Capítulo XXXVIII

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Tiffany

La alarma sonó a las diez y media y me desperté con entusiasmo. A las cinco debía estar en casa de Mireia, cuatro calles más abajo.

Me quité el pijama con un movimiento ágil y encendí el agua caliente de la ducha. Me enjaboné el pelo mientras cantaba con dulzura.

Al salir de la ducha me miré en el espejo. Me encantaba mi pelo... pero en cuanto al demás físico, no me gustaba nada; y cuando digo nada, es absolutamente nada.

Temía no gustarle a los demás. Me daba muchísimo miedo que descubrieran como era en realidad, podía no gustarles. Tenía miedo, pero no de nadie; más bien de mi misma, de como podía llegar a reacciónar. Mi mayor miedo era yo misma.

-¿Me prestas colonia? -los ojos de Eden aparecieron al borde del marco de la puerta del lababo, evitando mi mirada. Me olvidé de las reflexiones y me quedé pensativa unos instantes.

Me la quedé mirando fijamente mientras agarraba con fuerza la toalla que me envolvía.

-Claro, ten. -le aseñalé con la mirada un frasco delante mío. Se tiró casi medio pote por encima y se fue, algo tensa. Había sido un momento bastante incómodo.

Me puse el vestido azul y los zapatos que había comprado con Eden y me peiné, a continuación sequé mi pelo.

Ya eran casi las doce. Me puse maquillaje y bajé las escaleras. Papá estaba cocinando pescado con verduras.

-Comeremos en media hora. -dijo contestando mi pregunta sin que la formulara.

Subí a mi habitación y encendí el móvil, ya que durante la noche siempre lo apagaba. Nada. Ningún mensaje de Jake quiero decir.  Tenía uno de Mireia, anunciándome que Samuel y Tristian venian, que Sofie, ella y yo iríamos andando desde su casa y que Berta iría más tarde con una amiga.

Le respondí con un breve ok, y miré a mi alrededor. Hacía un año que podía irme legalmente de casa. Y la verdad, quería hacerlo, pero necesitaba un dinero que no tenía.

En una esquina de la habitación, mi vieja estantería verde se sostenía débilmente sobre el suelo. Vi mis viejas puntas de ballet encima de ella y me acordé de mis amigas que tenía allí cuando era pequeña. Las perdí de un día para otro, al borrarme de las clases de baile, y nunca más volví a saber de ellas.

Me llegó un mensaje y corrí para ver de quien era, pero tan solo era un mensaje más de Mireia, que contestaba ok. Suspiré desanimada.

Bajé las escaleras y entré en la cocina. Ayudé a mi padre a parar mesa y serví los platos. El pescado casi se había quemado en el horno, pero mi padre siempre decía que la intención era lo que realmente contaba y no quería traicionar sus pensamientos.

La comida fue lenta y tensa, ya que nadie sacaba tema de conversación. Eden y yo nos mirábamos intentando disimular sonrisas de apoyo, ayudándonos las dos mutuamente. Marie se quedó con papá para fregar los platos y yo me fui de la cocina resignada habiendo sido espectadora de su evidente flirtreo.

Llegué a casa de Mireia puntual, como hacía siempre. Habíamos quedado con Eden que seguramente nos veríamos allí, aunque realmente no lo pensaba, ya que habría mucha gente y ella estaría con sus amigas. 

Mireia iba realmente preciosa, y ella, por la forma como me miraba, parecía pensar lo mismo de mí.

Subimos en su coche con la música a tope y nos dirigimos a mi cafetería favorita del muelle, dónde en la puerta nos esperaban Sofie, Tristian, Samuel y un chico que no recordaba haver visto nunca. Abracé a Sofie y le di un ruidoso beso en la mejilla derecha.

-Samuel y Tristan -dijo Mireia aseñalándolos.- Y ese es Harry.

Harry fue el único que se acercó a mi para darme dos besos, cosa que me sorprendió, ya que era el que menos me conocía, por no decir que no me conocía. Se apartó de mí y pareció que me había guiñado el ojo, aunque rápidamente me borré esa idea y deducí que era fruto de mi imaginación.

Nos acercamos a un bar situado en la arena de la playa, y pedimos la primera ronda de bebidas de la noche. La música se escuchaba salir muy fuerte de los altavoces situados encima del escenario.

El alcohol pareció subirme muy deprisa. No estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones. Estábamos sentados en una mesa del fondo del bar, jugando al "yo nunca he..." e iba por la tercera copa. Notaba que el cuerpo me pesaba, y el fondo cada vez era más borroso.

Mireia me animó a seguir jugando y Samuel añadió que era una blandengue. Quizás esaspalabras fueron las que motivaron a mi orgullo a seguir jugando. Bebí hasta tres basos más, y ya iba muy borracha.

En ese momento apareció Berta, y su amiga era, ni más ni menos que Eden. No quería que Eden me viera en aquellas condiciones, así que anuncié que me iba a dar una vuelta por la orilla, saludando a Eden y Berta con un b¡abrazo a las dos a la vez. Cre que lo hice para mantener el equilibrio.

-Te acompaño. -dijo Harry.

-Mejor. -añadió Mireia seguramente para que no hiciera el pena de lo borracj¡ha que iba.

Me intenté negar, pero mi cabeza era incapaz de formular una frase correcta.

Cerca de la orilla, me quité los zapatos y sumergí mis pies en la arena caliente. En ese momento empezó a sonar una de mis canciones favoritas, y, sin dudarlo, empecé a bailar como una loca, debajo de la mirada divertida de Harry.

-Baila conmigo. -no sabía lo que estaba diciendo. No sabñia por qué acababa de decirle eso a Harry.

Harry se levantó de la arena de inmediato y se pegó a mi, bailando al mismo compás que yo. Nuestros cuerpos parecían encajar perfectamente.

Puso sus manos temblorosas en mi espalda, y cada vez las bajaba más hasta que llegó a mi cintura. Estaba cansada, y colgué mis manos en su cuello, para poder mantenerme de pie.

Harry debió interpretar mal aquello y pegó sus labios a los míos, dejándome atónita. Cerré las pestañas de puro cansancio y lo último que recuerdo fue seguire el beso, aunque, en mi imaginación, yo besaba a Jake.


Me desperté a las cinco de la mañana en casa de Mireia. Tenía un dolor de cabeza horriblr y un sentimiento de culpabilidad en el pecho. había besado a Harry. Mireia dormía en el sofá, y vi mi móvil en la mesa del comedor.

Lo miré y tenía más de diez llamadas perdidas de papá y Eden. Tenia un mensaje de un desconocido, decía que era Harry. Samuel debía haberle dado mi número. Quería que Harry se olvidara de todo aquello, ya que para mi simplemente había sido un error. 

No sabía si Mireia y las demás sabían lo que había pasado entre ambos, ni cómo llegué a casa de Mireia, pero profundamente deseaba que Harry no les hubiera contado nada de lo que habia sucedido.

Apagué el móvil y me tumbé en la cama de Mireia. Estaba hecha polvo.

Y dormí. Y puedo jurar que nunca recuerdo haber dormido tanto como en aquél día.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2017 ⏰

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Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora