Diálogo Quinto: De Fiesta.

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-Oye como va - Cantaba sonoramente mientras caminaba hacia la mesa donde estábamos, llevando dos cervezas. No podía dejar de mirarlo. Él no podía dejar de cantar.

Se sentó tranquilamente frente a mí, mientras cantaba. En lo personal, no me agradaba mucho el lugar. Y no lo decía por la música - La Guarachera de Cuba, cómo odiarla - Pero sí por la aglomeración. Y las luces y el intenso olor a Ginebra; un licor que no puedo soportar aún. Miré estúpidamente mi cerveza, mientras Mao sacaba un Marlboro Ice de la cajetilla y me lo pasaba. Encendió uno para él y se explayó en su silla.

-Hace mucho tiempo que no bailo, Tocayito - Clavaba en mí sus ojos oscuros y penetrantes, aún más densos por las luces multicolor del bar - Pero no creo que sea el plan de hoy. Después de todo, eres muy tímido y yo demasiado soberbio como para sacar a bailar.

-¿A qué demonios vinimos, Mao? - Pregunté, tras zamparme media botella de un trago. El contacto con él y la situación existencial que estaba atravesando me estaban agriando el carácter - No es de los sitios que sueles usar para citarme. Para citar a nadie.

-Cierto - Bebía despacio; la cerveza descendía por su laringe, llegaba a su estómago, el alcohol pasaba a su sangre. El proceso lo tenía grabado en la mente. Más que beber por beber, experimentaba en sí mismo al alcohol pasando por ósmosis al sistema circulatorio - Pero no es una situación común. Tengo veinte años, ¿Sabes? - Y dejó la botella en la mesa suavemente, aventajándome - Y no celebro nunca. Y bueno...

-Para el café escoges Pasaje, para el Whiskey escoges la privacidad de tu casa, acompañado de boleros y tangos - Aspiré profundo y dejé que el humo del cigarrillo me llenara los pulmones - Para la cerveza escoges cantinas de barrio ambientadas con rancheras, corridos, popular, carrilera... Y cuando estás con alguno que otro amigo oyes vallenato como barranquillero - Se sonrió, pero no me sonreía a mí; le sonreía a la rubia de dos mesas más allá - ¿La salsa y el merengue son música de celebración?

-Más o menos - Aspiró su cigarrillo y bebió un poco; a ese ritmo la cerveza quedaría al clima en poco y entonces no sería lo mismo - También es para recordar. Y para olvidar.

Se levantó cuando vio a la rubia venir hacia él. Un cruce de palabras, una carcajada femenina, la agilidad del hombre con los pies, la cadera y la cintura, los halagos a la dama y las miradas de varios rostros hacia él, incluida la mía. No sólo escribía genialmente; no le bastaba tener un físico increíble, no le bastaba ser un animal en la cama - Sus amigas habían sido fehacientes al relatarme ese aspecto de su vida mientras yo permanecía estupefacto - Y no le bastaba ser todo un Mr. Darcy. También bailaba como un jodido maestro. Era el hombre que cualquier mujer desearía y, sin embargo, estaba soltero. Yo aspiraba ser como él, a pesar de un físico desgarrado por la insuficiencia cardíaca. Una mente en formación, una timidez insulsa, unos pies torpes y una inexperiencia terrible en las artes amatorias. Y no por falta de parejas, sino por falta de variedad.

Se acababa la pieza, y comenzaba una nueva. Sonaba un merengue, aunque no podía escucharlo. Estaba concentrado en el fluir de la cerveza por mi propio cuerpo, mi propia ósmosis. Mao se sentó. Sudaba un poco y apuró lo que quedaba de cerveza de un golpe.

-Sabe horrible - Espetó, dejando caer bruscamente la botella sobre la mesa - Se calentó. ¿Tienes veinte años, no? - Me miraba fijamente, y rehuí esa mirada escudándome tras el envase de la póker - Recién cumpliditos.

-Hablas como si trataras con un niño - Dejé el envase a tientas sobre la mesa, sin ponerle mucha atención - Este año es diferente. Ya he trajinado suficiente y es hora de hacer las cosas con seriedad.

-Coincido en las diferencias, Tocayito - Pidió dos cervezas más - Pero hay que saber por donde empezar. Por ejemplo, un buen modelo a seguir. O un camino. O una elección. O simplemente dejarte ir a la buena de Dionisio. Esa es mi filosofía.

-Creo que lo sabía - Recibí la cerveza sonriendo; la mesera también me sonrió. El tacto frío del vidrio se sentía raro rodeado de tanto calor - Y creo que la adaptaré. Te ha ido bien con ella, ¿No?

-No me puedo quejar - Respondió, mientras encendía otro cigarrillo; el segundo en el bar y el tercero en la noche - Pero no significa dejarlo al azar. Y tampoco beberte hasta el agua del florero cada que puedas. Hay que saber cuando es bueno el azar, el dejar fluir, y cuando debes hacer planes escuetos. En una palabra... crecer.

Diálogos: Vivencias de un EscritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora