9. Orgullo y Perjuicio.

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¿Hay algo en lo que seas realmente bueno?
Quiero decir, no algo tonto como matemáticas o reparar computadoras, sino una de esas cosas importantes por las que te reconozcan. Hablo de algo como lo que hace ese sujeto, el que puede beber cualquier líquido y expulsarlo a chorros por el ojo; algo que cuando la gente diga "¿viste a esa persona que puede meter una bolsa de malvaviscos entera a su boca mientras canta el himno nacional?", todos sepan que hablan de ti, ¿me expliqué?

Pues en mi caso —como creo ya haber dejado en claro— lo que me distingue desde siempre es el estafar a la gente. Desde luego, sólo estafar es demasiado común, muy poco entretenido y tan fácil que hasta el más ignorante e incompetente puede hacerlo, basta con ver a cualquier político para validar mi punto.

Lo que realmente amo es fingir ser alguien más: usar disfraces, simular la voz, usar palabras y acentos específicos, caminar de cierta forma y todo lo que conlleva.

Normalmente el tío Jacob y yo creamos a los personajes, pero es más divertido elegir, estudiar e imitar a una persona real. Hasta ahora he suplantado solamente al portero de un hotel, a un conserje de escuela, al tendero de la esquina y en general a personas a las que nadie nunca les presta verdadera atención.

Aún así, mi sueño —porque también los criminales tenemos sueños— es engañar al mundo entero con algo grande, como tomar el lugar del presidente o suplantar a un director de escuela para aprobar a todos los alumnos, una cosa así.

El cara de tejón y yo hemos estado investigando con personas que —si tienes suerte— nunca llegarás a conocer, y resulta que hay una técnica que nos puede ayudar a perfeccionar el arte de la imitación. Sin embargo, necesitamos un montón de dinero para comprar lo necesario o un equipo experto para robarlo y, como no tenemos ninguna de esas dos cosas, estamos haciendo trabajos para otras personas.

Desde luego hemos dado golpes grandes, no somos ningunos novatos, pero mientras yo amo la imitación y la estafa, el tío Jay ama malgastar lo que con tanto esfuerzo he robado.

De acuerdo al trato que hicimos hace años, no podré siquiera opinar sobre cómo invertir el dinero hasta que logre vencer a Jacob, así que aquí estoy: tratando de robar unos papeles insignificantes de un laboratorio para que un tipo que tiene más de lo que necesita, tenga aún más.

¿Notan la injusticia? ¡Ese tipo no soy yo!

Pero ahora debo seguir con la narración, así que ¿en qué estaba?
Ah, claro:

Furioso y confundido, el joven estafador se dio vuelta hacia la salida, pensando qué sería lo mejor: cancelar la operación (claramente comprometida) o improvisar sobre la marcha

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Furioso y confundido, el joven estafador se dio vuelta hacia la salida, pensando qué sería lo mejor: cancelar la operación (claramente comprometida) o improvisar sobre la marcha.

¿Recuerdas cuando te conté sobre el Manual?
Por estas cosas es que
Los Invisibles prefieren los planes simples, porque puedes variar y ajustarlos sin mucho problema, pero como se suponía que este sería un trabajo aburrido, se me ocurrió hacer un plan mucho más complicado de lo normal. Claro, ahora resulta más que obvio que fue una pésima idea, pero ¡oigan! ¿Por qué ponen al adolescente con exceso de confianza a planear estas cosas?

—No des otro paso, sucia rata sobrevalorada.
La voz fría y apagada detrás de él intentaba ser intimidante, pero no daba nada de miedo. Es decir, si lo comparamos con el característico clic de un arma que le acompañó.

—Sucia rata sobrevalorada —repitió Mark mecánicamente— ¿Crees poder decirlo tres veces y rápido? — Se burló mientras valoraba mentalmente sus opciones.
—Todo es un chiste para ti, ¿no es cierto? —siseó el gatillero-en-espera apretando los dientes.
—Claro que no —repuso el ladrón ocultando el tradicional temblor que afecta la voz cuando un hombre te apunta por la espalda con un arma en un baño que, aunque muy limpio, se encuentra alejado de toda persona que posiblemente te podría prestar ayuda, ya saben de qué hablo.

Habiendo ganado tiempo con las bromas sin sentido, llegó a la conclusión de que el sujeto no le dispararía pues, aún si el arma contara con un silenciador, haría suficiente ruido para ser notado.

Sí, los silenciadores son una pésima inversión. Resulta que esas cosas son muy ruidosas, no confíen en las películas.

Tomando eso en cuenta, la posibilidad de que intentara someterlo con amenazas era más plausible.

Otra opción —y dado el enojo que se notaba en su voz resultaba bastante probable— es que perdiera la paciencia y le diera un golpe con la pistola en la cabeza. Sin embargo, si era el sujeto que había escrito el letrero en el espejo y el mensaje en el estacionamiento del centro comercial, tenía una obsesión por escribir de forma perfecta, con trazos rectos y sin una mancha de pintura fuera de lugar, así que seguramente era un perfeccionista.

Un hombre así, con seguridad tendría ya todo previsto de forma que causara el menor desastre posible. A esto último había que sumar el nivel de detalle con que copió el plan para robar el dinero de ACBank, por lo que sin duda era bastante listo.

Amenazar y someter era más limpio que un golpe en la cabeza, así que le pareció la opción que con mayor probabilidad tomaría el oponente. No era sin embargo la que más le convenía si quería salir de ese lugar con vida, así que tenía que provocarlo lo suficiente para que intentara golpearlo pero no tanto como para que se arriesgara a disparar.

—Amigo mío, la vida no es un chiste— dijo Mark metiendo un pulgar en su bolsillo con pose despreocupada antes de dar un paso hacia la salida—, es un juego.
—No para todos, mequetrefe.
—¿Mequetrefe? —respondió sintiendo el cañón contra la espalda—. ¡Vaya! Suenas tan rudo como mi abuela.
—Infeliz —gruñó el pistolero dando un paso hacia atrás.

«Ahí está —pensó el ingenioso ladrón girando rápidamente para enfrentarlo—, ¡va a lanzar el golpe!»

Pero no hubo golpe, sino el solo sonido de un disparo.

El ImitadorWhere stories live. Discover now