La semana transcurrida en Colombia había sido aburrida, carente de emoción y de sentido. Durante la misa conmemorativa, apenas si pudo despegar los párpados. No había ido casi nadie. Al parecer, incluso sus hermanas y amigos más cercanos habían olvidado a la Señora Suárez y su noble sonrisa, su amabilidad, efusividad y el cariño que llevaba para repartir entre todos como si de dulces se tratara. Sólo él recordaba – O bueno, intentaba recordarlo – todos esos detalles. Al fin y al cabo, había sido su madre, y una buena madre, a pesar de los regaños y del hecho que nunca le dijo quién era su padre.
Se negaba en redondo a responder cualquier interrogante respecto al hombre que lo había engendrado. Pero no la extrañaba. Simplemente se había dejado caer en la melancolía. En una melancolía pastosa que se le pegaba al cuerpo cada día y que se hacía densa con cada aniversario de la muerte de su madre, pero que lo acompañaba desde el sueño recurrente que tenía noche tras noche.
El resto de la semana pidió dispensa especial para alejarse del ámbito laboral. No quería tomar parte en ninguna investigación. Eran sus pequeñas vacaciones en un lugar que no estaba diseñado para ser vacacional, sino una metrópolis al mejor estilo latinoamericano: Emporio del ruido, la contaminación, las ruinas y los recuerdos de un pasado que había sido colonial, republicano, liberal, dictatorial, oligarca...
Y que parecía enclavado y aferrado al presente, expreso en cada ladrillo, muro de adobe y rascacielos de Bogotá. Las metrópolis de esta parte del mundo suelen tener un pie constantemente en su pasado, lo hacen vivir, lo convierten en una ciudad aledaña venida a menos. Se vanaglorian con sus altos edificios y desprecian a lo que fueron en épocas remotas, ignorando que aún tienen mucho del espíritu de esos primeros muros de adobe.
El sábado en la mañana recogió, en la sede colombiana del Buró, un sobre lleno de folios con los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por esa sucursal, que trataban de una u otra manera el caso Rodríguez. Como si fuera su propia vida, enfundó el sobre en un maletín del que no se desprendió en ningún momento. Ni siquiera en el puesto de embarque, cuando le solicitaron enviarlo por la banda mecánica, lo abandonó.
Permanecía apegado a la información de su caso especial, como se apegan las personas a otras, a un objeto o a un animal. Durmió aferrado al maletín, y quizá por eso al finalizar el vuelo se levantó con la espalda y los brazos adoloridos y entumecidos. Se dirigió inmediatamente a su casa, la Torre Canarinha. Aún estaba de dispensa y el domingo no laboraría, así que podía permitirse un buen descanso y una lectura concienzuda de los papeles que llevaba en el maletín.
Esa noche de sábado salió, bebió un poco, se distrajo con un par de extranjeras rubias y de ojos verdes – En este caso danesas, no canadienses – que le propusieron amanecer con él en su hotel, en compañía de un caballero español que las esperaba. Él les ofreció su piso de soltero, y las rubias aceptaron de buena gana, mientras se bebían otro whiskey y se sonreían con Eren. "Los extranjeros siempre se vuelven locos aquí" dijo cierta vez una conocida, y El Joven no pudo evitar reírse por lo bajo al comprobar que, de nuevo, aquella mujer tenía razón. Esperó pacientemente la llegada del español, pero al no arribar aquél decidió dirigirse con las achispadas danesas a su casa.
A la mañana siguiente, mañana de domingo, tuvo que despertarlo la luz del Sol, colándose por las rendijas de las persianas. Desnudo por completo, observó estupefacto que ya no poseía en sus haberes ni cigarrillos, ni condones. Se sintió desnudo. Junto a él, abrazadas, descansaban las danesas, probablemente agotadas de una maratónica madrugada de tripletas. Se levantó pesadamente, abandonó el cuarto con somnolencia y se duchó. El agua tibia de Río lo hizo sentir descolocado, luego de sentir durante ocho días el agua helada de la capital colombiana en las espaldas.
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Periplo
General FictionUn Caso Irresoluble, un red criminal gigantesca, una organización secreta y las ansias de un hombre por resolver su pasado llenan estas líneas. Eren Suárez, un agente del Buró, la asociación de investigadores más grande del mundo, está obsesionado c...