Capítulo 1: El regreso a Escocia

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La cortante alerta de llegada a Edimburgo la despertó de su cabezada. A través del cristal pudo ver la antigua infraestructura de la estación de tren junto con la gente que bajaba y subía sin cesar. Hacía unas semanas había recibido la llamada de su tía, y a juzgar por su tono, estaba alarmada. No sólo se veía angustiada por su salud tras su viaje a África, había una incógnita que no supo responder a través de la otra línea. Mei debía verlo con sus propios ojos e intuía que no serían buenas noticias.

Ajustándose la mochila a su espalda, dio rumbo hacia el taxi que la esperaría en la entrada de la estación. Caminaba a paso ligero y con largas zancadas, esquivando ágilmente las feroces multitudes de personas que se agrupaban para subirse al tren. El bochorno de aquel lugar y la persistente atención hacia sus obstáculos la hicieron olvidarse del anciano que pasaba por su lado, un choque que provocó que la maleta saliese disparada por el suelo, no obstante el longevo cuerpo quedó ileso en los brazos de la joven que lo sostenía, en una maniobra por acto reflejo.

-G-Gracias querida, me acabas de salvar de un buen susto...- El octogenario le dedicó una inocente mirada, después de que Mei recogiera su maleta.

-Le pido disculpas, no miré por donde pisaba. ¿Le he hecho daño? ¿Necesita que le ayude?

-Le agradecería mucho si me ayudase, mis brazos cada vez me fallan más.

La siguiente hora ayudó al anciano con su equipaje. Por desgracia el tren se puso en marcha antes de tiempo, habiendo perdido así el viaje. A modo de disculpa, se ofreció a acompañarle hasta que su otro tren arribara. Con el dinero que él llevaba en su cartera, la invitó a un café mientras se disponían a esperar. Al principio se negó, pero no tuvo más remedio. Sería descarado por su parte dejarlo a su suerte.

- ¿Cómo te llamas, muchacha?

-Mei, Mei Minamoto. Ah, y le devolveré el dinero en cuanto pueda.-Había introducido su mano en el monedero, la voz de su contrario la detuvo.

-No, por favor. Es suficiente que me ayudase, señorita Minamoto. Este pobre anciano ya no se sostiene por su propio pie, heh. Así que cuénteme, ¿adónde se dirigía?

-Dígame Mei. Nada en especial, sólo arreglar asuntos familiares. ¿Y usted señor...?

-Winston Smith. Me había tomado unas pequeñas vacaciones, hoy regresaré a Surrey para reincorporarme.- El rostro de la contraria cambió, su mirada adquirió un ligero brillo de curiosidad tras escuchar el célebre nombre que se le presentaba. -Usted es el mayordomo de aquella aristócrata inglesa, ¿cómo era su nombre?

El hombrecillo sonrió al ser reconocido por la extranjera, parecía no librarse de ser recordado, aunque habían sido pocas las ocasiones debido a la multitud de horas que invertía. Un sentimiento de satisfacción inundó su pecho.

-Lara Croft, en efecto.

Imágenes poco nítidas iluminaron su memoria, evocando el físico de la fémina.

Apenas tenía dieciséis años, era la invitada de la fiesta de inauguración de la nueva exposición griega en el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa. Era justo el comienzo de su carrera como antropóloga a pesar de su temprana edad. El traje de etiqueta era obligatorio, y el paisaje que se le presentaba tras sus espaldas era nada más y nada menos que el Monasterio de los Jerónimos. Las estrellas se escondían tras el cielo nocturno y la gran luminotecnia del monumento, que a tantos hipnotizaba con su puro esplendor manuelino en su arquitectura. Sin embargo, la presencia de la arqueóloga era aún más ilustre que el propio monasterio. Sus vestidos siempre eran de lo más elegantes, con su corte en la falda y la espalda desnuda. Era desconcertante como tenía una piel tan perfecta después de todos los esfuerzos a los que somete a su cuerpo, nunca había presentado un solo moratón al descubierto en público. También, el arrollador carisma y su gran destreza en las reuniones sociales eran algo más que digno de arrobamiento. Resumiendo, era como un modelo a seguir.

Tomb Raider: El Origen del Amanecer [PARALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora