Tomb Raider: El Origen del Amanecer [PARALIZADA]

Capítulo 5: El exilio escarlata

Mei se despertó entre sudores fríos y palpitaciones. La mecha de la candela sobre la mesilla de noche se había extinguido, el humo aún era visible e iba ascendiendo enredado hasta desaparecer en la negrura. Había dejado un intenso aroma a quemado. Tomando el reloj de cuerda, vio que aún eran las tres de la madrugada. El cansancio del viaje no la dejaba divagar con el torbellino de ideas sobre aquella hora, tal y como su tía solía contarle. La actividad paranormal es más notoria, ya que el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se rompe, dando paso a espíritus y seres del averno.

Ahora boca arriba, posó sus manos sobre su pecho y cerró los ojos. Un nerviosismo estaba carcomiendo su estómago, y el golpeteo de sus latidos contra su pecho incesante le quitó de todo sopor. Cuando abrió sus ojos, las pulsaciones empezaron a sonar como tambores en sus tímpanos. Una sombra cuadrúpeda colgada en el techo de la habitación la acechaba como un cordero asustado. Un par de rubíes inyectados en sangre miraban esmerados a la muchacha tumbada en la cama. Paralizada, observó cómo la sombra se disipaba en la nebulosidad. En ese momento, la puerta se abrió.

Kurtis se acercó y la zarandeó con sutileza.

-Mei, despierta. -Susurró, el contacto la liberó de su bloqueo repentino.

-Lo he visto... He visto al...

-Lo sé. Por eso es tiempo de regresarlo.

- ¿Por qué tengo que estar presente? -Dijo, frunciendo el ceño.

-Sólo haz lo que te digo, y que sea rápido.

Sin más dilación, Kurtis desapareció por el umbral de la puerta, seguido de ella. No era el mejor momento de la noche para dar caza al dichoso demonio, sólo había que ver las enormes ojeras bajo sus ojos, que ni si quiera se sentó en el sofá durante todo ese tiempo. Cada vez sospechaba más de si realmente era humano.

Ambos se acercaron al pentagrama ensangrentado en el suelo. La sangre seca retornó en su forma líquida, extendiéndose en ramificaciones que alcanzaban todas las direcciones, incluida la salida. Algún hechizo o algo semejante hizo viviente el símbolo, buscando sin descanso al mal que vagaba por los techos. Y como era predecible, el ser no tardó en salir de su escondite dantesco.

Un cuerpo gaseiforme revelaba una figura humanoide carente de todo rasgo distintivo, se movía con rapidez por el techo, aferrándose con sus garras. Las esqueléticas extremidades lo catapultaban de una esquina a otra, pero nunca acercándose a la lámpara colgante. Pusilánime ante la luminiscencia, dejó las alturas para posarse en el suelo, peligrosamente cercano a ellos. La primera vez que veía un demonio, y aún así no pudo ser más idiota.

Éste estaba preparándose para abalanzarse contra Kurtis que, falto de su letal arma, desenfundó la confiable Boran X. En ese instante, un libro bastante grueso y polvoriento cayó sobre las manos de Mei, cada centímetro de su cuerpo tiritaba de pavor, disfrazándolo en un apretón de puños. La criatura no vaciló; en un impulso de sus cuartos traseros, brincó como un león a por su presa. Unas uñas mugrientas desenfundaron en sus uniformes dedos, dispuestas a desfigurar la cara del legionario. En ese instante, algo increíble sucedió.

A pesar de tener la Boran X lista, directamente pasó por el camino fácil y extendió la palma de su mano frente a la bestia. Una fuerza invisible la envió a la otra punta de la habitación, estampándose con suma violencia contra la pared. No tardó en recuperarse del impacto, estallando en cólera. Había cambiado de objetivo, y observaba a la fémina con una macabra sonrisa que destapó más de una hilera de dientes teñidos en un marrón pútrido, se descomponía con sosiego.

Su corazón se vio pararse por un segundo cuando este saltó hacia la pared a su derecha, y adherido a esta, corría para dar comienzo a la cacería. La pareja de desamparados reaccionaban al compás, mientras que Mei se apartaba al lado contrario, Kurtis se interpuso entre la bestia y su presa. El tenaz tiroteo casi reventaba sus tímpanos, que al estar en un sitio cerrado, el pitido se escuchaba con demasiada nitidez.