Capítulo cuatro.

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—Hola, ¿cómo dormiste? —Me preguntó llegando a mi lado.

—Bien... Soñé toda la noche, eso debe significar que dormí profundamente.

—Bueno... Me alegro por ti. —Dijo haciendo una mueca de frustración.

—¿Por qué? ¿Pasó algo anoche?

—Creo que deberíamos bajar a desayunar, los chicos pueden contarte.

—Está bien, iré en un momento.

Antoine sonrió y salió de la habitación dejándome con mis pensamientos y una extraña sensación que identifiqué como el "corazón familiar". Fui a cepillarme frente al gran espejo del baño principal, cuando agaché mi cabeza para escupir, la levanté y en el reflejo del espejo se encontraba una especie de sombra de aspecto muy antiguo, su aura era totalmente oscura, lo que debía ser su rostro era sólo una nebulosa que poseía un par de cuencas vacías y sin absolutamente ninguna expresión, extendió lo que parecía ser su mano y cuando volteé ya no estaba, fue una sensación indescriptible y tétrica, supuse que con eso me dio a entender que sabía que ya conocía la verdad.

Bajé a la cocina y los chicos ya se encontraban a la mesa, esperándome para desayunar, me senté y los saludé a todos de manera calurosa.

—Muchas gracias por estar aquí ayudándonos con esto, ¿cómo durmieron anoche?

—En realidad linda, no dormimos. —Comentó Dominic.

—¿A qué te refieres? —Pregunté mirándolo perpleja.

—Al parecer dormiste profundamente querida, durante la noche se oían gritos desde aquel oscuro lugar, y todos despertamos a las 6:00 am. —Dijo Jeremy ciertamente perturbado.

—¿Habían sentido eso antes? —Preguntó Sammy-

—No, no habíamos abierto la puerta. —Contestó Antoine.

—Bien, llamemos a la policía ahora, es un buen momento. —Propuso Dominic.

Una voz cavernosa y profunda se escuchó en toda la casa, haciéndola retumbar levemente.

—No llamarás a nadie, ¡se los prohíbo! —Se escuchó un trueno que dio paso a una fuerte lluvia.

—Demonios, ¿cómo es que está lloviendo? ¡Es verano! —Dijo Dominic en voz alta.

—La voz soltó una risa de manera terrorífica— ¡Bienvenidos al juego!

—¿Por qué no vamos a revisar afuera? —Dijo Jeremy poniéndose de pie.

—Está bien... —Dije algo temblorosa.

Para nuestra terrorífica y grata sorpresa, sólo llovía en nuestra casa.

—¡¿Alguien puede decirme qué pasa en ésta casa?! —Gritó Jeremy.

—No tengo idea. —Dije con miedo mirando a varios lados.

—¿Y qué haremos ahora? —Dijo Dominic agitado.

—Recordé mi sueño y volteé a verlos— Yo sé qué hacer.

—Me voltearon a ver— ¿Por qué no nos dijiste antes? —Dijo Antoine.

—Eh... Porque acabo de recordar mi sueño.

—¿Exactamente qué debemos hacer? —Dijo Dominic dirigiéndose a mí.

Ellos no Miranda... tú sola. —Decía una voz en mi cabeza.

—No. —Comencé a decir— Debo hacerlo sola.

—¿Cómo que sola? —Replicó Lynda.

—Así como lo oíste Lynda... Siento que esto es por mi culpa, yo debo hacerme responsable.

—¿Y qué se supone que haremos mientras tú nos salvas a todos? —Volvió a decir Lynda.

—Confiar...Y esperar.

—¡Basta, me voy! Lo siento Miri, pero no dejas que te ayudemos en tu maravilloso plan suicida contra un demonio con sentido del humor, no tengo nada que hacer aquí. —Dijo Jeremy decidido.

Salió de la casa y cuando se encontraba cruzando el jardín, las ramas de un arbusto que se encontraba marchito lo engancharon y una voz salió esta vez del sótano que se encontraba abierto de par en par.

—¡De aquí no se irá nadie. Aquí entras y aquí te quedas, nadie queda vivo después de pisar territorio de los entes oscuros!

—¡Déjalo ir! —Grité con todas mis fuerzas— ¡Sé que me necesitas a mí!

—Cállate. A ti te sacrificaré después, por el momento me divertiré con tu familia. —Dijo la voz gutural.

Arrastró a Jeremy dentro del sótano. Luego de él, una fuerza sobrenatural comenzó a llevarse a cada uno de los chicos mientras yo miraba petrificada, había algo que no me permitía que me moviera, lo único que hice fue abrazar a Antoine, mis brazos tomaron fuerza, y las viejas ramas que tomaron su pie se debilitaron.

Miranda, repite después de mí. —Dijo la curiosa voz en mi cabeza.

Familia celestial, ven a mi encuentro,

Sálvame de este destino, que para nosotros nunca será.

Lo repetí y la rama se debilito más, pero no se rompió.

Ahora dilo en latín. —Replicó.

Había tomado un curso de latín hacía años, esperaba que en serio funcionara.

Caelestem domum, venit ad me.

Salva me ex hoc fatum non esse nobiscum.

Repetí dos veces la misma expresión, y la rama se partió.

—Quédate con ese, pero espero sepas cómo salvar al resto.

Una carcajada estridente salió del sótano, para que luego la puerta se cerrara estrepitosamente, una especie de humillo negro salió de aquellas ramas y se introdujo por las fosas nasales de Antoine en un suspiro, esperaba tener fuerzas suficientes para enfrentar esto.

El sótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora