21.08

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Tenía claro que no debía moverme de ahí, ya que por mucho que necesitase volver a casa, volver a estar rodeado de gente, sabía que si me movía me pasaría algo malo. Lo había visto en todas las películas que existieran relacionadas con islas desiertas. 

Así que básicamente me pasaba el día caminando de un lado a otro, subiendo por las rocas que había en la orilla de la playa, observando como los peces se comían entre sí al no encontrar otro tipo de comida y cuando lograban alimentarse eran los pájaros los que se los comían a ellos. 

Qué irónica la vida. 

Me encontraba jugando con la arena mojada, la cual era tan blanca que parecía artificial, parecía que la habían pintado para crear un paisaje más bonito, pero no, era consecuencia de que el hombre no había puesto sus destructivas manos encima. 

En el momento en el que iba a volver a meter las manos en la húmeda arena escuché un ruido proveniente del interior de la isla, lo que probablemente indicaba que habría algún animal cerca, así que me giré y busqué con la mirada el responsable, pero no vi nada. 

Y aunque la curiosidad mató al gato, mi gato interior estaba tan aburrido que no sabía que más hacer que ver qué había sido ese ruido, así que me levanté del suelo y busqué el causante, aunque eso me llevase a la muerte, lo cual igual era más agradable que seguir esperando algo que no iba a pasar. 

En el momento en el que me di cuenta de que tenía una lanza afilada a punto de clavarse en mi frente me replanteé realmente lo de que morirme habría sido más agradable. Por suerte esta se paró antes de atravesar mi cabeza como si fuera una diana a la que le lanzas dardos. 

—¡Coño! —es lo único que escuché después de casi ser asesinado, seguido de la aparición de una figura humana, lo que hizo que diera unos pasos atrás para no morir en aquel momento por quién quiera que fuera. 

Cuando la luz apuntó directamente hacia esa figura divisé que se trataba de una chica, de máximo un metro sesenta, con el pelo desaliñado y sucio, llena de tierra por toda la piel que tenía a la vista a causa de que su ropa estaba bastante rota, además de que tenía bastantes arañazos por todo el cuerpo, más incluso de los que tenía yo. 

La observé sin decir nada, ya que igual era una alucinación por haber estado alimentándome de unas bayas que ni siquiera sabía qué eran ni cómo afectarían a mi cabeza. Lo que había derivado a que saliera a flote una fantasía, sexual probablemente, que no sabía que tenía. 

Quién sabe.

—¿Qué eres? —preguntó con cautela mientras se acercaba a mi, aún con la lanza apuntándome. —Quiero decir, ¿quién eres? 

La seguí observando sin responderle, ya que habría sido bastante absurdo responder a alguien que realmente no está ahí, ya que es una alucinación. 

—Responde. —ella me pinchó sin mucha fuerza en el brazo y el dolor se sintió demasiado real como para ser una alucinación. 

—¿Eres real? —fue lo único que se me ocurrió decir ya que realmente seguía sin creerme que toda ella fuera de carne y hueso. 

—¿Y tú idiota? —preguntó entrecerrando los ojos y entonces me di cuenta de que era totalmente real. 

En ninguna fantasía sexual me pondría que una chica me insultase. 

—Soy Shawn. —respondí tendiendo la mano hacia la chica, haciendo parecer que estaba justificando el hecho de que no era idiota. 

Ella me miró de arriba a abajo y bajó la lanza, pero solo se limito a seguir caminando hacia la playa, ignorando mi gesto de intentar saludarla. 

¿En serio el Karma estaba siendo tan rastrero conmigo como para hacer que no esté solo en esta isla para estar con una chica que al parecer prefería estar sola que conmigo? No me lo podía creer. 

—¿Cómo has acabado aquí? —preguntó ella mientras se acercaba a la orilla de la playa para mojar sus pies en el agua cristalina. 

—No lo sé, estaba en un barco de camino a Vancouver y cuando me quise dar cuenta estaba ahogándome en mi coche. —la chica cuyo nombre no se había dignado en decirme, ni siquiera se giró para responderme. 

—Yo estaba en el mismo barco. —cuando escuché eso una enorme ilusión y esperanza apareció en mi cuerpo al darme cuenta de que si ya éramos dos los que habíamos aparecido probablemente podría haber más gente aquí y aún no los habríamos visto. 

—¡¿En serio?!¿hay alguien más contigo? —pregunté con excitación y ella se giró para mirarme con total seriedad. 

—¿Crees que si hubiera alguien conmigo habría construido una lanza y estaría aquí sola en estos momentos? —las palabras que salían de su boca con sequedad y bruscamente hicieron que cualquier indicio de esperanza que aún quedaba en mi cuerpo se esfumara. 

La miré frunciendo el ceño sin entender porque estaba siendo así conmigo si yo no le había hecho nada, pero como bien decía mi madre, no debes tratar mal a nadie si no les conoces, por mucho que ellos te traten mal a ti. Así que esta no iba a ser una excepción. 

—Ahora ya no estás sola. —intenté sonreír para agradarle pero ella solo volvió a darse la vuelta para mirar hacia el horizonte que dejaba ver la playa. 

—Qué bien. —escuché que murmuraba con todo el sarcasmo del mundo y la volví a mirar de arriba a abajo viendo que apretaba la lanza con fuerza en su mano derecha, haciendo que me fijase en ella, viendo que el palo de madera estaba lleno de pequeñas manchas rojas. 

Analicé de nuevo a la chica y vi que en su mano izquierda había un corte bastante considerable e intenté acercarme para mirarlo más de cerca, peor luego recapacité y me di cuenta de que no quería acabar con la lanza atravesando mi cabeza, así que lo mejor sería que mantuviese las distancias. 

—¿Por lo menos puedes decirme tu nombre? —pregunté sin ninguna perspectiva de que fuera a decírmelo. 

—Verónica. 

Atrapados » shawn mendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora