Capítulo VII

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-Ja, ja, ja, ja...- Estuvo muy buena esa pelí...- Me distrae Kathe con su risa dismulada que se podría escuchar unas casas más.

-La comida también- Le indico mostrándole mi platón.

Suena el teléfono de Kathe, ella lo contesta ve la pantalla de un salto se va para el comedor a buscar sus notas y apunta lo que le indican por este -Vale, gracias por la información, estaré al pendiente- Responde ella mientras escribe rápido.

-¿Qué pasa?- Le pregunto mientras me siento en una de las sillas del comedor y con una mano debajo de mi mentón.

-Al parecer existe una nueva especie de animal...- Mirando sus apuntes se lo imagina- Será una gran nota y mucho más cuando se le encuentre... - Dice Kathe sonriendo.

-¿Y cómo es?- Le pregunto intentando mirar sus notas por encima.

-No lo sé- Responde ella, sigue pensando -Trabajaré en el caso, debe ser mío debo encontrarle y en este pueblo será el punto- Dice ella tocándose el mentón.

-¿Punto? ¿Qué punto?- Le digo a Kathe encontrando su mirada.

-Hoy fueron encontrados dos personas mayores con signos de maltrato que solo podría hacerlos este animal y lo más curioso... -Ella me fija la mirada.

-¿Qué? Dime- Le espeto.

-No sé, no quiero circular aun nada pero... Debo irme, necesito mirar las huellas que me mandaron- Me da un beso en la frente y sale feliz por esa puerta, yo me quedo mirando la puerta cuando escucho un fuerte ruido en la oficina de mi padre, me levanto de la silla y me quedo mirando la puerta de esa oficina.

Escucho que tumban algo y me acerco, toco la chapa de la puerta y me lo pienso.

Luego escucho la voz de Jace y decido entrar, la lampara de la oficina esta botada en el suelo, en pedacitos.

-Jace se queda mirándola, luego me mira con sarcasmo y me dice - Era el único monumento que tenías en casa...-

- Esa cosa ni servía, le indico, era un milagro que hubiese resistido todo este tiempo-

-Esa lampara tenía 352 años, traída de España del Rey Carlos IV... Quién se la regalo a Dante Enrique, su mano derecha...- Indica

-¡Qué rey! ja, ja,ja deja de decir pavadas- Me doy vuelta para traer la escoba y el recogedor.

Al regresar Jace aprecia los pedacitos y yo le retiro- Ten cuidado, eso no es juego, te puedes cortar- Jace se aleja sin expresar nada en la mirada.

Al recoger los pedacitos, sale un cofrecito que estaba incrustado y por eso esa lampara nunca encendió, nunca tuvo bombillo, era un cofrecito pequeño, elegante quien se encontraba allí, lo tomó y lo abro, encuentro un pañuelo untado de sangre y debajo una carta.

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