropa, para luego fundarse simplemente en una sudadera cómoda.

Sentía una extraña sensación en su pecho que la hacía estremecerse. ¿Sería realmente capaz de volver a una rutina? 

Después de todo lo que había pasado, sentía que todavía era demasiado pronto para ello. Que necesitaba un poco más de tiempo para recuperarse. 

Por un momento llegó a arrepentirse de haber ido allí. Pensó seriamente en que al día siguiente no iría y esperaría a que Miller comprendiese que ella no iba a aparecer y le diese el puesto a otra persona. Ella no estaba preparada para todo eso.

Sintiéndose nerviosa, se levantó del sofá para buscar alguna pastilla que consiguiese calmarla. La ya tan conocida presión en su pecho estaba empezando a aparecer, y la única manera que ella conocía de hacer que desapareciese era tomándose esas pastillas que sabía que estaban acabando con ella.

Pero no le importaba. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que el dolor en su interior desapareciese.

Justo cuando estaba sacando el bote con las pastillas dentro, oyó que tocaban a la puerta de su apartamento y por un momento se decidió a no abrir. Sin embargo, cuando oyó la voz de Chris, guardó el bote y fue hacia la puerta, abriéndola.

Al hacerlo y ver la sonrisa de Chris, la presión en su pecho empezó a desaparecer con lentitud y se sintió más calmada.

Becca se hizo a un lado y dejó que él entrase. Tenía la casa desordenada como siempre, pero no le importaba que él la viese así.

Chris se sentó en el sofá y dejó su maletín a un lado, mientras miraba a Becca con una sonrisa.

—¿Y bien? —le preguntó él. Ella se sentó a su lado.

—¿Bien qué?

—¿Te han dado el trabajo? —quiso saber Chris.

Él sabía que ella iba a ir a buscarlo. Justamente había sido él quien le había recomendado ir a aquel sitio y quien le había escrito la dirección de la cafetería en un papel días atrás. Desde entonces, ese papel había quedado arrugado y olvidado en algún rincón de la casa hasta que una mañana, después de haberse tomado varias pastillas y haberse sentido culpable como siempre, Becca encontró el papel y decidió probar.

—Sí... —susurró ella, a lo que la sonrisa de Chris aumentó.

—Eso es genial —exclamó, pero al ver la expresión de Becca frunció el ceño—. Lo es, ¿no? —ella se encogió de hombros.

—¿De verdad crees que estoy preparada para eso, Chris? —Becca bajó la mirada—. Ir allí no ha sido algo fácil para mí y fui porque realmente no creí que me fuesen a dar el trabajo. Pero no creo que pueda hacerlo.

—¿Por qué?

—Llevo demasiado tiempo aquí encerrada, buscando maneras de consolarme. Sin importarme nada más que mi propio dolor. Intentando encontrar algo que me despeje. 

—Ese algo puede ser este trabajo —sugirió él a lo que Becca suspiró.

—No lo sé, Chris...

—Solo inténtalo —le pidió él, cogiendo las manos de Becca entre las suyas. Estas se encontraban tan frías como si estuviese acariciando el propio hielo—. Simplemente inténtalo, Becca. 

Ella seguía creyendo que no sería capaz de hacerlo. Sin embargo, la mirada de Chris le transmitía que sí podría, le hacía creer que no había ningún obstáculo para ella. Él le daba la fuerza necesaria para hacerlo.

Y aquello solo hacía que se engañase a sí misma.

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Feliz Navidad atrasada a todos <3

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⏰ Last updated: Dec 28, 2016 ⏰

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Bloodsport ◇ C. EvansWhere stories live. Discover now