–Caitlin. –dijo Zac moviendo mi hombro. Habíamos llegado y yo había pasado el resto del viaje fingiendo que dormía.
Me puse de pie, sacando mi maleta.
–Debemos separarnos. –le dije. Antes de venir, le había confirmado a Elijah mi presencia en la fiesta, así que desde esa noche pasaría en un hotel. Supe que me vigilarían desde el momento en que bajara del avión.
–Baja tu primero. –respondió él.
Me despedí con una mirada, no sin antes ponerme el audífono en el oído y el minúsculo micrófono escondido en el cuello de la camisa.
Zac tomó mi mano en cuanto me di la vuelta para salir. De nuevo sentí el roce de las vendas que le cubrían las heridas.
Le apreté levemente la mano, intentando decir "estaré bien", y salí de una vez por todas.
Leí un cartel que rezaba: "Sra. Blackwell" y era sostenido por una mujer vestida con traje negro y camisa blanca. Típico.
Me vio y habló algo por el micrófono que tenía en el cuello de la camisa.
–Señora Blackwell, la llevaré a su hotel. –hice una mueca al escuchar la primera palabra.
–¿No veré a Elijah? –pregunté.– Quiero decir, a mi esposo. –aclaré ante su indignación.
–Su esposo la verá en la fiesta de mañana. –respondió ella.– Yo tengo estrictas órdenes de llevarla a su hotel.
Asentí y me condujo a la parte trasera de un auto negro.
Llegamos a un hotel de cinco estrellas, donde percibí la mirada de al menos dos de los espías de Elijah.
La mujer me acompañó hasta mi habitación, supuse que la más cara de todas.
–La vendré a recoger mañana a las cinco de la tarde para la fiesta. –dijo en tono monótono.
Asentí una vez más y le cerré la puerta en la cara.
Antes de hablar con Zac, busqué micrófonos y encontré siete. Cuatro en lámparas y focos, uno en el baño, uno dentro de la puerta del mini bar y el último debajo de la cama.
–Llegué. –dije mientras pisaba con fuerza los micrófonos y los tiraba en la papelera.
–¿Todo bien? –preguntó Zac.
Hice un sonido afirmativo mientras me metía en la boca un pastelito que había encontrado en la mesa de entrada.
La habitación se componía de una pequeña sala, un mini bar, el baño privado y la habitación con una cama talla king.
Zac también estaba comiendo algo.
–¿Dónde estás? –le pregunté.
–Genevieve me consiguió el cuarto de alado. –respondió con la boca llena. Reí.
–¿Puedes decirle que desactive las cámaras? –pregunté.
–Ya lo hice. –dijo él. Miré a todas las esquinas superiores del lugar, y las luces rojas, característica de las cámaras de vigilancia, estaban apagadas.
–No es una buena idea. –dije.– Vendrán a comprobar en cuanto lo noten.
–Dame un segundo. Haz una pantalla verde. –escuché que le decía a Genevieve.
Pronto, las luces rojas volvieron a prenderse, pero supe que estaba segura.
–¿Sabes algo de Luke? –le pregunté quitándome los zapatos y recostándome sobre la cama, que se hundió bajo mi peso.
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Epístola al Caos
FantasyDespués de todo, la vida sigue dándome lecciones aunque crea no pedirlas. 1. No todo sale como planeas, nunca se es lo suficientemente inteligente. 2. Por nada del mundo creas ganada la batalla, tus enemigos encontrarán la manera de quebrarte justo...