Capítulo 1

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Se consideraba cómo la mujer con menos suerte del mundo. Su sensei la había abandonado cuando era una niña, tenía un sello maldito y en el amor, tampoco le iba bien. De nada servía ser una de las mejores kunoichis de Konoha si en la base de la vida humana le iba mal. Shizune no era más que un fastidio para ella. Siempre le daba excusas estúpidas sobre porque no podían verse o la razón por la que había besado a otra persona en una de las borracheras que a veces organizaban los Jōnins de la aldea para relajarse. Anko simplemente estaba harta de los juegos, y eso que a ella le encanta jugar con el sufrimiento de sus enemigos.

            La pelimorada caminaba por las calles de Konoha tratando de pensar en cualquier cosa que no fuera la ayudante de la Hokage. Preferiría estar en el trabajo pero Ibiki al ver su cara larga y notar su mal humor, había decidido mandarla a casa a descansar, pero su departamento le traía malos recuerdos acerca de Shizune. Entre más pudiera estar lejos de su hogar, era mejor.

            Más desgracias no puede haber en mi vida, pensaba la Mitarashi, hasta que alguien chocó con ella.

            ―Fíjate por dónde ca...mi...nas―su voz se entrecortó cuando levantó la mirada y vio a una chica de ojos rojos y cabello negro ondulado, quien la miraba fijamente.

            El corazón de Anko comenzó a latir fuerte, sentía cómo se estremecía su cuerpo con la simple mirada de la kunoichi de ojos rojos. La pelimorada tragó saliva con dificultad, pues nunca había sentido eso alguna vez en su vida.

            ―Disculpa―dijo Anko muy apenada, ya que le daba vergüenza que su mal humor hubiera salido a la luz frente a tan linda mujer―, no era mi intención.

            ―No te preocupes, a veces tenemos un mal día y es inevitable enojarnos por cualquier cosa―la chica de ojos rojos le sonrió―. Eres Anko Mitarashi, ¿cierto?

            ―Sí―contestó tímida―. Tú eres...―Anko ya había visto de lejos a esta mujer en muchas reuniones de Jōnins, pero no recordaba su nombre y mucho menos haber visto alguna vez la intensidad de su mirada.

            ―Kurenai Yūhi―la pelinegra volvió a sonreírle.

            ―Mucho gusto―le dijo Anko amablemente.

            ―El placer es todo mío. ¿Irás a la reunión de Jōnins a las siete?

            ¿Había reunión de Jōnins ese día? Anko no lo recordaba, se encontraba totalmente perdida en los ojos de Kurenai. Tenían algo que la atraía demasiado y no era su belleza ni el color extravagante, era algo más profundo.

            ― ¿De verdad? ―preguntó Anko totalmente desorientada.

            ―Sí, supongo que has tenido un mal día y por eso no lo recuerdas―le contesta Kurenai con tono comprensivo.

            ―Tienes toda la razón.

            ―Anko, es un placer hablar contigo, pero tengo que irme para hacer unas cosas. ¿Te veo a las siete en la reunión? ―la pelimorada pudo notar cierto sonrojo en las mejillas de la Yūhi, pero no sabía si eso había sido producto de su mente.

            ―Claro, te veo al rato.

            Anko vio como Kurenai se daba vuelta y se alejaba. Tenía el impulso de seguirla para ver donde vivía o que le gustaba hacer, pero esa podía ser la peor idiotez de su vida. Lo mejor era buscar a Kakashi, su confidente y mejor amigo, y contarle lo sucedido, la forma en que los ojos de Kurenai parecían ver a través de su alma.

            La Mitarashi corrió hasta el departamento de su mejor amigo y al llegar ni si quiera molestó en tocar. Verificó si la puerta estaba abierta y para su suerte, así era. Al entrar, el hombre de cabellos plateados la miró desde su sala con su ojo visible bastante abierto. Le lanzó un cojín del sillón donde estaba sentado cual, Anko detuvo con facilidad.

            ―No me espantes de esa forma, adicta a los dangos―dice Kakashi fingiendo estar ofendido. Él la llama así por la obvia obsesión de Anko por los dangos.

            ―Tú cierra la boca, pervertido―reclama Anko llamándolo por su apodo en honor a los libros que le gusta leer a Kakashi.

            ―Cierra la puerta y siéntate. Algo importante tienes para decirme, porque siempre llamas a la puerta antes de entrar.

            Kakashi deja su libro en la mesa de la sala mientras Anko cierra la puerta del departamento del Hatake. Antes de comenzar a hablar, ella le devuelve el cojín con un golpe directo a la cabeza.

            ―Eres mala―el sarcasmo se hizo notar en la voz del peliplateado.

            ―Lo sé―Anko le sonríe, orgullosa de su acción.

            ―Bueno, cuéntame, ¿a qué has venido?

            ―Yo sé que conoces a Kurenai Yūhi―le dijo la pelimorada mientras se sentaba a su lado.

            ― ¿Qué hay con ella?

            ―Nos encontramos en la calle y...

            ―Te gustó―terminó la frase Kakashi.

            ―Sí, sus ojos son diferentes.

            ― ¿Rojos?

            ―No.

            ― ¿Entonces?

            ―Siento que pueden ver a través de mí, me hacen sentir nerviosa.

            ―Supongo que irás muy gustosa a la reunión de Jōnins―Kakashi se toma la barbilla cómo si estuviera pensando, de hecho, estaba planeando cómo hacer que ambas volvieran a encontrarse y tal vez se quedaran un rato a solas.

            ―Me conoces bien.

            ― ¿Y qué pasó con Shizune? ―Kakashi necesitaba hacer esa pregunta. Si Anko tenía tiempo de haberse separado de la pelinegra, ayudaría a su amiga con Kurenai. Si no era así, se negaría a ayudar. No quiere ver a Anko lastimada, no más de lo que ya está.

            ―Dimos por terminada la relación ayer.

            ― ¡¿Qué?!

            Anko arqueó las cejas al notar el enojo del Hatake.

            ― ¿Por qué te molestas? ―preguntó confundida.

            ―Anko, tú no lo notas, pero eres inestable emocionalmente. Cómo tu mejor amigo, tu hermano, no quiero que te hagan daño―Kakashi abrazó a Anko―. De verdad, no quiero que sufras más de lo que ya lo has hecho.

            La Mitarashi, en cuanto se topó con la mirada de Kurenai en la tarde, sabía que si llegaba a haber una relación amorosa entre las dos, nada le pasaría. Anko estaría segura, porque la mirada de la Jōnin de ojos rojos le dijo que ella le daría la estabilidad emocional que necesitaba.

            ―Kakashi, te prometo que no me pasará nada―dijo Anko y abrazó más fuerte a su mejor amigo.

            ―Confiaré en ti―dijo Kakashi tratando de convencerse a sí mismo de lo que Anko prometía―, sólo dime que tengo que hacer para ayudarte.

            Si Kakashi podía, haría más ligero el camino de Anko, para que pudiera transitar con más libertad y llegar a Kurenai.

            ―Apóyame, sólo necesito eso.

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Hola a todos, espero que les haya gustado el primer capítulo. Si es así, dejen su voto y su comentario diciéndome que les pareció. Eso me motiva a seguir.

Nos vemos el siguiente miércoles.

Con amor, Ree Storm.

Protect Me (Anko x Kurenai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora