Capítulo seis.

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—Por Dios Antoine, ¡pensé que te perdería para siempre!

—Eso nunca amor. —Sonrió de lado.

—Bien, ¡vamos! —Comencé a caminar pero él no me siguió.

—Espera... —Frenó en seco— ¿Desde cuándo tienes alas?

—Desde siempre... —Volteé a verlo y se asustó.

—¡Aléjate demonio! —Tambaleó un poco hacia atrás.

—Solté una carcajada y me miró con miedo— ¡Yo no soy el demonio, tonto!

—Mm... Está bien, te creo... Solo porque te ves hermosa cuando te ríes. —Sonrió.

—Me sonrojé y volvió hablar— Y mucho más cuando te sonrojas.

¡Niña! Todos corren peligro, ¡llévalo lejos de aquí!

—Okay. —Le dije a la voz— Debemos irnos, toma mi mano. —Le dije a Antoine y le extendí mi mano.

—¿Sabes cómo manejar esas cosas?

—No. —Reí un poco.

La tomó desconfiado y le ordené a mis alas que volaran, comenzaron a dar leves aleteos y cuando tomaron fuerza cerré los ojos, al abrirlos me encontré con que estábamos cerca de la copa de un árbol, en menos de lo esperado lo llevé hasta la casa de su hermana.

—"Escóndanse del gorrión que persiguen al picarón" —Dije y las alas se escondieron en el instante que Adrianne abrió la puerta.

—¡Miranda, Antoine! ¿Cómo están? —Nos abrazó.

—Bien, pero necesito que Antoine se quede aquí mientras resuelvo un problema en casa.

—¿Problema en casa? ¿No se supone que son los hombres los que resuelven los "problemas en casa"? —Dijo ella riendo.

—Este es otro tipo de problema, solo ella puede resolverlo... Y confío en que lo hará. —Suspiró— ¿Segura que estarás bien?

—Sí, y más tranquila sabiendo que tú estás aquí a salvo.

—Adrianne nos miró confundida, como si yo fuera a librar una guerra, y en cierto modo eso era lo que pensaba hacer. — Larga historia, te la contaré otro día. —Dijo Antoine.

Me despedí de Antoine con un beso, quizás el último. Cerraron la puerta y yo desplegué mis alas, volviendo a casa.

—¡Sánchez! ¿Dónde estás? Sal repulsiva bola de ectoplasma. —Grité al aire.

—Se escuchó una risa malévola— ¿Yo, repugnante? —Rió y escuché los gritos de mis amigos en mi cabeza.

Una ráfaga de viento gélido pasó por mi lado, rodeándome con fuerza y frenando de golpe frente a mí.

—Puedo llegar a ser mucho más hermosa que tú.

Me sorprendí al darme cuenta que era igual a mí, pero una energía negra la rodeaba, era como verme en un espejo, solo que me veía huesuda y anciana, con ojeras y el cabello desordenado, un rostro demacrado y ningún rastro de vitalidad, era una imagen impactante.

—Si no lo has de saber, soy igual que tú, pero yo tengo la fuerza y la vitalidad que tú nunca podrás poseer. —Dije en voz alta, provocándola.

—Me interrumpió con un grito salido de los mismísimos infiernos— ¡Cállate! —Y toda la casa tembló— ¡Para eso te quiero! Tu alma es la única que puede darme juventud y belleza eterna.

—¿Con quién vas a compartirla? ¡Estás muerta, sola y encerrada en cuatro paredes igual de viejas que tú!

—Calló por un momento— Eso no me importa, no me importa que no viva con...Nadie. —Dijo mostrando un atisbo de dolor.

¡Eso es! Su punto débil es la vanidad y soledad. —Me dijo la voz interna.

—¿Qué quieres a cambio de la casa, mis amigos, las almas de mis primos y una vida tranquila?

—Como puedes ver... Es una petición algo grande... ¡Ya sé! —Dijo en tono de burla— ¿Qué tal si te doy a tus amigos a cambio de tu alma?

—Primero muerta. Es todo o nada.

—¿Sabes? Me gusta jugar... Lo hacía mucho con los niños que sacrifiqué.

—No te atrevas a mencionarlos. —Escupí.

—¿Por qué no juegas por todo lo que quieres?

—... ¿En qué consiste el juego?

—¡Así me gusta! —Rió desquiciada— Verás, es un juego de adivinanzas... Si adivinas dónde escondí los espejos en los que están tus seres queridos tú ganas y te quedas con todo lo que pediste...

—¿Y si no lo hago?

—Me quedo con todas las almas, incluyendo la tuya. —Sonrió de forma retorcida—

—Trato hecho.

—Tienes dos días para que los encuentres todos, son 9.

—Entendido.

—Una última cosa: no entres al sótano, no esconderé ninguno ahí, sería muy fácil para ti. Sin ser más, ¡que comience el juego! —Dijo soltando una risa diabólica y desapareciendo en una nube de humo negro.

El sótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora