Desperté con un mal sabor en la boca, sudando y con más calor del que nunca había tenido en mi vida. El sol mañanero entraba por la ventana y amenazaba con quemar mis retinas.
Jared no estaba, pero se escuchaban voces a lo lejos.
Decidí ponerme de pie pero me sentía como cuando tuve la peor resaca de mi vida después de la fiesta de graduación.
–¡Mierda! –grité al golpearme el dedo más pequeño del pie en la pata de la cama.
Después de revolcarme en el piso, llorar de dolor y maldecir a mi suerte, tomé unas cuantas prendas de ropa y abrí una puerta dentro de nuestra habitación que conducía al baño.
Cuando entré una densa humareda nubló mi vista, y el fuerte olor a menta inundó mis fosas nasales. Cuando pude apartar ambos intrusos de mi cuerpo, vi a Zac lavándose los dientes. Zac completamente desnudo a pesar de una toalla que colgaba de su cintura. Me sorprendí mirando el abdomen, que si bien no había sido extremadamente trabajado podría ayudar a modelar unos calzoncillos Calvin Klein a la perfección. Sin los lentes, sus ojos se veían aún más hermosos, y todavía no peinaba su cabello de la manera tan cuidadosa con la que siempre lo había visto.
–Yo... no sabía... –mascullé nerviosa.
–¿No sabías que también hay una puerta en mi habitación que conduce al baño? –dijo él después de escupir la pasta dental y enjuagarse la boca.
–Lo siento. –susurré.
–Olvídalo. –dijo él con frialdad, saliendo por su puerta.
Suspiré, el día anterior parecía amarme y ahora no soportaba verme.
Me quité la ropa de dormir sin antes echar seguro a las tres puertas del baño y entré a la ducha.
Tomé una ducha rápida, y agradecí haber traído mi shampoo de la casa de Grace.
Cuando salí, me vestí con un jean roto, unas converses y una crop–top. Comenzaba a superar las cicatrices, ahora del color de mi piel, que surcaban mi cuerpo entero. No eran cicatrices, eran la prueba de que había sobrevivido.
–Cait, hay alguien a quien quiero presentarte. –dijo Jared llamando a la puerta.
–Ahora voy. –respondí.
Salí del baño seguida de una neblina cálida, y me dirigí a la sala.
Me encontré con todos los muchachos perfectamente arreglados y una joven que parecía tener una edad cercana a la nuestra.
Zac había peinado sus rojizos cabellos, y evitaba mi mirada detrás de los cristales. Se sonrojó un poco cuando lo miré fijamente.
–Tú debes ser "ella". –dijo a penas verme. Era una muchacha con ojos verdes y un intenso delineado negro, tenía la boca larga pintada de rojo y la nariz delicada. Vestía una camisa de franela sobre un crop–top similar al mío, pantalones jean y un par de zapatillas rojas.
Tenía el cabello largo pero rapado de un lado, negro con las puntas verdes. Combinaba muy bien con sus ojos.
–Y tu eres...ella. –dije confundida.
Jared río.
–Cait, te presento a Genevieve, una vieja amiga que me ha estado ayudando por años. Genevieve, ella es mi novia, Caitlin. La Reina de los Yaqut. –ante tal mención, Adrien apretó la mandíbula y Zac desvió la mirada.
–Supongo que tengo que hacer una reverencia o algo así. –dijo ella poniéndose de pie.
–No es necesario. –respondí tendiéndole la mano.– Un gusto conocerte.
ESTÁS LEYENDO
Epístola al Caos
FantasíaDespués de todo, la vida sigue dándome lecciones aunque crea no pedirlas. 1. No todo sale como planeas, nunca se es lo suficientemente inteligente. 2. Por nada del mundo creas ganada la batalla, tus enemigos encontrarán la manera de quebrarte justo...