Capítulo siete.

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Dios, ¿qué haré para salvar a mi familia?

Debía tranquilizarme un poco y concentrarme en pensar en una solución... O en una pista.

"Busca en el corazón familiar" vino a mi mente, ¡eso es!... Pero, ¿a qué se referían los niños con el corazón familiar?

En ese momento un recuerdo vino a mi memoria.

Flashback.

—¡Miranda ven, ya casi empieza la película!

—Calla Dominic, ¡si me acosas te quedas sin palomitas! —Grité desde la cocina de la cabaña.

—Está bien. —Bufó.

Era invierno y los chicos se habían ido por leña para la chimenea, Dominic y yo nos quedamos para ver una película, siempre hemos sido muy unidos. En aquel tiempo recién había conocido a Antoine, y llevábamos unos pocos meses hablando de manera más formal.

—Ya llegué. —Se levantó a ayudarme con la bandeja y luego la puso en su regazo.

Estábamos viendo Amelié, una película que le recomendaría a cualquiera.

—Dominic fingió el falso bostezo y colocó su brazo rodeándome— Miranda yo... —Volteé a mirarlo algo confundida.

—¿Qué pasa?...

Sin decir más, me tomó de los hombros y me giró quedando frente a frente, miré sus ojos y mi mundo flaqueó. Me besó. Un beso tierno, lleno de muchos sentimientos confusos, nos separamos y me quedé inmóvil, luego hablamos del tema y se disculpó por su "impulso", a pesar de ese extraño suceso seguimos siendo como hermanos hasta el día de hoy.

Fin Flashback.

—¡El cuarto de películas! —Grité y la casa se estremeció.

Corrí hacia el lugar y empecé a mover muebles, a romperlos y a buscar en la mesa del televisor, detrás del mismo... Pero no lo encontré.

—Dominic, ¿¡dónde estás!? —Grité mirando hacia todos lados.

—¡Aquí! —Escuché un grito que salió desde uno de los cuadros.

Divisé la mona lisa, el grito, y muchas pinturas más, hasta que me paré frente a una que no tenía mucho sentido. Cuadros desiguales que formaban una casa. Tomé el cuadro y al tocarlo se volvió un espejo, lancé el cuadro y como lo sospeché, ahí se encontraba él.

—¡Dominic!

—¡Miranda!

Estiré mi mano y la pasé a través del espejo, tomé su mano para sacarlo, en cuanto lo hice lo abracé muy fuerte, pensé que nunca volvería a verlo.

—¡Miranda-1, Sánchez-0! —Grité lo más fuerte que pude.

Se escuchó una risa maléfica y luego una voz retumbó por cada una de las paredes.
—¡A ver si puedes encontrar el resto!
—¡Espera y lo veremos! —Grité de regreso.

—¿A quién liberamos ahora? —Pregunté a Dominic.

Se escuchó un grito desgarrador, podía distinguir ese grito chillón.

—¡Lynda! —Dijimos al unísono.

Corrimos escaleras arriba, llegamos hasta donde estaba el cuarto de costura, miré indecisa a Dominic quien me regaló una sonrisa tranquilizante y eso me dio más confianza, abrí la puerta y nuestros ojos casi se salen de sus cuencas. 

El sótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora