Capítulo II: De un encuentro misterioso.

17 2 0
                                    

Tras un rato en el aire, Eren se encontraba de nuevo en tierra y tranquilo. Volar en esta ocasión le producía unos nervios increíbles, incluso después de haber volado cinco o seis horas rumbo a lo desconocido en ocasiones anteriores. Quizá ese nerviosismo era porque sabía que estaba suspendido y sin soporte en medio del aire. O quizá era porque volvía al país donde estaban la mayor parte de sus recuerdos y su mayor obsesión... y precisamente venía a recoger información de su caso favorito. ¿Serían huellas? ¿Pruebas nuevas?

Por lo que sabía, podía ser hasta un vídeo. O alguna declaración de algún testigo presencial. O la identidad de los autores materiales. El corazón le daba vueltas, al igual que la cabeza, de sólo pensar en la posible información que tendría en las manos en menos de doce horas. Pero primero lo primero. Había que cumplir el deber. Salió a paso lento del muelle de abordaje, a paso tranquilo salió del aeropuerto y llamó a la sucursal colombiana del Buró. En cuestión de minutos, apareció una camioneta negra, con vidrios polarizados y placas diplomáticas, que se detuvo frente a él.

-Eren Suárez – Dijo, cuando tuvo al piloto al frente – De Río. Para resolver, conocer, entender y servir.

-Desenmascarar y hacer justicia - Respondió desde el interior una voz ronca, masculina – Bienvenido de vuelta, LT Suárez.

La puerta lateral de la camioneta se abrió y Eren subió directamente, mientras que el acompañante del vehículo cargaba la maleta en la cajuela enorme de la camioneta. No se había podido apreciar bien el modelo por la ensoñación de afuera y lo rápido del abordaje, pero un análisis del interior le decía que eso era una Montero como pocas. El Señor Naeme sí que sabía como mantener contentos a sus empleados. El hombre que tan amablemente había subido las maletas del Joven volvía a ocupar su puesto junto a Eren y cerraba las puertas.

El enorme vehículo se puso en marcha, y Eren se preguntaba si acaso no le darían la información allí mismo, dentro de la Montero. Le pareció curiosa la dirección que tomó la camioneta. No se dirigían hacia el Salitre, como era natural que lo hicieran – La sede del Buró quedaba en ese sector, Eren había trabajado ahí durante tres años – sino hacia el Cementerio Central. Su extrañeza debió notársele en la cara, porque el hombre que lo acompañaba tosió varias veces antes de dirigirle una palabra.

-Es comprensible que esté extrañado, LT Suárez – El hombre sonreía un poco – Pero en estos seis años han pasado muchas cosas. Nos hemos cambiado de lugar dos veces, cuestiones de seguridad... Ahora estamos en el Centro. Pero en estos momentos consideramos que a usted le vendría mejor primero hacer una visita al cementerio antes de dirigirnos a la sede.

-Eso no tiene mucha lógica, la verdad. Ni el cambio de lugar de la sucursal ni mi visita temprana al cementerio. Ni tan temprana, son las cuatro de la tarde, caballero – Eren lo miraba entre confuso y molesto, después de comprobar la hora en su reloj – La misa conmemorativa será mañana a las doce. Así que no entiendo.

-No tiene mucha necesidad de entender – Respondió el hombre – Antes de entrar en contacto con el equipo de trabajo que lo acompañará estos seis días, tiene que entrar en contacto con parte de la información que se le va a suministrar para llevarla a Río. Tenemos un testimonio presencial... Lo hemos seguido durante un año y sabemos que hoy lo encontraremos aquí. Es un rito.

-¿Acaso es el esposo de Amalia Rodríguez? – Eren, confuso, observaba detenidamente al hombre; sin embargo, la pasividad del sujeto no le permitía sonsacarle información relevante - ¿Algún visitante del centro comercial?

-Es mejor que lo descubra usted mismo, LT Suárez – El hombre esbozó una sonrisa – Puede que sea lo más valioso que haya aparecido con respecto a este caso desde que se abrió.

PeriploDonde viven las historias. Descúbrelo ahora