Esa tarde, Eren salió del edificio del Buró sin un objeto, sin un centavo, con un dolor inmenso en el abdomen y una frustración gigantesca. Anduvo varias cuadras, fumándose el último cartón de cigarrillos del mes en poco más de una hora. Al revisar, encontró que su liquidación ya había sido consignada: Una suma enorme, sustancial, probablemente como precio de su silencio. No se asombró.
Sabía que anualmente El Buró movía enormes sumas de dinero, como pago por la resolución de casos en la enorme mayoría de las ocasiones. ¿Pero lo sería así en todas? Ahora que había salido precipitadamente de las filas que controlaba Naeme, podía verlo todo con una lupa distinta. ¿O sería rabia contra su antiguo empleador? Quizá Mauricio Sallandrera tenía razón con su punto de vista respecto al Buró. Quizá no les convenía resolver el Caso Rodríguez, de pronto protegían a alguien o a algo más.
La verdad le costaba pensar en eso en el momento que nos ocupa. Sin cigarrillos, y andando sin brújula por las calles de Río, pensaba en realidad en Iris. ¿Cómo tomaría la noticia de su retiro? Siéndose sincero, las lágrimas estaban a punto de surcarle las mejillas. Le costaba trabajo no sólo abandonar El Buró, sino dejar de lado el trabajo con aquella muchacha de lentes oscuros que discurría de maneras especiales a la hora de resolver misterios y que le había enseñado muchas cosas de las que se sentía orgulloso saber.
La extrañaba, pero le costaba creer que ella lo extrañaría. ¿Sería eso posible? Sería perfectamente capaz de olvidar en uno o dos días, estaba seguro de que podía hacerlo; o por lo menos pondría entre ella y él una barrera, como la que mantenía con su pasado. Ahora él también haría parte de su pasado, y lo más natural era aislarlo y esterilizarlo para evitar la punzada incómoda de los recuerdos agradables.
Para él, abandonar El Buró también significaba, en cierto modo, romper con su pasado. ¿Qué había sido su vida estos nueve años? El constante anhelo de encontrar ese fragmento perdido del curso normal del tiempo, las visitas constantes a los juzgados como fiscal y como testigo, la observación de escenas de crimen, la escritura a altas horas de la noche de informes para presentar al día siguiente a sus superiores...
Estaba libre de todo eso. También habían sido nueve años de libertinaje, de fines de semana plagados de vicios y sábanas húmedas, de domingos en compañía de una imperdonable resaca y de lunes horrorosos que empezaban con un café insípido, Acababa de cortar, en cierta manera, con todo aquello también. Ya no tendría como excusa para estar en un bar el estrés del día, no podía ya seguir su tren de vida ahora que había abandonado el vagón, saltando de él buscando las tierras conformistas del mundo común.
Aún no sabía que hacer. Era lunes y era temprano en el día y en la semana para buscar alcohol. Pero eso era lo de menos. ¿Qué haría de ahora en adelante? No lo sabía con certeza. Sabía que no podía quedarse en Río; la ciudad era insegura para él y, además, tenía un pésimo portugués a pesar de haber vivido seis años allí.
Tendría que emigrar, establecerse de nuevo, trabajar como cualquier otro en una oficina o en una fábrica y terminar sus días pensionado en un asilo. ¿Cuál era su destino? Hablaba español, alemán, inglés y francés fluidamente. Canadá sería una buena opción. Viviría como Logan, el líder de los X-Men, perdido en los bosques canadienses. Se sonrió al hacer esa comparación mental.
Ese asunto no era tan complejo como el siguiente. Compró otro cartón de cigarrillos y se llevó uno a la boca mientras empezaba a hilvanar de nuevo sus pensamientos. ¿Y si los sueños recurrentes seguían apareciendo? ¿Y si su neurosis no lo dejaba en paz? ¿Y si no podía desprenderse del caso?
Vaya, eran muchos interrogantes. Se convencía – Intentaba convencerse – de que sería capaz de superarlo, así se le fuera la vida en ello. Necesitaría psicólogo, quizá un psiquiatra. Quizá una casa de reposo durante unos meses, de pronto durante unos años. Con lo único que no quería contar era con una nueva aparición de Amalia Rodríguez. No quería pensar en un escenario probable donde ella volviera a plasmarse en un vidrio frente a él para anunciarle algo.
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Periplo
Художественная прозаUn Caso Irresoluble, un red criminal gigantesca, una organización secreta y las ansias de un hombre por resolver su pasado llenan estas líneas. Eren Suárez, un agente del Buró, la asociación de investigadores más grande del mundo, está obsesionado c...