19.08

890 146 9
                                    

Lo primero que sentí al abrir los ojos fue el agua salir de mi boca de forma brutal, lo que provocó que intentara levantarme despavorido y desorientado, no sabía qué estaba pasando, ni siquiera sabía dónde estaba.

Mientras me levantaba lo único que recordaba eran los flashes desordenados y sin sentido alguno que estaban apareciendo en mi mente. Veía cómo corría por los pasillos del barco enfadado por la discusión que acababa de tener con mis padres por teléfono, veía la escena en la que me metía dentro del coche para coger la guitarra y proceder a tirarla por la borda, porque nadie confiaba en mi y ese era el fin de mi corta carrera musical; y además una imagen clara y concisa de cómo rompía el cristal del coche en un intento de no ahogarme apareció acompañada de un fuerte pinchazo en la cabeza que me hizo caer al suelo de nuevo.

Las únicas preguntas que necesitaba responder en ese momento para no perder los nervios era dónde estaba y cómo podía volver a casa. A partir de ese momento sabría que tenía que hacer para llegar de nuevo a mi casa, con mi familia, y me preocuparía por los diversos cortes que tenía por todo el cuerpo a causa de los cristales del coche.

Masajeaba mis sienes con ambas manos mientras observaba mi alrededor, la playa virgen de arena blanca y fina, el mar chocando contra las rocas de mi izquierda, clara y transparente como el cielo, donde no había ni una mísera nube a la vista. La única opción que me quedaba era girarme para ver si a mi espalda se encontraba la solución para salir de dónde quiera que estuviera.

Lo último que quería pensar era que no hubiera salida de dónde estaba, ya que a estas alturas de modernización y avance en la civilización encontrarte una playa sin ningún tipo de construcción humana es tan difícil como ver a un burro volando por el polo norte.

Cuando me giré mi sorpresa fue inmensa al ver el enorme contraste que tenía delante de mis ojos, un enorme bosque de coníferas a la orilla de una playa totalmente virgen. Mis ojos jamás habían imaginado ver algo tan hermoso e impactante como aquello.

Los colores tan otoñales de la vegetación y los veraniegos de la playa embaucaban tanto que seguramente estuve más de diez minutos absorto por las maravillas de la naturaleza, por como en un mundo tan centrado en avanzar y destruir todo lo relacionado con esto aún pueden existir espacios tan maravillosos.

Y aún maravillado por aquella imagen tenía algo claro, no podía adentrarme ahí dentro, pronto se haría de noche y tenía por seguro que ningún hombre había puesto pie en esta zona y si eso era así los dueños de aquí eran los animales salvajes, así que era mejor prevenir que curar y permanecer cerca de donde estaba por si pasaba algún barco o avión.

Por lo menos las clases de geografía y de conocimiento del medio me habían servido para algo... Los momentos en los que estaba atento.

Me volví a sentar en el suelo, ya ignorando el fuerte dolor de cabeza, y abracé mis piernas apoyando la barbilla encima de las rodillas, observando como el sol se escondía y el agua clara del mar se tornaba oscura y la luna se reflejaba en ella.

No podía perder los nervios, sino me pondría histérico y el tiempo se pasaría más lento.

Una vez más solo me quedaba pensar en mi familia y en cómo estarían ellos ahora mismo, solo podía pensar en que no se hubieran enterado de que me había pasado algo, que aún pensaran que estaba en el barco de camino a casa y que no estuvieran preocupados.

Solo me quedaba tener esperanza de que todo esto se solucionaría, de que todo iría bien y pronto estaría de vuelta en casa abrazando a mis padres y a mi pequeña princesa.

Atrapados » shawn mendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora