Capitulo IV

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CAPITULO IV

La fría noche no pasó desapercibida para ninguno de los dos hombres que dentro de la cabaña ninguno sabía qué hacer y mucho menos que decir para resolver la con función que ondea en el aire

- ¡¡SE PUEDE SABER COMO DEMONIOS SABES MI NOMBRE!! - reclamo el francés

- ¿Qué?– volteo el dueño de las turquesas – mmm que? – lo miro sin entender – ahh ya

Se levantó y de su mochila saco una carpeta un tanto magullada por los golpes y se la extendió a su compañero. Intercambiaron miradas antes de que el de, cabello turquesa tomara la carpeta que milo le extendía, aunque para Camus seguía siendo un completo desconocido.

Miro la carpeta y luego al hombre que ya se había alejado de él y estaba acuclillado a la altura de la chimenea con la libre a un lado.

Lo vio arrancarle la cabeza y abrirla por la mitad. Meneo la cabeza e hizo un gesto de asco, antes de dar media vuelta y mirar la carpeta

Decidió apoyarse en una pared; pasando cerca del hombre que si mal no detallo era solo un poco más grande que él, Para proponerse a leer la carpeta que este le había entregado. ESO SI; su mano derecha aun empuñaba la espada y su postura no era menos rígida que antes

Milo lo miro detalladamente no le importo su actitud en su caso actuaria igual, pero se fijó más en su pierna cubierta por la tela del pantalón negro machada de sangre. Frunció el ceño en definitiva eso no le gusto.

Leyó y releyó las hojas donde estaba toda su información personal;

Por alguna razón sintió enojo, ese hombre sabía mucho de él, pero él no sabía nada de ese hombre eso no le gusta para nada. Movió las hojas todas con información de la misión que aún no había logrado cumplir.

Mientras rebuscaba entre la hoja, una más pequeña que las demás cayó al suelo donde reconoció la firma de shion autorizado a ir a ese hombre a buscarlo. Lo miro nuevamente. Ahora ya entendía ciertas cosas.

Aflojo un poco, "solo un poco" la presión que tenía sobre la empuñadura. – ¿así que somos aliados? – dijo llamando la atención del griego; ni siquiera él estaba seguro de eso; milo lo miro y se encogió de hombre.

- yo no sé qué tengas tú en mente pero mi misión era encontrarte – miro la chimenea mientras encendía el fuego y luego voltea a mirarlo nuevamente con una sonrisa altanera – lo cual. Ya hice. – afirmo triunfante.

Camus frunció el ceño pero no dijo nada.

- ahora solo queda reponernos y marcharlos – Camus lo miro sin entender a lo que se refería Milo estaba más serio que antes, mientras se levantaba del suelo aventaba el cuerpo despedazado de la liebre a la hoya más o menos pequeña que había buscado de su mochila, mientras hablaban.

Arrojo zanahorias y tomates, unas hojas de lechuga y dudo un momento pensado si tirar la cebolla también dentro de la cacerola. No era algo que le gustaba demasiado

- tu pierna – susurro mirando el fuego, pasaron unos segundos de silencia antes de que volviera a hablar – está herido y yo agotado. Así que ambos necesitamos reponernos. ¿Estás de acuerdo? – como respuesta solo recibió una afirmación del de los ojos zafiros.

Milo miro a su a compañero, ambos estaban callados, el sonido de las llamas chocar contra la hoya fue quizás lo único que oyeron

Luego de un rato más. Fue esta vez Camus quien empezó hablar

- ¿cómo te llamas? – por fin salido la pregunta a la luz que tanto misterio era para el peli – turquesa.

- mmm que acaso no te había dicho – su contesta no sonó como una pregunta, más bien parecía que lo hubiera dicho más para él, que para quien le había preguntado. Así que para el otro no hubo la necesidad de responderle

Hijo... del EmpaladorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora