Capítulo 1: Nueva vida

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Hace frío... mucho frío. No siento los pies. Estoy cansada de tanto caminar y no saber a dónde.

¿Dónde estoy?

Me sentía pegajosa, aún con el frío que rozaba mi piel. Paré en seco al escuchar los susurros. No entendía lo que decían. Eran muchos, y llegaban a los huesos sus quejidos y súplicas.

¿Quiénes son?

No hubo respuesta. Miré al cielo que estaba oscuro como el azabache. No había estrellas. Sólo había un manto oscuro que se cortaba con el horizonte.

«Vuelve»

Esta vez no era un susurro. Fue una sola voz. Fuerte y clara.

¿Que vuelva? ¿A donde?

«Elle..

«Elle...»

¡Elle!

-¿Quisieras bajar de esa cama? El camión de la mudanza está por llegar y tú... tú no has guardado nada.

No son susurros tenebrosos, pero los hubiera preferido que mi alarma personal; mamá. Abrió las cortinas privándome de mis esperanzas de quedarme dormida un poco más.

-Ni se te ocurra quedarte ahí después de que salga de ésta habitación. Sal de esas sábanas y vístete. Tenemos trabajo que hacer.

-No quiero- dije al poner las sábanas otra vez sobre mi cabeza.

-No me importa. Le-ván-ta-te- dijo al tiempo que me quitaba la sábana y salía de la habitación con ella.

Esa mujer es frustrante en serio. Podría ser la líder de un movimiento que derrocara y dejara hecho polvo a Hitler y Mussolini.

Me estaré y bajé de la cama. Hoy es el día. Hoy me mudo. Hoy se acaba mi vida.

Suena muy dramático, pero en cierto modo es cierto. Me voy del lugar donde crecí. De donde están mis amigos. No quiero irme.

No hubiéramos tenido que irnos si a Jake no lo hubieran ascendido. Todo era su culpa. Y la de mamá. ¡Cielos! odio todo esto.

-¿Estás lista?- después de dos horas de duro esfuerzo había logrado reunir mis cosas en cuatro cajas.

-Sí.

-Vamos.

Jake era un hombre de 39 años, pelo castaño, ojos color miel y un ligero acento alemán. Había conocido a mamá en una tienda de víveres. "Amor a primera vista", según mamá. Después de seis meses de tener citas y veladas románticas, se comprometieron. Claro, antes pidieron la bendición nuestra. Tim y yo no tuvimos de otra que darla. Mamá se veía tan feliz que no pudimos negarle eso.

Nuestro nuevo padre no era mal hombre. En absoluto. Había intentado incontables veces acercarse a mi o a Tim, mi hermano menor, pero no lo dejábamos. No lo odiábamos. Es sólo que... no es papá.

Aaron St.James. Mi padre. No lo recuerdo del todo. Sé que sus ojos eran azules y profundos. Tenía el pelo negro y una sonrisa mata mujeres. Eso dice mamá. No podía imaginármelo.

-...será maravilloso. Oh, Jake, ya quiero llegar.

La emoción de mi madre podía poner en crisis a un diabético.

Jake y mamá se encontraban en el lumbral de la puerta principal sacando las últimas cajas. Yo mientras miro por última vez mi hogar. Se me humedecieron los ojos, pero no dejo caer lágrima alguna.

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