Capítulo IV: Encuentros Determinantes.

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Bebía parsimoniosamente el primer café del día, mientras el Sol despuntaba tímidamente desde detrás de las olas y teñía el cielo con ese tono amarillo que le gustaba comparar con el rojo que engalanaba los cielos a las seis de la tarde en aquella ciudad del Trópico. No había una nube en el cielo y el Astro Rey brillaba pálidamente, lo que le indicaba que sería un día azul, diáfano, tranquilo y sin sobresaltos. Al menos no para la mayor parte del mundo. Él, por su parte, sabía que no sería un día común. Algo se lo decía allá, en el fondo del pecho.

No le faltaba razón, pero aún no se precipitaban los hechos. Por ahora, Eren se encontraba tomando su café y mirando inquieto el maletín con los documentos traídos desde Colombia. ¿Cuándo volvería a tener acceso a esa información? Cuando fuera curiosidad intelectual para él la resolución del caso, según Lockhart.

Para él siempre había sido una cuestión de encontrar un pedazo perdido de su vida, una explicación al suceso que había partido su vida como ningún otro, y sabía que eso molestaba a Iris. Ninguno de los dos conocía del todo a su compañero de trabajo. Él aún guardaba cartas desconocidas pegadas bajo la mesa y ella aún era un misterio indescifrable en muchas cosas.

Guardaba un hermetismo extraño con su pasado. Las veces que surgía el tema, durante los almuerzos o bebiendo un café al salir del trabajo, trataba de cambiarlo rápidamente. Y se aguantaba bastante bien las historias de Eren, de sus salidas en falso, de sus ridículos amorosos; pero al mencionar a la UPN su superiora y maestra se cerraba en banda, como si allí hubiera recuerdos difíciles de superar. No conocía mucho de su pasado, e incluso dentro del Buró era desconocida su procedencia.

Hablaba español como una nativa, y Eren podría jurar que tenía el acento bogotano; pero con ese apellido, la fluidez de su inglés, su alemán, su italiano y su francés y el tono de piel, blanca como el mármol, decantaban su mente a la hipótesis de su nacimiento – O por lo menos el origen de su familia – En Europa. Nada de su infancia, nada de su primer beso, nada de su carrera universitaria; el pasado de Iris Lockhart era tan misterioso como un cuento de Poe, y desgraciadamente él era pésimo con los enigmas literarios, o mejor dicho, con las ecuaciones que implicaban siete o más incógnitas.

Todas esas cosas de él Lockhart se las sabía, e incluso podía recitárselas en una noche de copas, cuando el alcohol cumplía su función de Leteo y Eren empezaba a tener fallos memorísticos. Pero al igual que ella mantenía un sello frente a su pasado, Eren lo mantenía con su familia y con su presente. Iris no sabía nada de sus escapadas nocturnas, su gusto por el Whiskey escocés – Nosotros sí, estamos leyéndolo en este momento – Y mucho menos de que vivía en la Torre Canarinha.

Para ella, Eren era un misterio con solución fácil, pero prefería darle la impresión de ser aún inescrutable para ella. Por eso se había atormentado un poquito en la tarde del domingo después de decirle que era predecible. Había dejado el juego y eso no había querido hacerlo. De verdad apreciaba a su alumno y lo que menos quería era que se diera cuenta que todo lo que ocultaba estaba cubierto por un velo tan transparente que sólo con soplarlo se levantaría.

Por eso lo esperaba con una sonrisa en el rostro esa mañana de lunes, mientras llegaba con los documentos que traía aquél de Colombia. Más que los documentos, quería disculparse a su manera por dejar de jugar y, sobretodo, que le contara con lujo de detalles su encuentro con Mauricio Sallandrera, aquél viejo compañero que recordaba cada octubre melancólicamente, junto al nombre de Cuervo y junto al escudo azul de la UPN de Colombia.

Aquél tipo taciturno, distante, tímido y serio que en poco más de seis meses se había vuelto dicharachero, conversador, sonriente e incluso un tanto molesto no tenía pinta de dejar marcas especiales en su vida; pero las dejó cuando perdió contacto con la universidad por causas económicas y desapareció. Pudo no importarle, como a muchos, y simplemente dejarlo pasar... pero no lo hizo.

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