—¿Tienes un admirador, mocoso?
Siempre he odiado cuando el tío Jacob habla con ese horrible tono que juega a ser inocente. Invariablemente significa que estoy en problemas.
—¿Estás loco? —gritó Mark en voz baja.
Ya sabes, como cuando estás escuchando un partido por la radio y tu equipo favorito hace una anotación pero estás en medio de un funeral.
¿Qué? Todos lo hacen. De acuerdo, ignórame otra vez.—¿Un amigo, tal vez? —insistió Jacob.
—Por favor, ¿a qué juegas?
—Ambos usaron la misma estrategia para un robo casi sincronizado en dos puntos opuestos del país.
—Sí, también escuché la noticia —dijo con fastidio.
—Pues entonces uno de los dos se copió la idea, ¿eh?Esas son el tipo de cosas que no se le dicen a un profesional. Después de haber practicado por más de diez años, no podía creer que el cara de tejón insinuara que necesitaba robar las ideas de otros.
—¡Tú sabes que esto es lo único importante para mí! —estalló Mark.
—¡Sí que lo sé! —decía Jay mientras se acercaba veloz al muchacho, arrinconándolo contra la esquina de la habitación—. Estás desesperado por la fama, musaraña —Casi podía sentir el aroma rancio del tío Jacob, quien parecía haber crecido varios centímentros—. ¿Conseguiste que alguien replicara el plan para llamar la atención, pequeño idiota?A pesar de que nunca lo había golpeado ni herido de forma física, cuando el tío actuaba de ese modo Mark se sentía otra vez de cuatro años, pequeño y solitario. Sin embargo, en esa ocasión las palabras del hombre medio calvo eran el equivalente a la más grave ofensa.
—¿Para que digas que hice trampa? —replicó dando un paso tan firme que Jay retrocedió inseguro —. ¿Estás de broma?
—Y ¿cómo lo explicas?
—Me copió la idea o nos tiene vigilados, no lo sé —dijo demasiado molesto para pensar.
—¿De verdad esperas que lo crea?
—¿De verdad crees que me importa?
—Ah, vas a decirme que las palabras que escribieron en el suelo son casualidad, ¿no?
—¡Eso es lo que no entiendes! —La frustración brotaba en cada palabra—. Nunca compartiría mi título, ¡eso es todo lo que soy!Jacob caminó lento alrededor de la pequeña mesa donde desayunaban, evaluando la situación antes de responder.
—Tienes razón, aún sigues pensando en tener un nombre, en ser reconocido, te falta mucho por aprender. —Mark no contestó, sólo fijó la vista en el televisor, como si a través del aparato pudiera encontrar al sujeto que intentaba robarle la victoria—. De cualquier forma tenemos trabajo — agregó Jacob cambiando de tema—, es para un sujeto de Nueva York.Así es el tío Jay. Lo importante es siempre lo que pasa justo en el momento. Creo que por eso no le gustan los nombres, porque los nombres hablan del pasado. O quizá sólo tiene mala memoria para recordarlos, o tiene un nombre como Herculano o algo así de horrible. Vaya, se supone que debería ser experto en entender a las personas —ya saben, para saber cómo engañarlas—, pero hasta el día de hoy ese cara de tejón se me sigue escapando.
El trabajo del que hablaba era un favor para un tipo rico, algo que Mark y Jacob normalmente realizaban con el fin de tener quién les cubriera las espaldas en momentos de dificultad, nada fuera de lo común. Al muchacho le parecían trabajos realmente aburridos, pero el de ese día tenía algo que lo volvía un tanto emocionante.
—¿Para la escuela? Claro —respondió la simpática recepcionista, fascinada por el encanto juvenil del joven castaño.
¿Qué? A esa mujer se le notaba en los ojos, ¡de verdad!
—Muchas gracias, le prometo que no le quitaré mucho tiempo —respondió Mark con una sonrisa deslumbrante.
El plan para entrar al edificio era muy sencillo: había dicho que escribía un supuesto trabajo sobre el desarrollo de las empresas locales, por lo que necesitaba entrevistar a algún miembro del personal de los laboratorios PharmaCo. Lo emocionante venía en la razón del engaño, y en los distintos niveles de seguridad que tendría que cruzar una vez dentro. Debían conseguir información sobre una especie de arma química —un proyecto secreto para el gobierno, por lo que pudieron conjeturar— que se desarrollaba bajo la fachada de una farmacéutica de gran prestigio.
Bien, aquí empieza de verdad el plan, pero antes te diré que muchas veces este trabajo exige perder un poco de dignidad, tenlo en mente. Ese día, era por mucho el peor ejemplo de eso. De verdad: me esperaba mucha humillación.
—¡No! ¿Qué diablos te pasa? —gritaba asqueada la joven trabajadora, contemplando al joven muchacho con horror—. ¡Limpieza!
—¡Lo siento, no sé qué pasó! —dijo Mark mientras se pasaba las manos por el cabello frenéticamente con expresión desesperada, antes de salir corriendo al baño, dejando un pequeño charco amarillento donde había estado de pie.Te lo dije, demasiada humillación. En mi defensa, aclaro que sólo era jugo de manzana.
Una vez en el baño, tardó menos de un minuto en cambiar sus ropas por un sobretodo gris.
Las puertas del edificio se abrían con un sistema de tarjetas magnéticas que se usaban también como identificación, así que unos días antes el tío Jay había estudiado el diseño de las identificaciones y hecho una replica auto-adherente con la foto de Mark, quien ya colocaba la copia sobre el gafete que le había quitado a la recepcionista en un momento de distracción.«Sólo falta encargarme de algo», pensó.
Se dirigió al área de lavabos para dar los últimos toques y ocultar su cabello, coloreado artificialmente, bajo una gorra a juego con el uniforme.Entonces lo vio: garabateado en el espejo con tinta para zapatos, otra vez un mensaje con la misma letra que había visto por televisión.
«Te estás volviendo predecible, Imitador».
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El Imitador
General FictionMi nombre no es importante. Mi rostro no es importante. Sólo debo servir de marco para una historia, para un personaje, el que sea necesario. Para fines prácticos me llaman así, Marco. Mark, si lo prefieres. Deben saber que no soy el típico héroe y...