Capítulo XXXVII

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Jake

Al día siguiente me levanté con el molesto sonido de la alarma. Le di un golpe seco de mal humor, no me gustaba levantarme temprano.

Me vestí con hagilidad y me bebí un zumo de naranja de un trago. Me abroché los zapatos al mismo timepo que miraba el reloj de la coina, impaciente. Resoplé antes de coger la chaqueta de cuero y salir de casa.

Bajé las escaleras corriendo, tropezando con el último escalón, pero sin llegar a caer al suelo. Suspiré y miré hacía la pared, deseoso de que construyeran un ascensor. Salí por la puerta principal, y entré en mi coche, al mismo tiempo que encendía el motor a toda prisa.

Llegué en breves momentos delante del mecánico, y entré saludando al secretario con el que había hablado la primera vez que había estado allí. Aunque él hizo ver que no me había reconocido. Me acerqué a la silla que estaba delante de su escritorio y le pregunté dónde debía ir, ya que era mi primer día.

Pareció algo disgustado de que no lo supiera, y se levantó de mala gana para acompañarme al interior del taller. Me presentó Davide, mi futuro jefe.

-Jake, trabajarás como camionero, ahora mismo no necesitamos nadie más en el taller... -me miró. -acompáñame al párquin, ahora te lo enseño.

Asentí con la cabeza  todas sus afirmaciones. Le dijo al secretario que se fuera a trabajar, mientras nos dirigíamos al parquin por la puerta trasera.

-Irás a un taller más grande que el nuestro, y te darán piezas de coche y cosas así. -no parecía tener mucha idea de lo que me estaba diciendo. -Se lo pagamos por cuentas bancarias a los propietarios, así que no deberás pagarles en metálico. La dirección está registrada en el GPS, de hecho, es la única dirección registrada. Tendrás que ir, cojer las piezas y volver, y sólo trabajarás por la mañana. -había algo en su tono que no acababa de comprender. Cada vez que decía piezas, miraba hacía el suelo.

Me enseñó el camión, aseñalándolo desde la lejanía.

-Entendido. -dije amablemente. 

La mañana transcurrió lenta y pesada, pero debía acostumbrarme, ese iba a ser mi trabajo de verano. Necesitaba el dinero para pagar el piso y todas sus despesas, ya que ya me había gastado todos mis ahorros, e intentaba ahorrar para poder pagarme una carrera.

Terminé de hacer el encargo que se volvería rutinario, y volví a casa. Comí con tranquilidad, mientras miraba las noticias en la televisión. Una noticia me llamó bastante la atención, sobre unas piezas robadas. En ese momento pensé en Davide, y en las cajas muy bien empaquetadas que había llevado al taller. Encajaban con la descripción que estaba diciendo el periodista.

Eran esas, exactamente las cajas que aparecían en la pequeña pantalla. Claramente, no iba ha decir nada, no había ni trabajado una semana, y no quería que me despidieran. Más que nada, lo hacía por qué necesitaba el dinero.

Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora