Capítulo 3: Pesadilla

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Mm... oh, Si... sigue- Su lengua mojaba mi garganta, luego mi mejilla y después mis labios...Tenían un sabor peculiar, como a... ¿Carne?

El resplandor del sol por la ventana hizo que apenas pudiera vislumbrar quien era que se encontraba sobre mí.

-¿Tobías? ¿Qué rayos haces sobre mí?- la bola de pelo negro me miró con sus divertidos y no tan inocentes ojos miel- Y así, mi querido cachorro, terminan mis sueños eróticos.

El perro volvió a lamer mis mejillas. Él si sabía como animar a una chica. Acaricié a mi perro mientras buscaba mi celular entre las sábanas. Cuando lo encuentro veo un mensaje de Harriet.

¿Dónde estás, Electra? Llevas diez minutos de retraso.

Miré la hora en el reloj. Efectivamente ya eran las ocho veinte de la mañana.

-¡Rayos!

Bajé de mi cama y volé hasta el baño. En quince minutos ya me encontraba de camino a la escuela. Jake ya se había ido así que tuve que irme corriendo. Esto estaba mal. Muy mal. Llevaba una semana en la escuela y ésta era la primera vez que llegaba tarde. En mi antigua escuela llegaba tarde la mayoría del tiempo y eso casi me cuesta el año. No quería que pasara otra vez.

Llevaba diez minutos corriendo y ya estaba exhausta. No llegaría a tiempo. Escuché el sonido de un auto aparcándose a mi lado. Era un Ford Mustang Mach1 rojo. Su piloto me era muy conocido.

-Buenos días, Electra.

-Buenos días, Blake- el idiota y arrogante enarco una ceja. Odiaba la seguridad con la que se perfumaba cada día. Llevo una semana en la escuela y justo ahora se le ocurre dirigirme la palabra. Creo que mis ojos expresaban mi opinión sobre él porque se me quedó mirando por un buen rato.

-Si me disculpas, voy tarde a clases. Adiós.

-¿Quieres un aventón?

-No gracias.

-No seas terca. No llegarás nunca.

-Te agradezco tu falsa preocupación, pero me voy andando. Gracias.

-No te voy a violar ni nada. Sube.

-No.

-Bien.

Ignoré el sonido de las llantas al partir y seguí caminando. Si él creía que me iba a impresionar con su fachada de chico malo se equivocaba. Aunque el auto si era de admirar. Llegué a las nueve menos cinco a la escuela. Estaba sin aliento pero aliviada de haber llegado. Según mi horario me tocaría con la señorita Lestrarde. Menos mal. Ya había tomado una clase con ella y no parecía de las que se enojan tan fácil.

Después de subir las escaleras llegué al salón de historia universal. Me temblaban las manos por los nervios. Toqué la puerta y quien me abrió fue la misma señorita Lestrarde.

-Buenos días, maestra.

-¿Se puede saber por qué llega usted a estas horas?- La mujer de pelo castaño claro y ojos azules me miraba esperando una respuesta. Había salido del salón para que nadie escuchara la conversación.

-Es que... mi alarma no me despertó. Siento mucho haber llegado tarde, señorita Lestrarde. No volverá a pasar.

-Eso espero. Pase. Trate de tomar el hilo a la clase.

La señorita Lestrarde abrió la puerta nuevamente y tomó su lugar frente a la pizarra.

Yo entré detrás de ella. Todos se voltearon a verme, incluyendo a Harriet que me miraba con ojos de preocupación, Brennan, tan enfermizo como siempre y al idiota de Blake, con una sonrisa de satisfacción.

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