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Sonrío levemente, notando cómo la cara se me va poniendo de color rojo. Aún con dieciocho años me sigue dando vergüenza que me digan piropos. Pero he descubierto que no es por el piropo, es por quién y cómo lo dice. Manuel siempre lo consigue. 

-Gracias Manuel.-susurro lentamente mirándole a los ojos. Él me devuelve la sonrisa y durante unos instantes no salen palabras de la boca de ninguna de las personas de la sala. Parece que solamente estemos Manuel y yo, mirándonos a los ojos como si fuése la primera vez que vemos algo. Con lujuria, y no poca. 

-Guau.- se escucha desde la otra punta de la sala.-te queda mejor que a la modelo, chica.-exclama una de las dependientas. No tendrá mas de cincuenta años y no sé por qué, me recuerda a una profesora de mi instituto. Sonrío agradecida, y me bajo de la tarima para ir a cambiarme. Llevar un vestido de novia es más incómodo de lo que pensaba, pero ya saben lo que dicen: sarna con gusto no pica. 

-Oh no querida, no te bajes aún.-dice dirigíendose a mi.-Un momento. ¿Ese es el novio?-exclama abriendo los ojos más de lo normal. Manuel y yo nos enviamos un par de miradas cómplices y echamos a reír. ¿En serio? Manuel y yo, ¿Pareja? Si es verdad que a veces nos llevamos muy bien y nos volvemos cariñosos el uno con el otro, pero una cosa no lleva a la otra. 

-No.-dice Manuel.- Soy un amigo suyo. Además, ella ni si quiera se va a casar, quién se casa es ella.-dice señalándo a Isa. La dependienta me mira tiernamente, intentando transmitir algo que no puedo llegar a entender. 

-No son solamente amigos, ¿Verdad?-dice de repente, mirándonos con una ceja levantada. 

-Claro que sí, señora.-se adelanta Manuel en contestar. La mujer vuelve a sonreír. Asiente un par de veces, y se da media vuelta. 

-Espero que te guste el vestido, cielo. Porque el día que te cases con ella, estoy segura de que será el que llevará.-dice justo antes de salir del salón dirigiéndose a Manuel. Todo esto es bastante raro, ¿No? Nunca se me habría pasado por la cabeza casarme con Manuel. Pero ahora, todo está confuso. Por una parte, Manuel ahora es tierno conmigo, me apoya, nos hacemos bromas no tan pesadas, charlamos muy a menudo, pasamos la mayoría del tiempo juntos...sin contar el desliz de la otra noche y por otra, está la gente. Todo el mundo dice que acabaremos juntos. Incluso han hecho que me plantee si de verdad es mi enemigo, o el amor de mi vida. ¿Y si me he tirado tanto tiempo esperando al amor de mi vida y resulta que lo tenía delante de mis ojos? 

-Manueeeeel, ¡sal ya!-le grito desde la puerta del cuarto de baño esperando que, al fin, salga. 

-Un momento, no tardo.-contesta desde dentro con toda la tranquilidad del mundo. 

-¿Siempre tenemos que llegar tarde por tu culpa? Este hombre me pone de los nervios, se los juro. Estoy ya vestida, con mis tacones puestos, maquillada, y peinada. Lista para irnos de fiesta con los demás. Pero el señorito se tiene que tirar una hora en el cuarto de baño haciendo Dios sabe qué. Se supone que las que siempre se pasan una hora en el cuarto de baño somos las mujeres, ¿No?  Me alejo de la puerta, rindiéndome, y me dirijo al armario, buscando mi bolso. Manuel que salga cuando quiera, el que luego dará las explicaciones será él. Escucho como se abre la puerta del cuarto de baño y pasos. Cuando al fin encuentro mi queridísimo bolso, me doy la vuelta y choco con el pecho de Manuel. ¿Que intentaba hacer detrás mío? Lo miro a los ojos. Sí, esos color avellana que le quitan el sueño a cualquiera. Y él hace lo mismo. Estamos muy cerca. No sé como aún puede correr el aire entre nosotros. De repente dirige su mirada hacia mis labios, y pasa su lengua por los suyos. Apuesto lo que sea a que desearía que fuésen los mios. Igual que yo querría que fuése esa mi lengua. Madre mía, ¿Desde cuándo me pasa esto con Manuel? Ah si, desde que nos acostamos. Desde esa noche existe una tensión sexual entre nosotros que puede cortarse con unas tijeras. Nunca me había pasado esto con un hombre; es decir, puedo sentirme atraída por muchos, pero de esta manera solamente con él. Vuelve a dirigir su mirada a mis ojos y ahora soy yo la que se detiene contemplando sus labios. Finalmente, vuelvo a dirigir mis ojos a los suyos y noto como muy poco a poco, su rostro va acercándose al mío. Pero me adelanto y vuelvo a ser yo la que ataca sus labios desenfrenadamente. Los echaba de menos, al principio Manuel está un poco sorprendido, pero poco después se relaja y se deja llevar. Ahora no tenemos escusa. No estamos borrachos y sé que no es una broma. Nos estamos besando porque queremos hacerlo, deseamos hacerlo, más bien. No es un beso tierno, ni mucho menos, es un beso pasional, lleno de deseo. Sus labios y los míos se mueven perfectamente sincronizados. Poco a poco, nos acercamos a la cama. Y sin separar sus labios de los míos, me tumba en la cama, quedándo encima de mi. 

-Llegaremos tarde.-susurro sobre sus labios. Por mucho que me gustara besarme con él, habíamos quedado con los demás y no podemos no ir sin avisar, sería demasiado sospechoso. 

-Que más da.-susurra.-Ahora sólo me importas tú. Sonrío sobre sus labios al oír eso y después de unos minutos, por desgracia, nos separamos a falta de aire. Aún seguimos en la misma posición, mirándonos a los ojos. Disolviendo lo que acaba de pasar entre los dos.

"MI ENEMIGO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora