Capítulo XXV

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Tiffany

Pasaron once minutos exactos antes de que pudiésemos subir a la noria. Jake me miraba sentado a mi lado. Pensaba que no lo veía. No sabía bien si estaba celosa de Mireia, o si él estaba interesado en ella, así que simplemente se lo pregunté.

-¿Te cayó bien Mireia? -dije mirando como mis pies sobrevolaban fuera del vagón de la noria.

-Es guapa. -quería ponerme celosa, lo veía en sus ojos y su sonrisa burleta. Y lo estaba consiguiendo.

-Ya -dije secamente, quizás demasiado seca. -me alegro -dije con una sonrisa, para intentar suavizar las palabras anteriores.

-A ver si la vuelvo a ver. -No Tiffany, no le demuestres que estás celosa, no lo hagas.

Supongo que al ver que no dije nada habló él.

-Aunque tú estás mejor. -debió notar que esas palabras me alegraban, porqué sonrió con satisfacción.

Me pasó el brazo por los hombros cuando la noria se aturó tres minutos arriba del todo. Mi alrededor era de lo más bonito que había visto nunca. Estaba cansada y apoyé la cabeza en su hombro. No parecía molestarle, así que me acomodé. Me dio un beso en el pelo y en ese momento entendí que no estaba interesado por Mireia, solo lo hacía para molestarme. Pero para asegurarme, sencillamente lo dejé caer.

-¿Te gusta Mireia? -sonrió. Se tomó su tiempo para contestar, seguramente quería hacerme sufrir.

-¿Te importa mucho? -no quería contestarme. Al ver que no contestaba respondió mi pregunta. -No Tiffany, no te preocupes.

No tuve tiempo de contestar, porqué ya habían pasado los tres minutos y la noria empezaba a descender. Aunque tampoco sabía muy bien que contestarle.

El día pasó muy deprisa, me lo había pasado realmente bien. Nos dirigíamos hacia el coche, aunque no tenía ganas de volver a casa y él seguramente tampoco. Me apoyé al capó del coche y me senté encima.

-Jake... no tengo ganas de volver a casa. ¿Nos podemos quedar un ratito más? -sonrió al escuchar mi petición.

-¿Eso significa que te lo estás pasando bien? -no quería responderle, él mismo ya sabía la respuesta. Abracé el koala de peluche que me había ganado lanzando discos. -¿Te gusta? -dijo refiriéndose al muñeco.

-Me encanta. -se lo miró detalladamente. Se sentó a mi lado y me lo quitó. No se lo impedí. Empezaba a oscurecerse, y empezaban a ser visibles las estrellas. Me encantaba mirarlas. Papá de pequeña me contaba historias relacionadas con las estrellas. Nos tumbábamos en el sofá que teníamos en el jardín de casa y nos quedábamos mucho tiempo allí. Me acomodé en el capó y me estiré.

-No vayas a dormirte, que no sé dónde vives.

-Me encanta mirar las estrellas. -dije sin contestar su afirmación.

Supongo que el tiempo pasó más deprisa de lo que mi reloj era capaz de ir. O quizás yo estaba realmente muerta de sueño. El caso es que me dormí, y esa noche él no me despertó.

Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora