Capítulo 3: El kelpie

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El precioso equino se aproximó varios pasos cauteloso, manteniendo su cabeza baja a la altura de la joven (el animal rondaba los dos metros). Mei y su profundo amor por los caballos era inconfundible, ver aquel desconocido corcel acercarse con tanta curiosidad, sin duda la produjo un regocijo del que no cabían conceptos para demostrar cómo se sentía. Respondió de la misma manera, acercándose sin hacer el menor ruido, sólo el agua moviéndose a través de minúsculas ondas a cada pisada que daba eran el protagonista audible. Poso la palma de su mano sobre el hocico de este, que dilataba y contraía sus ollares, olisqueando el aroma corporal. Algo en ella pareció gustarle, pues deslizó su cabeza por debajo de su brazo, una invitación para que le acariciara más. Ella, hechizada, accedió.

Sus manos resbalaban por el pelaje empapado, en ocasiones enredándose en la extensa crin que ocultaba unos ojos invidentes, hasta carecían de pupila en sí. El frisón la permitió llegar hasta su lomo, que llamaba por su nombre a gritos para que montara y hacer más vívida aquella experiencia, de la cual Mei ya había acontecido innumerables veces.

«Súbete a mi lomo... Cabalguemos hasta el alba...»

Una voz en su cabeza seguía reclamándola, la cual ansiaba con locura callar, pero otra sensación había conseguido seducirla. No era dueña de su cuerpo, sin pensarlo, subió ágilmente encima del lomo. Percibía la libertad más cercana, algo que tanto había anhelado desde que tenía uso de conciencia. Sin embargo, todo tomó forma cuando sus dedos comenzaron a conexionarse con el sombrío pelaje, ambas manos estaban hundiéndose en una especie de carne putrefacta que empezaba a caerse en trocitos, desvelando trozos de huesos malgastados y mugrientos. Esta visión la devolvió a la realidad, siendo nuevamente la dominante de su cuerpo. No estaba subida encima de un caballo corriente, estaba subida encima de un...

— ¡Mei! ¡Cuidado!

Otra voz grave la sacó de su furtivo pensamiento, cuando quiso girar su cabeza para mirarle, el corcel brincó hacia el lago, como si hubiera oído al depredador de cerca. Ambos se hundieron en el agua, Mei casi perdió todo el aire de sus pulmones y no podía desatarse de aquel lazo con la carne del equino, que los unía para que ella no tuviese posibilidad de escapar. Fue a abrir los ojos en esa agua de tono verdoso, donde prácticamente no se podía divisar nada más allá de su nariz, y allí lo vio. El hermoso caballo de antes se había transformado en prácticamente una calavera de la que seguían desprendiéndose pedazos de músculo. Pudo ver, de primera mano, los enormes caninos que asomaban en su dentadura carnívora. Ni si quiera tuvo un tiempo de reacción, rápidamente el supuesto caballo clavó sus colmillos en el hombro izquierdo de su víctima, apretando con una fuerza demoledora. Abrió su boca por instinto, el dolor era tal, que unas burbujas de aire surgieron de su garganta, quienes ascendieron hacia la superficie. Se estaba quedando sin aire.

Cuando creía todo perdido, alguien más se sumergió. Su vista comenzaba a nublarse, y no pudo verlo con nitidez, sólo distinguió una figura masculina que se abalanzaba contra la criatura, haciendo que su mordisco se aflojara y por lo tanto el dolor también. Vista una luz de esperanza, trató de bucear hacia arriba con las pocas fuerzas que le quedaban, pero por desgracia el poco aire contenido en sus pulmones se había desvanecido como la pólvora. El camino hacia lo alto le era imposible. Sus músculos de pronto se relajaron, esperando a que el final acaeciera.

Pero, en ese momento, unos fuertes brazos la sujetaron de la espalda y por debajo de sus rodillas. La gran energía de sus movimientos la llevaron con rapidez hacia la superficie, que consigo se vinieron tinieblas.



La pálida piel de la muchacha poco a poco había comenzado a tomar un mejor color, los segundos que había pasado sin aire casi iban a ser la causa de su muerte, sin embargo, la rapidez de su salvador consiguió impedir este fin. Sus labios percibieron un sutil tacto suave, que a cada rato se separaba y de nuevo volvía a tocarlo. Acompañado de un ligero dolor en el pecho, sus ojos fueron moviéndose bajo sus párpados y al fin consiguió respirar por sí sola. Cuando pudo abrirlos, divisó una figura que volvía a acercarse de forma peligrosa hacia su rostro, quiso gruñir, en cambio comenzó a toser. El individuo la movió de lado con unas fuertes manos, esta expulsó todo el agua que había quedado en sus pulmones, incluso su garganta le escocía.

Tomb Raider: El Origen del Amanecer [PARALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora