Jared tardó en despertarse más de lo que yo había tardado, y eso que eran las nueve de la mañana y acostumbrábamos a estar en el edificio, listos y desayunados, a las ocho.
Tomé una ducha rápida y me maquillé lo suficiente para ocultar los ojos hinchados. Me alegró que mi nariz estuviera completamente deshinchada y de su color normal. La crema que usaba Jared era mágica.
Bajé a desayunar tan pronto como recibí mi beso matutino y me encontré con mi hermano y su mirada levemente incómoda.
–Buenos días. –dijo cuando me vio entrar.
–¿Cómo dormiste? –pregunté.
–Bien, ¿y tú?
–¿Todo esta bien? –dije reconociendo su tono poco amigable.
–No Cait, necesitamos hablar. ¿Irás hoy al edificio? –preguntó, terminando su café y poniendo la tasa en el lavadero.
–Siempre voy. –respondí mientras buscaba un sobre de té en un cajón de la cocina.– ¿Y el té?
–Se acabó hace semanas Cait, tú misma dijiste que debíamos comprar más.
–Jared me dio té anoche. –dije, confundida.
–Debió hacer magia. Hablaremos en el edificio, es importante. Debo correr, Adrien necesita ayuda con el entrenamiento. –y salió sin siquiera despedirse.
Intenté buscar el té que sabía que debía haber, pero fallé.
–Cait, no hay nada para desayunar. Comeremos algo en el camino. –dijo Jared a mis espaldas mientras se ponía la chaqueta.
–¿Ya estás listo?
–Como vez, así de rápido. –sonrió y la argolla de su labio hizo un sonido fascinante.– Tu nariz se ve mucho mejor.
–Gracias por eso, a propósito.
–Cuando quieras. –contestó besando mi frente.
Salimos juntos, pero Jared regresó porque había olvidado su móvil.
Me apoyé sobre la puerta de su auto disfrutando el sol mañanero en mi rostro, cuando escuché que alguien se dirigía a mí.
–¿Te sentó bien el té, querida? –dijo. Me quité las gafas de sol para encontrarme con una anciana muy pequeña, con un vestido de flores y un perrito faldero en los brazos.
–¿Disculpe? –dije confundida.
–Siempre que tú y tu adorable novio lo necesiten, las puertas de mi hogar están abiertas. –culminó con una sonrisa de lo más dulce. Segundos después se fue caminando con su pequeño animal.
–¿Por qué esa cara? –dijo Jared quitando los seguros del auto con el control remoto.
–No importa. –dije negando con la cabeza y poniéndome de nuevo las gafas de sol.
Entré al auto, sin embargo Jared se quedó mirando el capó y soltó un alarido que me puso los pelos de punta.
–¿¡Qué le hiciste a mi auto!? –gritó. Asustada, salí corriendo para ver que la lata se había hundido con la forma del cráneo de Adrien.
Alzaba las cejas por detrás de las gafas de sol y no pude evitar partirme de la risa.
–¿¡Qué es tan gracioso!? –preguntó él desesperado.
–Lo pagaré, lo prometo. –reí y lo obligué a subir al auto.
–¿Chocaste con alguien? –dijo cuando estuvo más calmado y en camino a algún lugar para desayunar.
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Epístola al Caos
FantasiDespués de todo, la vida sigue dándome lecciones aunque crea no pedirlas. 1. No todo sale como planeas, nunca se es lo suficientemente inteligente. 2. Por nada del mundo creas ganada la batalla, tus enemigos encontrarán la manera de quebrarte justo...